Revista América Latina

Trinchera de ideas | Macron

Publicado el 25 marzo 2024 por Jmartoranoster

Tragando sapos en África y deshojando la margarita en Ucrania

Durante la semana nos dejaron dos grandes amigos y hermanos, Alexis Texier, chileno, compañero de lucha en aquellos aciagos días de combate frontal a la dictadura cívico militar comandada por Pinochet. Así mismo, partió a la inmortalidad Roberto Cirilo Perdía, líder montonero quien me ayudó a dar los primeros pasos en la vida clandestina en aquellos intensos años setenta y ochenta del siglo pasado. Perdía fue un maestro solidario, fraterno, consecuente hasta el último día, de esos revolucionarios que jamás se rindieron y jamás se amilanaron. Era de una integridad a toda prueba, que desearíamos para los jóvenes que hoy se incorporan a la lucha. Alexis y Roberto, hasta la victoria. Siempre. ¡Venceremos!

 En días recientes, Francia y su presidente Emmanuel Macron han querido cobrar especial protagonismo en la confrontación contra Rusia, haciendo y diciendo cosas que rayan en una irracionalidad pocas veces vista. Pareciera que la política exterior francesa se ha comenzado a construir a partir de perversidades y diletancias poco habituales en un país que fue considerado un pilar de la cultura y la civilización occidentales. En el mundo diplomático es conocido que el presidente Sarkozy hizo jugar a Francia un papel determinante en la agresión a Libia (que concluyó con el asesinato de Muamar Gadafi) solo por frustraciones de orden personal que lo llevaron a un odio incontrolable basado en problemas conyugales que atribuía a acciones del líder libio.

Ante esa situación, es válido ahora preguntarse cuáles podrían ser las motivaciones del presidente Macron para hacer pública su animadversión hacia Rusia y su interés en protagonizar y vanguardizar una cruzada europea contra Moscú. Pareciera que en este caso las razones no son tan mundanas como en el anterior. No obstante, es comprensible la ira del Presidente francés al observar que la otrora potencia colonial que hoy dirige se está desvaneciendo bajo su mandato.

Lo dijo él mismo en marzo del año pasado durante una visita a Gabón cuando afirmó que «la era de la ‘Francáfrica’ ha terminado», lamentando que todavía se vea a su país como injerencista en los asuntos internos de las naciones africanas. Cuando hizo tal afirmación, había transcurrido poco más de un año desde el inicio de la operación militar especial (OME) de Rusia en Ucrania.

¿Podría decirse que la OME fue causante de la reciente debacle del poder francés en África? Es difícil dar una respuesta terminante en ese sentido, pero de lo que no cabe ninguna duda es de que tal hecho ha tenido una relevante influencia en la decisión de los Estados africanos de alejarse de Francia, lo cual no es más que otra expresión de la crisis estructural de la hegemonía occidental sobre el planeta, sobre todo cuando, en sentido contrario, cada vez mayor cantidad de países de ese continente se acercan a Rusia y también a China. Vale recordar que con el ingreso de Etiopía y Egipto al Brics, el continente africano sumó tres miembros en ese organismo, más que Europa y América, que solo tienen uno, y solo por debajo de Asia, que cuenta con cinco. De tal manera, el protagonismo de África en el mundo nuevo que está naciendo es de indudable relevancia.

La mayor parte de los países africanos se negaron a sumarse al bloqueo mundial que tramó Occidente contra Rusia tras la OME. Más que eso, Mali y Burkina Faso solicitaron a París que retirara las fuerzas militares de sus territorios, dada su total ineficacia en la lucha contra el terrorismo, que había sido esgrimida como causa para su presencia en la región. En junio del año pasado, el canciller de Mali, Abdoulaye Diop declaró sin ambages que su país «no quiere que los derechos humanos sean instrumentalizados o politizados, ya que no son prerrogativa de ningún país o civilización» y agregó: «Sorprende que algunos países que han practicado la esclavitud o la colonización hoy sean los que dan lecciones a otros de derechos humanos».

El interés económico de Occidente en la región es más que evidente. En particular, en fecha reciente los países del Sahel (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger) han cobrado especial relevancia por la gran riqueza que guardan en su suelo y subsuelo: Níger tiene entre 5% y 7% del uranio de grado más alto del mundo y la quinta reserva más grande del orbe. Mali tiene grandes reservas de litio, bauxita, mineral de hierro, oro, manganeso y piedra caliza. Chad tiene agua, un activo particularmente valioso en esa parte del mundo.

Los cambios de gobierno protagonizados por jóvenes militares anticolonialistas y defensores de la soberanía de sus países han desplazado a líderes asentados en el poder gracias al apoyo de las metrópolis, cambiando la cara de la región y, en alguna medida, de toda África. Las amenazas de París como respuesta a la decisión de los nuevos gobiernos de expulsar a los militares europeos han sido respondidas con el acuerdo de Mali, Burkina Faso y Níger de ir hacia mecanismos de integración avanzados que incluyan las áreas económicas, financieras y hasta las de seguridad y defensa.

Entre los antecedentes de estos países, además de un pasado colonial común, cabe destacar que en algún momento de su historia reciente contaron con gobiernos socialistas autóctonos que fueron brutalmente combatidos y destruidos por la injerencia de la metrópoli en alianza con Estados Unidos, que ahora, de forma oportunista, busca achacar de todos los problemas de África a Francia, a fin de abrirse un espacio que le dé presencia y relevancia en la África del futuro.

Así mismo, los tres países se han visto atacados por fuerzas vinculadas al terrorismo encarnado en Al Qaeda e ISIS, que se han filtrado a través de la frontera norte de Mali con Libia tras el asalto dirigido por la OTAN contra Muamar Gadafi. Por otra parte, la obligación de estos países de utilizar la moneda franco CFA es expresión del dominio colonial que aún ejerce Francia en la región. Esta moneda está controlada por el tesoro francés, el 50% de las reservas monetarias deben colocarse en ese país, al mismo tiempo que todas las monedas y billetes que siguen vinculadas al euro se acuñan en la metrópoli.

Las protestas contra el CFA, llamada «la última moneda colonial» ha crecido durante los últimos años, como expresión del rechazo al control colonial francés sobre las finanzas de catorce países africanos. En consecuencia, los llamados al fin del CFA exponen tal vez, como ningún otro hecho, el repudio al sistema colonial francés.
Por el contrario, los acuerdos de los países africanos con China y Rusia marchan a ritmos acelerados. Una visita del canciller ruso Serguéi Lavrov a África en febrero del año pasado dejó en claro que los lazos establecidos por la Unión Soviética y mantenidos por Rusia marcan una diferencia en la forma en que Occidente se relaciona con el continente. Tras ese encuentro, Rusia suministró cereales, fertilizantes y combustibles a Mali, al tiempo que Lavrov agradecía a ese país por sus votos en la ONU contra la glorificación del nazismo. Los pueblos africanos no olvidan que en el último medio siglo contaron con el apoyo multilateral irrestricto de la Unión Soviética, incluso en el terreno militar, para sacudirse del colonialismo, dando continuidad a la cooperación en la difícil tarea de erigirse en países independientes. Más recientemente, Rusia se ha encadenado a esa política. Contingentes militares rusos asesoran a los países africanos para entrenar a los militares y ayudarlos en la lucha antiterrorista.
Es algo que ni Francia ni Estados Unidos pueden hacer, sabiendo que han concedido financiamiento, armas y entrenamiento a estos grupos terroristas que han crecido bajo su cobijo en Afganistán, Irak, Siria y otros países. Según lo afirman algunos líderes africanos: «No puedes ser parte de la solución cuando eres parte del problema».

Francia ha actuado en África a partir de su interés en ejercer influencia política para garantizar sus intereses económicos, en particular la producción de uranio, que alimenta sus plantas productoras de energía y que obtiene a bajo costo en Mali. Por supuesto, sus acciones se han visto amparadas por su membresía en la OTAN, sirviendo a los intereses globales de esta organización militar terrorista que busca afianzar el mantenimiento de la hegemonía occidental.

De ahí que su pérdida de influencia no solo afecta a la nación gala, sino también a todo el bloque. La concatenación de hechos y la sucesión de los mismos hablan por sí solos. Además de Mali, Burkina Faso y Níger, Chad se está alejando de París y acercándose a Rusia. Este país junto a Mauritania son las últimas reservas de Francia en el Sahel. Pero, yendo más allá, si se toma esta agrupación en su conjunto, y Chad continúa su distanciamiento de París, el golpe contra Francia podría ser definitivo, sobre todo si Mauritania siguiera el ejemplo.

En una lógica regional, es válido decir que la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) un instrumento bajo control colonial que cuenta con casi 400 millones de habitantes, 5 millones 112 mil 903 km² y que tenía 15 miembros, hoy se encuentra en franca crisis. Cuatro países están suspendidos, y de ellos, tres se han ido definitivamente: Burkina Faso, Mali y Níger. El cuarto, Guinea, también es muy probable que se aleje de la organización. Podría decirse que, no obstante a eso, la mayoría permanece, pero debe saberse que los tres que se fueron y el cuarto suspendido hacen 3 millones de km² de los 5 millones 112 mil 903 km²totales, es decir, un 60%.

En el trasfondo, hay una intencionalidad de darle carácter único y universalizar la cultura occidental como si Occidente fuera todo el mundo. Lo dijo de otra manera el expresidente de Nigeria Olusegun Obasanjo: «La democracia occidental no ha logrado funcionar de modo adecuado en África, ya que fue impuesta por los colonizadores». El exmandatario nigeriano fue más explícito: «El ejercicio de la democracia de tipo occidental ha fracasado en el continente africano porque, con ese modelo político, se pasa por alto la opinión de la mayoría de la población», resaltando que tal democracia constituye «un gobierno de pocas personas sobre toda la gente, y estas pocas personas son los representantes solamente de una parte de la gente, no los representantes de toda la gente de pleno derecho».

En este contexto, en vez de la democracia liberal occidental, Obasanjo opinó que en el continente debía aplicarse la «democracia afrocéntrica», diferente al sistema democrático occidental, ya que dicho sistema no tenía nada que ver con la historia y la cultura de los pueblos del continente. Finalizó afirmando que: «La fragilidad y la inconsistencia de la democracia liberal, tal y como se practica, deriva de su historia, contenido, contexto y práctica», por lo cual debería «cuestionar su desempeño en Occidente».

Será muy difícil que Europa —por su convicción de ser un jardín rodeado de selva, como lo afirmó Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad— pueda aceptar un mundo multicultural, multiétnico y multipolar. Mucho menos que su concepto de democracia sea cuestionado y puesto en entredicho.

Pero los nuevos líderes de Mali, Burkina Faso y Níger, Assimi Goita, Ibrahim Traoré y Abdourahamane Tiani, respectivamente, han comprendido la situación, han aprendido de su pasado y de los errores cometidos por algunos de sus predecesores como Kwame Nkrumah y Thomas Sankara y se dieron cuenta de que el panafricanismo «debe ser algo más que una teoría contenida en libros de superventas o escondido en discursos para agradar a las multitudes».

Ahora estos nuevos líderes están demostrando inteligencia estratégica y han comprendido que la principal alianza debe ser entre los militares y los pueblos para que estos se conviertan en activos sujetos de la gestión política del Estado. Pero han ido más allá: están construyendo mecanismos comunes de defensa y seguridad, como estipula la Carta constitutiva de la Alianza de Estados del Sahel, formada inicialmente por los tres países. Su capacidad y visión de futuro los han llevado a producir radicales cambios, incluso para elegir sus aliados y trazar un rumbo distinto en el escenario internacional. En esa medida, han expulsado a los franceses, al tiempo que establecen sólidas relaciones con Rusia.

Washington y sobre todo París «sangran por la herida». Es la única manera de explicar la estupidez estratégica que resuma Macron y sus adláteres, suponiendo que van a conseguir en Ucrania lo que han perdido en África. De ahí el anuncio de enviar tropas a combatir en ese país. No contentos con la muerte de decenas de mercenarios que suponiendo que el «allons enfant de la patrie» los autoriza a guerrear contra cualquier pueblo del mundo, y olvidando la derrota de Napoleón a las puertas de Moscú en 1812, Macron pretende escalar la participación francesa en Ucrania. Vale destacar que Napoleón, que sí era un gran estratega, no un banquero mediocre como Macron tratando de jugar a la guerra, fracasó estrepitosamente en su intento de someter a Rusia.

Pero Macron no es el único soñador incapaz en Francia. Para satisfacer a su cabecilla, el jefe del Estado Mayor de las fuerzas terrestres del país, general Pierre Schill, afirmó que «el ejército francés está listo para luchar con Rusia». Para esa misión cuentan con 15 mil hombres, aunque podrían llegar a concentrar 20 mil.
La manera de hacerlo fue explicada por el coronel y «experto» francés Vincent Arbarétier, en el canal LCI de la televisión francesa. Según él, existen dos escenarios: el primero es concentrar ese contingente de tropas francesas a lo largo del río Dniéper y el segundo, en la frontera con Bielorrusia. En esa situación, si Rusia no se detiene, “corre el riesgo de quedar bajo nuestro fuego, incluyendo el fuego no convencional”. En su opinión, Rusia no considerará el hecho mismo del despliegue de tropas francesas como una provocación, pero se verá obligada a negociar en las condiciones de Francia. Si no fuera porque lo escuché, habría dicho que era inverosímil que un oficial de academia haya expresado tal idiotez.

¿Sabrá este «experto» que Rusia tiene casi un millón de efectivos sobre las armas y 2 millones en la reserva y que Francia solo cuenta con 205 mil en activos y 35 mil en la reserva? ¿Sabe además que Rusia posee un potencial de movilización de hasta 71 millones de combatientes y que Francia solo podría movilizar 30 millones? (todas cifras del Global Firepower 2022, una institución muy lejana de Putin y de Rusia).

Y si de «fuego no convencional» se trata (ojo, esto fue mencionado por el «experto» coronel Arbarétier, no por el presidente Putin ni por los generales Shogun o Guerásimov), Rusia posee 5 mil 580 ojivas nucleares y Francia, 280. Además Rusia cuenta con misiles hipersónicos de tipo Zircon, Kinzhal y Avangard, mientras que Francia no posee ninguno y tampoco tiene tecnología para interceptarlos, por lo que cualquier objetivo en territorio francés desaparecería en tres minutos. Ese es el tiempo máximo que duraría una guerra de Francia contra Rusia.

Se podría comprender el desánimo de Macron por su derrota en África, pero es difícil entender su disposición a hacer desaparecer su país en menos de tres minutos solo para ser famoso sirviendo a los intereses de Estados Unidos.

Sergio Rodríguez Gefenstein

www.sergioro07.blogspot.com


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