Revista Opinión
La casa en este día se inunda de aromas a cebolla y ajo al fuego lento, a jamón picado y a guindillas, a tomillo, a romero, a salsa de tomate y a caldo. Los caracoles estaban limpios, después de dos días de trasiego de agua en agua. El campesino de Vela, la maternidad de Zurdo avisan al resto de óleos, acuarelas y de láminas, que observan desde las paredes cómo transcurre la vida, que ha llegado el Primero de Mayo.
Trini los ha convertido en mucho más que un plato, en mucho más que una forma de combatir el frío de esta pequeña ciudad. Los caracoles picantes del Primero de Mayo que Trini cocina, mientras les susurra 'a las barricadas', como si de un ritual mágico se tratara, es simplemente una forma de celebrar el orgullo de clase, de recordar que ella solo se arrodilla ante su Virgen del Camino. Año tras año, en la post-guerra fría de San Marcos, en los años de los primeros premios literarios de su marido, en los años predemocraticos, siempre han estado en la mesa.
Se entristece recordando que el Parador era una fría cárcel , donde se pagaba un precio muy alto por no ser 'afecto' a los militares golpistas, o simplemente por ser trabajador afiliado a un sindicato. Que era donde se esperaba un milagro para que la sentencia a pena de muerte fuera cambiada por unos años de cárcel. ¡Cuántas horas de esperar noticias del que estaba dentro, en las colas con el resto de familias de presos, contemplando el escudo de Santiago de la fachada barroca!
Se sonríe, con esa sonrisa de orgullo, cuando recuerda, como una fría mañana, después de que a su compañero de toda la vida, le conmutaran la pena de muerte, se presentó ante el gobernador de la provincia, con sus dos hijos de la mano, y le dijo: 'aquí se los dejo, que si marido sigue preso, ¿qué les doy de comer' . 'Quite, quite señora, está usted loca, coja a sus hijos y lléveselos' , contestó un más que asustado gobernador civil de la provincia.
Suspira, cuando cuenta con la cara de asombro con la que la saludaban en Puerta Moneda, la primera vez que sacó a la calle el abrigo de piel que se compró con uno de los premios 'poéticos', camino a la calle Ancha.
Hoy saca un puchero de los mejores caracoles picantes y anarquistas que he comido nunca, mientras un grupo de adolescentes tardíos escuchan una lección magistral de vida, de alguien estuvo entre la vida y la muerte por ser él mismo. Para un momento, mira hacia la puerta de la cocina y exclama: ' ! Ya viene la Curra y sus caracoles, viva el Primero de Mayo¡.
Y Trini entra al salón, orgullosa, con su fuente de caracoles, orgullosa de ser mujer, orgullosa también de su compañero, y orgullosa de su paisano Buenaventura Durruti.