Revista Salud y Bienestar
Hay veces en que pienso que a quién habrá salido esta hija mía tan presumida. Sobre todo, cuando llego al colegio, con la lengua fuera y los pelos escapando del moño como el dinero de mi cuenta corriente, y la veo a ella tan peripuesta. Susanita no pierde oportunidad de echarse encima un pañuelo, un pintalabios o un bolso. El otro día, en una comida familiar, sacó de su bolsito una lima y se puso a limarse las uñas como si tal cosa, dejándonos - a mi santo y a mí - ojipláticos. Pero lo de hoy ya era pasarse de castaño oscuro:- Mamá - me dice, mirándose en el espejo y levantando la barbilla - Me tienes que poner esa inyección que se pone porque tengo mucha papada. -¿Eeeeeeeehhhh? - sonó como un bocinazo, pero lo podéis traducir como "Pero...¿qué me estás contando, niña?" - ¿Qué inyección? - No puedo creerme que esta mocosa a los ocho años me pida botox. ¿Qué pedirá entonces a los cuarenta? ¿La máscara de Darth Vader?- Sí - prosigue ella, ajena a que la mandíbula me llega al cuello de la estupefacción - esa inyección que vacunaba de las "papadas", la que el Terro se puso en el pediatra....
Ostras, la madre que la parió. Por culpa de la triple vírica casi me da el infarto...