En la España del siglo XIX - y también en buena parte de la del siglo XX, hasta muy tarde, por obra y gracia de Francisco Franco - la mujer era un ser secundario en la sociedad, subordinado siempre al varón, cuyo único fin en la vida era encontrar marido y tener descendencia. La mujer podía soñar con una vida feliz, pero las circunstancias con demasiada frecuencia la vinculaban a hombres indeseables, que podían llegar a tratarla como si de una propiedad privada se tratara. Pero Galdós fue un maestro a la hora de explorar la vida interior de todos los tipos sociales de su tiempo, especialmente de la mujer. Así lo expresa María Zambrano en su libro La España de Galdós:
"Galdós es el primer escritor español que introduce a todo riesgo las mujeres en su mundo. Las mujeres, múltiples y diversas; las mujeres reales y distintas, "ontológicamente" iguales al varón. Y ésta es la novedad, ésa es la deslumbrante conquista. Existen como el hombre, tienen el mismo género de realidad."
El caso de Tristana, la protagonista de esta magnífica novela de Galdós, tiene un componente especial: huérfana desde muy joven, no tiene más remedio para sobrevivir con decencia que verse acogida por un amigo de la familia, don Lope, un hombre maduro con una sólida carrera de conquistador a sus espaldas y que se niega a aceptar que sus tiempos de seductor han pasado, tanto es así que al poco de tener a Tristana bajo su techo, la seducirá y la hará suya, como se decía en la época. Al principio la protagonista acepta la situación casi como algo natural, pero pronto se rebelará contra ella. Y la mejor manera de hacerlo es enamorándose perdidamente de un joven pintor, que le hará recuperar la ilusión por el futuro.
Pero la relación que la joven va a establecer con Horacio no será convencional. Se trata más bien de tardes de convivencia que ellos viven de espaldas al mundo. La búsqueda de libertad, de emancipación se manifiesta en Tristana a través de un singular interés por la cultura, de una enorme curiosidad por la vida que existe más allá de los muros de la casa de don Lope. Ella aborrece el destino tradicional de la mujer en su tiempo y evalúa con su Saturna, la criada y a la vez su confidente, las posibilidades de esquivar ese futuro, el que se supone que debería preparse para afrontar:
"Pero fíjese , sólo tres carreras pueden seguir las que visten faldas: o casarse, que carrera es, o el teatro..., vamos, ser cómica, que es buen modo de vivir, o... no quiero nombrar lo otro. Figúreselo."
Además, Tristana establece, casi sin saberlo, un discurso feminista, muy revolucionario para la época:
"Ya sé, ya sé que es difícil eso de ser libre... y honrada. ¿Y de qué vive una mujer no poseyendo rentas? Si nos hiciéramos médicas, abogadas, siquiera boticarias o escribanas, ya que no ministras o senadoras, vamos, podríamos... (...) Yo quiero vivir, ver mundo y enterarme de por qué y para qué nos han traído a esta tierra en que estamos. Yo quiero vivir y ser libre."
Y también:
"Protesto, me da la gana de protestar contra los hombres, que han cogido todo el mundo por suyo, y no nos han dejado a nosotras más que las veredas estrechitas por donde ellos no saben andar."
Mientras tanto, don Lope, el viejo galán, se huele la aventura y siente como un asunto de honor el regreso de Tristana a su posición de sumisión a su persona. Don Lope es un personaje muy interesante, puesto que tiene una visión del mundo muy personal y adaptada a sus intereses. Cree también en el disfrute sensual, pero exclusivamente reservado para los hombres que saben ganárselo. Aborrece del matrimonio y jamás se ha planteado casarse, pero en los años de senectud va tomando conciencia de que sus pretensiones de seductor van resultando decididamente ridículas. No obstante, jamás se rinde: se siente superior a cualquier jovenzuelo y sería capaz de retar a cualquiera a duelo para demostrarlo. A pesar de su existencia pecaminosa, don Lope también es un hombre capaz de gestos nobles: cuando Tristana enferma, se vuelca en su recuperación y sacrifica su patrimonio y su bienestar físico y mental con tal de lograr que la joven vuelva a ser la que era. Ya la protagonista había descrito acertadamente al anciano en unas palabras que dirige a Horacio:
"A veces paréceme que le aborrezco, que siento hacia él un odio tan grande como el mal que me hizo; a veces... todo te lo confieso, todo... siento hacia él cierto cariño, como de hija, y me parece que si él me tratara como debe, como un padre, yo le querría... Porque no es malo, no vayas a creer que él es muy malo, muy malo... No; allí hay de todo: es una combinación monstruosa de cualidades buenas y de defectos horribles."
La adaptación llevada a cabo por Luis Buñuel es más bien una versión muy personal de la novela puesto que, tomando los elementos fundamentales de la misma, se construye una trama que poco tiene que ver con las intenciones del original galdosiano. A Buñuel le interesa ante todo el personaje de don Lope - hasta el punto de identificarse con él - y desarrollar las posibilidades eróticas del personaje de Tristana. Para eso otorga gran importancia a Saturno, un joven sordomudo con un deseo animal por la joven y relativiza la de Horacio, que aquí es un chulo sin mucha personalidad, que sirve sobre todo para darle una lección de dominio físico a don Lope. Lo inolvidable de esta Tristana es la interpretación magistral de Fernando Rey, que hace suyo el personaje y le otorga una humanidad que ni siquiera alcanza el original literario. El énfasis surrealista que domina todo el relato se remata con un final del todo alejado al de la novela, mucho más sórdido y menos apegado a lo que Galdós hubiera considerado lo más acorde a las circunstancias reales de la trama.