Revista Diario

Triste y confusa

Por Belen
Pues sí, ese es mi estado de ánimo. Estoy triste y confusa, porque no sé qué pasa y tampoco sé cual es la mejor solución. Os contaba no hace mucho aquí que la consecuencia del colegio ha sido una mamitis exagerada. Pero no se trata solo de una mamitis, va más allá, es una dependencia absoluta, acompañada de berrinches, lloros, retos. Y todo ello confieso que me está trastocando. Porque por más que hablamos, le explico, dialogamos, las cosas muy lejos de mejorar, empeoran.
El peque se levanta por la mañana, y ya está enfadado, quejoso, lloroso, retándome, incluso haciendo lo posible por llegar tarde, es algo increíble. Hay mañanas que se levanta a las 7:15 horas, prometo no exagerar y aún así muchos días he de coger el coche porque no llegamos. Según se aproxima al colegio su actitud cambia, se muestra afable, sonriente (por primera vez en la mañana), contento. Y ya cuando entra al recinto de infantil empiezan los nervios, las sonrisitas, aparece el otro niño, el que es bueno, colaborador, participativo, obediente, ese niño que me describió la profesora y que conmigo no quiere ni asomar una patita. Se pone el primero en la puerta y cuando suena el timbre ni me mira, ni me besa y se va enseguida con su profesora. Eso sí, recordándola que "mi mamá se queda esperándome en el banco". Ya sabéis, la treta.
Cuando voy a recogerle encuentro a un niño sonriente, cariñoso, contándome lo bien que se lo ha pasado, lo bueno que ha sido (ratificado por la profe). En el momento que salimos del recinto de infantil empieza a aparecer ese otro niño enfadica, rebelde, quejoso, lloroso, gritón.
¿Pero qué pasa aquí?. ¿Yo solo tengo derecho a ese niño detestable, que solo sabe pedir las cosas lloriqueando y que me saca de quicio?. Esa es nuestra tónica diaria. Las últimas semanas habían sido buenas. Algún berrinche puntual, supongo que como muchos niños, nada a destacar. Una se arma de una dosis extra de paciencia y se soluciona el problema. A veces el cansancio, el querer hacer más cosas, el cambio de tiempo, qué se yo, afecta a los más pequeños. Pero los berrinches aumentan, los lloros también, las exigencias no digamos. Se empieza a mostrar incluso desagradable con personas mayores. Y esto tiene que parar. Acabo de llegar de un centro comercial al que he ido para hacer algunas compras y me he tenido que dar media vuelta del berrinche que ha cogido y el espectáculo que hemos dado. Cuando empieza ya no puedo pararle, y con un buen puñado de miradas taladrándome he tenido que cogerle como he podido y sacarle de allí.
Ni que decir tiene el desgaste que esto supone para mi. Mi hijo no ha sido nunca precisamente fácil. He soportado estoicamente su fuerte personalidad desde bebé, su carácter intransigente, sus duros 2 años, sus pequeñas crisis, sus épocas de crecimiento, y lo he hecho perdiendo los papeles a veces, sintiéndome desbordada o triste, entendiendo a mi pequeño y sobre todo aceptándole. Pero llegados a este punto puedo confesar sin pudor que estoy agotada.
Hoy hablando con una amiga le contaba mi versión o idea de lo que está sucediendo. Cuando voy por él a la salida de clase, lo primero que me pregunta es:
- ¿mamá me has esperado en el banco?.
- claro.
- ¿y te has aburrido?.
- un poco, pero si quieres puedo irme a casa.
- nooooooooooooooooooooooo, quiero que sigas esperándome en el banco.
¿No os suena a castigo? Su expresión, su manera de decirlo, su comportamiento. Es como si quisiera castigarme por dejarle en el cole. Pero realmente es feliz allí, lo pasa bien, aprende un montón de cosas, en casa no hace más que cantar las canciones que aprende, el inglés, los personajes de los cuentos que leen y del material escolar. Está recordando continuamente lo que hacen y siempre sonriendo, orgulloso de recordar todo. Así que mal no está, pero con quien está mal es conmigo, proyecta sobre mi cierto malestar, y lo noto.
¿Qué hacer? Esa es la pregunta. No puedo delegar en nadie (y mi familia podría ayudarme) el recogerle, el darle de comer. El peque está en un punto de intransigencia total y tampoco quiero forzar las cosas. Si realmente hemos llegado a esta situación es mi responsabilidad solucionarlo de una manera relajada y tranquila.
¿Y qué he pensado?, iniciar su asistencia a clase por la tarde. En la clase de 3 años las tardes (una hora y media) están destinadas a descansar, y sobre todo están dirigidas a aquellos niños que se quedan a comedor. Si el niño no se queda a comedor, realmente no necesita mucho asistir por la tarde. Y en principio me gustaría que no se quedase, pero igual hasta le venía bien. Por ahora nos conformaremos con asistir por la tarde, e igual más adelante ampliamos con el horario de comedor. Quizá si pasa más tiempo sin mi su actitud mejore.
No sé si será la mejor solución. Se lo he contado y me ha dicho que le apetece mucho. Hemos preparado esta tarde su colchoneta y su cojín y está muy contento. De hecho esa ha sido la única manera de que parara de llorar.
Confieso que no entiendo nada, no sé el motivo de este comportamiento. Lo cierto es que estando conmigo se porta fatal, cada vez peor. Parezco ser el origen de sus miedos, conflictos, problemas. Reconozco que mi autoestima cae en picado. Y me da por pensar cosas como tanto esfuerzo para nada.
Espero que esto ayude o que demos algún pasito hacia adelante.

Volver a la Portada de Logo Paperblog