Mi lesbianismo es un acto de caridad cristiana. Como hay tantas mujeres por ahí rezando para conseguir hombres, yo les he cedido aquellos que me correspondían a mí (Rita Mae Brown).
Últimamente, los armarios me traen por la calle de la amargura. Conozco a varias personas que viven en España, como yo, y que ocultan su lesbianismo ante las personas más cercanas a ellas: mujeres en trabajos en los que la mayoría de ellas son bollos y nadie lo dice por temor a los hombres que también trabajan allí. Mujeres casadas con hombres y con una vida lésbica oculta. Parejas de mujeres que llevan años juntas y nadie sabe que son pareja (o mejor dicho, nadie lo habla, aunque todos lo intuyen). Mujeres que se inventan un marido cuando lo que tienen es una mujer. Mujeres con hijos que niegan a la otra madre de sus criaturas en ciertos ámbitos. Mujeres con una existencia sáfica superactiva online y que en la vida real fingen ser heterosexuales. Mujeres que ríen las gracias homófobas de sus compañeros de trabajo mientras se hieren por dentro. Mujeres que viajan a otras provincias para buscar lo que en la suya no se atreven a experimentar. Mujeres que siguen diciendo que no son lesbianas, que solo aman a tal mujer en concreto... Podría continuar infinitamente. Cuando le digo que no lo entiendo, mi bruja siempre se enfada mucho y me pide que no juzgue a los demás. Creo que a ella, en su bondad infinita (el rasgo de su personalidad que más enamorada me tiene), es mucho más capaz que yo de ponerse en el lugar de las demás, de comprender sus miedos y sus vergüenzas a pesar de que ella no los tiene y de que ella no le oculta absolutamente a nadie que está casada conmigo (ni siquiera a su abuela de noventa y cinco años, sentada en primera fila en nuestra boda). Quiero intentar ser más comprensiva, pero al mismo tiempo deseo que las lesbianas seamos más valientes y demos la cara para no lentificar aún más la consecución de nuestros derechos.He empezado este post diciendo que “conozco a varias personas que viven en España…”. He mencionado el país a propósito: aquí el matrimonio jurídico, con iguales requisitos y efectos que los existentes para las personas heterosexuales, está reconocido por ley desde el año 2005, como bien recordamos todo el colectivo LGTBQ de estas tierras. Esto significa que tenemos los mismos derechos y que por fin no somos una ciudadanía de segunda, es decir, personas que deben pagar los impuestos y acatar las leyes como todo el mundo pero que no son tratadas como todo el mundo. Al menos legislativamente hablando, porque socialmente, como indica esta entrada y como bien sabemos, es otro cantar. A día de hoy, tan solo hay siete países donde el matrimonio homosexual está reconocido jurídicamente. Por orden de legalización, son los Países Bajos (2001), Bélgica (2003), España (2005), Canadá (2005), Sudáfrica (2006), Noruega (2009) y Suecia (2009). Además, es legal también en seis estados de los cincuenta que tiene Estados Unidos: Massachusetts (2004), Connecticut (2008), Iowa (2009), Vermont (2009), Maine (2009, aunque la medida no ha entrado en vigor aún por la oposición de los conservadores) y New Hampshire (donde entrará en vigor en 2010). Recordemos que en el estado de California, donde antes era legal, la famosa proposition 8 enmendó la Constitución con el fin de que el matrimonio solo pudiera constituirse entre un hombre y una mujer, anulando así cientos de casamientos que ya se habían celebrado.Y si doy estos datos es porque quiero resaltar el hecho de que, con lo grande que es el mundo, nos contamos entre las pocas lesbianas del planeta que podemos ejercer todos nuestros derechos civiles. No deseo entrometerme en los motivos por los que las lesbianas están en el armario en otros países donde sus prácticas son ilegales o alegales, pero la ocultación aquí es otro cantar.Por eso no entiendo eso de estar en el armario en España, sinceramente, no lo entiendo aunque lo he intentado. Me explican que en sus trabajos hay mucha homofobia, que temen el acoso laboral o el desprecio de sus compañeros. Me explican que sus familias son muy conservadoras, que temen perderlas. Yo sé que hay entornos laborales realmente duros, soy plenamente consciente de ello. Y permanecerán así si nosotras no damos la cara. También comprendo que las situaciones en las familias pueden ser complicadas, pero conozco más casos en las que estas sorprenden para bien –muchas madres o padres prefieren abrir la mente antes de perder a sus hijas para siempre, que es lo que termina ocurriendo si no las quieren tal y como son- que en las que rechazan sus opciones. Y si esto último sucede, quizá ya va siendo hora de alejarnos de gente tan perjudicial en nuestra vida. Sí, es más fácil decirlo que hacerlo y en ocasiones hay una gran dependencia psicológica o bien nos ahogamos en la culpabilidad, pero pensemos que solo se vive una vez, decidamos de veras lo que queremos hacer con la única vida que tenemos (a no ser que exista dios o la reencarnación, pero eso no lo sabemos, así que por si acaso). Con respecto a quienes incluso se lo ocultan a sus amistades, lo mismo, ¿no estaréis infravalorando a esas personas al pensar que son tan intransigentes? Y si lo son, ¿de veras queréis ser amigas de alguien así? Otra excusa es: es que tu vives en una gran ciudad (Madrid) pero yo vivo en un pueblo o en una provincia pequeña… igualmente respaldada por las leyes, amigas, igualmente. Yo me he casado en un pueblo de Ávila (en su mayoría una provincia conservadora) de cien habitantes, a los cuales invitamos a unas cañas en el único bar al salir del ayuntamiento. No hubo ningún problema, sino todo lo contrario, generosidad a destajo y sonrisas.Pero la verdad es que no me lo trago, no señoras (y que me perdone mi bruja). Estar en el armario en estos tiempos y en este país, por mucha excusa relacionada con el trabajo, la familia, las amistades o la localidad donde una resida, solo tiene que ver con una cosa: la homofobia internalizada. A veces es inconsciente y otras nos damos cuenta de ella, pero el caso es que las lesbianas en el armario sienten, aunque su razón les diga lo contrario, que lo que son no está bien. La homofobia internalizada es una forma de autocastigo cuya raíz son los prejuicios que nos rodean. Estos pueden ser obvios –insultos, comentarios, rechazo- o indirectos –la escasez de libros y películas de temática LGTBQ, etc.-, pero nos hacen sentir envidia hacia los privilegios que la sociedad heterosexista concede a las parejas de distinto sexo. Como lo que sentimos y deseamos es denostado y no coincide con la realidad diaria, acabamos asimilando ideas erróneas sobre lo bueno y lo malo, lo natural y lo antinatural, que llenan nuestra vida de angustia y de complejos. Ideas erróneas, recordad, ideas erróneas. No es fácil ser valiente, pero es más difícil vivir la vida ocultando y denigrando lo que una es. Las excusas, al cajón de los lastres. Y los días que nos quedan en esta tierra, con la cabeza alta y el corazón libre.