Siempre ha existido gente tóxica, individuos inaguantables a los que les corroe la envidia y que consideran que su misión en la vida es señalar a los demás sus defectos y hacerle la vida imposible al que se le acerque, ya sea porque no le quede más remedio (familiares con infinita paciencia o profesionales que tratan de hacer bien su trabajo) o porque el que solo busca ser amable descubra tarde su error y no le dé tiempo a escapar.
Normalmente estos individuos terminaban aislados, las críticas y la hipocresía no son valores que la gente admire, aunque lo sorprendente es que muchos famosos de medio pelo viven de eso, de su falta de escrúpulos y de su mala educación, algo que no comprendo. La televisión empezó dándoles alas a muchos y las redes sociales se han encargado del resto, de esos ciudadanos de a pie a los que nadie les importaba que existieran y que han visto en la posibilidad de comentar publicaciones (desde el periódico a youtube) la puerta abierta a la fama y al reconocimiento a sus opiniones. Más de un psiquiatra podría hacer su tesis doctoral con los comentarios del País, ni siquiera entre los pacientes hospitalizados en su servicio van a encontrar una muestra tan amplia de enfermos mentales.
Es una pena que a la mayoría se les siga el juego. Es lo que buscan, hacer un comentario dañino y encontrar respuesta, no les importa si positiva o negativa, de hecho si es negativa y azuza la polémica, mejor que mejor. No hay que erigirse en paladín de la justicia con gente así, es perder el tiempo. Soy de la opinión que no hay mejor desprecio que no hacer aprecio. En la consulta he aprendido que no estoy ahí para discutir, aunque en ocasiones es inevitable porque deshacerse de algunos individuos no es fácil. Una de las mejores enseñanzas de mi abuelo materno es que para decir algo desagradable, es mejor callarse, sobre todo si tu opinión no va a mejorar las cosas (esa segunda parte es un añadido mío, supongo que para justificar la impulsividad que a veces me hace actuar como abogado de pleitos pobres y sin futuro, aunque la experiencia me ha enseñado a escoger mejor las batallas).
Con el tiempo uno gana seguridad en sí mismo y actúa según cree que debe hacerlo, la influencia externa es cada vez menor, así como el compararse con el resto, lo que haga cada uno es cuestión suya (con el matiz de que no haga daño a nada ni a nadie). La realidad es que la tercera ley de Newton de acción y reacción es universal, todo acto repercute en los demás, lo mejor es que esa repercusión sea positiva y no permitir que lo negativo te amargue, siempre hay algo bueno en lo que fijarse.