Las madres somos como las ollas exprés, necesitamos liberar presión. Da igual si lo que estamos cocinando son unas inofensivas lentejas o un pollo peleón en pepitoria. Que el pollo en cuestión se esté portando razonablemente bien o que las lentejas se estén ligando de maravilla es indiferente. Las madres podemos combustionar sin previo aviso.
La maternidad es un oficio de desgaste en el que nuestra paciencia se erosiona lenta pero inexorablemente, por lo que nuestra respuesta no es siempre proporcional a la intensidad del estímulo que la origina. Hay días en los que una puede lidiar con las bestias en su versión más parda sin perder la calma. Como también hay días en que el más mínimo gesto de este brócoli no me gusta puede rebasar nuestro punto de ebullición mandando al garete cualquier esfuerzo de contención previo.
En estos momentos en los que bufamos cual tetera, nos vienen a la cabeza las frases más lapidarias. Locuciones estas casi siempre heredadas por la línea materna. Estas expresiones milenarias, contra lo que pudiera parecer, no están destinadas a modificar la conducta del delincuente infantil en cuestión sino que son la válvula de escape que utilizamos las madres para no liarnos a mamporrazos a la primera de cambio.
Yo, como toda madre que se precie, tengo mis preferidas a las que recurro según las circunstancias y el grado de desesperación que esté alcanzando. Aquí les dejo una selección a las mismas para que hagan buen uso de ellas. Pero aviso, son adictivas.
- Te vas a enterar o su versión plural sincopada sus vais a enterar son de lo más socorrido que hay. Nos permiten lucir cara de perentoria amenaza sin tener que pillarse los dedos con un castigo concreto. A mí me viene de perlas cuando en los momentos de euforia sólo me vienen a la cabeza castigos perpetuos o prohibiciones hasta la mayoría de edad.
- Me tenéis hasta el moño que yo suelo enfatizar con un hasta el moño me tenéis a continuación, tiene la gran ventaja de que puede repetirse una y otra vez entre resoplidos sin que pierda su costumbrismo marujil. No hay mantra más liberador que éste mientras una recoge cualquiera que sea el lío que le hayan montado con indignación suprema.
- Esto no es de recibo es quizá una de las frases más absurdas de todas las que he heredado de mi madre. Sin embargo, es una de las que más utilizo en uso alterno con no hay derecho para que a nadie se le escape que esto es una flagrante injusticia amén de un atentado contra mi condición de amantísima madre. Los niños no suelen entender ni chirigota lo que no hace sino maximizar el efecto “a cuadros me he quedado” de esta frase tan críptica.
- Hasta aquí hemos llegado, que puede combinarse con un rotundo esto se ha acabado, es perfecto para zanjar cualquier discusión sin que se pierda el efecto amedrentador de la regañina. Crea un suspense muy útil en el que tu progenie nunca tiene muy claro qué es lo que se ha acabado o a dónde exactamente hemos llegado, pero intuyen la trascendencia del momento en el que su madre está a puntito de coger la puerta y largarse sin mirar atrás.
- Hace unos días, en el punto álgido de algún tocamiento de huevos infantil cuyos detalles ni recuerdo, me sorprendí a mí misma profiriendo estas palabras sin premeditación ni alevosía: “¡Cómo no os calléis ahora mismo va a arder Troya!” Huelga de decir que las niñas no pillaron ni la referencia histórica, ni tan siquiera la cinematográfica, pero para mí fue como un bálsamo liberador en tono de epopeya. Y tan a gusto me quedé oigan.
No lo duden, hagan uso de estas píldoras de sabiduría popular a discreción. Sus nervios se lo agradecerán y quizá algún día Almodóvar llame a su puerta para un cameo en alguna película de ambientación manchega.