La memoria reserva llaves escondidas, enciende luces que ya no sirvenmás que para doler. Un trozo de tiempo alegre y lejanopuede brillar ahora. Y no eres tú, pero sí eres, la que aparece. Mora, Ángeles. “Con luz propia” de Ficciones para una autobiografía.
En ocasiones me han preguntado por qué tejo. Como si el danzar de mis agujas susurrara la existencia de un motivo para ello. Cierto. Tejo por herencia, porque tengo la llave de esos recuerdos, de esos trozos de tiempo en los que no estoy pero en los que me veo. Por eso los recupero con el hilo, para no perder el legado de mis mujeres. No tan solo familia, sino todas aquellas que han dejado labor en mi memoria. Las palabras de Lucia Berlín definen esta idea como álbumes de recortes mentales, planos congelados, instantáneas de gente a la que amamos en distintos momentos. Cada uno de esos planos queda almacenado y debe reavivarse para que no se apague, para no perderlo.
Cada labor, tanto la recibida como la entregada, tiene su recorrido. De dónde surgió la lana, la razón por la que se tejió, la decisión de a quién iba dirigida. Eso implica tiempo. Tiempo dedicado a esa persona desde la elección del hilo, al estudio del patrón, el tejido, los libros leídos esas semanas de trabajo, las fotos resultantes durante el proceso, los hechos vividos en el día a día con dicha labor presente, las pasadas hechas, deshechas y rehechas. El conjunto forma un álbum, crea una historia que como dijo Piedad Bonnett, "no es hasta que no se cuenta / Si vivida fue trozos de tiempo que anudamos, / contada es rama seca / que sacamos del hielo cuajada de cristales."Por eso contamos las labores, para que existan.
Toda labor terminada y contada ha creado esa historia, ya está viva. Tanto si es para una como si no. Este chalnació en Oporto. Desde el Duero se vino esta Phoebus de Lopo & Xavier. Allí decidí que esa lana portuguesa, con su olor a oveja que aún perdura, sería un chal para mi invierno. Empezó ahí la historia, entre el cariño de otras lanas y la amabilidad lusa. Fue la primera decisión. La segunda llegó de la mano de Sarah; el patrón, del Blooming Shawl. Rombos eternos que convirtieron las vueltas en interminables y exigentes. Reclamando el freno tras la tendinitis. Historias que acompañan a las labores. Dos meses de verde entre mis manos, con su olor a campo, sus trocitos de paja todavía en ella. Retales de Oporto, de sus gaviotas y mi buscar su lana para crear memoria de mi viaje.
Con el tiempo cada vez que lo lleve puesto, que abrigue mis mañanas de niebla, que me abrace en los momentos que deba, me llenará de recuerdos. Avivará esa luz desde tierras lusas, mi verano, mis horas con Sarah, mis semanas de parón… y la magia del resultado. Ese verde creará una nueva historia dentro de las historias de labores que escriben mi vida de tejedora, mi vida de mujer.