La repostería árabe es mi favorita. Aromas, texturas, sabores…
En esta nueva entrada veremos algunos trucos de estilismo culinario para que nuestras fotografías sean irresistibles y transmitan sensaciones…
Me apasiona la repostería árabe. El agua de azahar, la miel, los frutos secos, los almíbares… ¡Me fascinan! Y además hay que reconocer que no solamente son manjares exquisitos (y con mucho peligro también), sino que son tremendamente agradecidos a la hora de hacerles fotos: texturas, brillos y misterio ¿Alguien da más?
Esta es la fotografía de mi baklava turca. Vamos a ver algunos de los trucos de estilismo culinario que la han hecho posible:
¿Cual es el primer paso antes de crear la imagen?
Pensar. Hay que pensar un ratito. Aunque sea solo un poquito.
¿Qué imagen quiero crear? ¿Qué quiero transmitir? ¿Qué quiero contar? ¿Qué es lo que quiero que el espectador sienta al ver mi fotografía?
No es lo mismo hacer la fotografía de un rico, fresco y veraniego gazpacho, que de una baklava turca llena de almíbar y frutos secos. No es, ni por asomo, lo mismo.
Una de las cosas que suelo hacer en este ratito previo de reflexión es asociar adjetivos al alimento con el que voy a trabajar. Es un truco que siempre utilizo ¡Probadlo, ya veréis como os da buenos resultados! En este caso, lo tenía claro: dulce, pegajosa, crujiente, brillante, misteriosa, turca, aromática… ¡Hasta sensual!
Si os fijáis bien, y una vez que hemos construido nuestra lista mental, tenemos la fotografía casi hecha:
- luz misteriosa y contrastada, que potencie los brillos y altas luces que crea el almíbar
- plano muy ligeramente picado para que deje ver las capas de la masa y los frutos secos, y por lo tanto su textura crujiente
- complementos y escenario que nos hablen de su origen y de los ingredientes y aromas de la baklava
- el almíbar ( que más dulce y pegajoso, os lo aseguro, no puede ser) cayendo sensualmente por la parte delantera…
¿Cuales son los trucos de estilismo culinario de esta imagen?
Como os contaba, utilicé un plano ligeramente picado, casi a nivel, para que pudieran verse las capitas de masa y frutos secos. Así que lo primero que hice fue poner las porciones alineadas, mirarlas de frente, y decidir en cual de ellas las distintas capas habían quedado más separadas y “aireadas”. La mejor porción, pasó a ser la protagonista.
A continuación, y tras colocar capas de textura (madera, lino, tela de saco, loza, metal… ¡Hay de todo, como en un bazar!), situé dos porciones de baklava como base, y a mi protagonista sobre ellas. De tal manera que se viera bien el corte, al mismo tiempo que creaba volumen.
Para inclinar ligeramente hacia delante la porción protagonista, y poder ver mejor su parte superior, coloqué dos pequeños pegotitos de plastilina debajo de la parte posterior. Con mucho, mucho cuidado y mis pinzas odontológicas.
La plastilina es tremendamente útil. Se moldea fácilmente y es barata. El color no importa, pero tened cuidado de que no se vea en la imagen.
A continuación, pincelé con algo de almíbar la superficie visible de las tres porciones (brillos y luces altas asegurados, jugosidad infinita).
Luego, machaqué con un mortero algunos pistachos, teniendo cuidado de que quedaran trozos grandes, y otros reducidos a polvo. Así podemos añadir dos capas más de textura a la superficie. Primero espolvoreamos el polvillo, y luego, colocamos con nuestras pinzas y sumo cuidado, los trozos más grandes.
Y ya que estamos con las pinzas en la mano, aprovechamos para separar un poquito las capas de masa de la parte superior.
Por último, y con una cucharita, añadí más almíbar a la parte delantera, en el pico de la porción protagonista de baklava, para que cayese lujuriosamente por los lados.
Disparo continuo en mi cámara y… Voilá! ¡Nada más sencillo!
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Sonia