Revista Cine
En 1980, dos inspectores de la policía estatal de Arkansas, Wayne Hays y Roland West, se encargan de investigar la desaparición de los hermanos Purcell, dos niños que salieron a jugar en Halloween y jamás regresaron a casa. En 1990, reabren el caso cuando salen a la luz nuevas pistas y la joven Julie Purcell aparece viva en las imágenes que captan las cámaras de seguridad de un supermercado. En 2015, una joven cineasta prepara un documental sobre la desaparición de los Purcell y entrevista al septuagenario Wayne Hays, pero ¿qué ha sido de su compañero? ¿Y de los niños?
True Detective ha vuelto. Cuando se estrenó en enero de 2014, la primera temporada rompió los esquemas de los espectadores al ofrecer un caso escabroso envuelto por el halo de misterio del sur profundo y las referencias literarias a los cultos ancestrales. Los inspirados Matthew McConaughey y Woody Harrelson se pusieron al servicio de dos jóvenes y ambiciosos narradores, como eran Nic Pizzolatto y Cary Fukunaga, que escribieron y dirigieron todos los episodios, respectivamente. El éxito rotundo de la serie animó a los directivos de HBO a sacar, cuanto antes, una segunda entrega que se estrenó en el verano de 2015 y decepcionó a casi todos. Fukunaga abandonó la dirección y Pizzolatto escribió los guiones con ayuda de varios pares de manos. El reparto no estuvo nada inspirado y la ambientación sureña fue sustituida por el más anodino submundo criminal y la corrupción urbanística de Los Ángeles, con las consiguientes referencias a las novelas negras de Raymond Chandler y James Ellroy. A punto estuvieron de cancelar la serie, si bien la HBO decidió dar un amplio margen de tiempo a Pizzolatto para que escribiera y pusiera en marcha la tercera y esperada entrega.
La tercera temporada recupera la ambientación sureña, cambia los pantanos de Louisiana propios de La llamada de Cthulhu por el norte de Arkansas y los bosques de las Ozark y pone en marcha la investigación de la desaparición de dos niños, hijos de una familia de clase trabajadora, al estilo de la magistral Adiós Pequeña, Adiós (Gone Baby Gone, 2007). Nic Pizzolatto vuelve a escribir todos los episodios con maestría, los sazona con referencias literarias al gótico de La caída de la casa de Usher o Jane Eyre (incluso a la reciente adaptación de Heridas Abiertas) y teje un juego de memoria al desarrollar la trama en tres líneas temporales que se nutren unas de otras hasta conducir a los protagonistas y a los espectadores a la resolución del misterio. Se echa de menos, eso sí, que un único director se encargue de los ocho episodios y dé un aspecto formal más uniforme, si bien se aprecia la atmósfera que Jeremy Saulnier (Blue Ruin) imbuye a los dos primeros capítulos.
El reparto es pequeño, pero está a la altura de la tarea. Cumplen con solvencia los secundarios Mamie Gummer y Scoot McNairy en el papel de los padres de los niños desparecidos, así como Carmen Ejogo y un recuperado Stephen Dorff, a quien no se veía en forma desde Somewhere. El verdadero protagonista de esta tercera temporada es uno de los actores del momento, Mahershala Ali. Aunque haya ganado el Oscar al mejor actor de reparto en dos ocasiones, sostiene el rol principal con firmeza y despliega varios registros interpretativos para reflejar en pantalla las tres etapas vitales que atraviesa el inspector Wayne Hays, un veterano de Vietnam reconvertido a policía obsesionado con su trabajo. Ni siquiera la vejez conseguirá que ceje en su empeño de seguir las pistas y esclarecer las sombras que rodean a la malograda familia Purcell.
La tercera temporada de True Detective se convierte en un recital interpretativo para Ali, quien guía a los espectadores en la jungla de un misterio que recupera la atmósfera de la primera entrega (con la que establece ciertas conexiones) y los mantiene en vilo mientras su mente viaja a través del tiempo y del sur profundo en busca de la verdad.