¿Recuerdan aquellos titulares de la prensa y las cadenas de TV cuando salió elegido Donald Trump en 2016? Todos se rasgaban las vestiduras y clamaban que se acercaba la Tercera Guerra Mundial, que destruiría la economía y que no cumpliría ninguna de sus promesas. Ya conocemos el resultado real: Trump terminó con la intervención estadounidense en guerras extranjeras, hizo crecer la economía y el empleo de forma histórica para todos los ciudadanos, y por supuesto, no hubo ninguna Tercera Guerra Mundial. De propina, bajó los impuestos y convirtió a los Estados Unidos en una potencia líder y energéticamente independiente.
A fecha de 2022, Biden, el fraudulento que auparon las elites y el establishment político, mediático y empresarial, ha destruido todo eso y está haciendo realidad los peores augurios de aquella prensa manipuladora, que ahora calla la boca. Pues sí, apreciados lectores, Biden no sólo ha desatado una ola de crisis sin precedentes, sino que también ha contribuido con sus políticas débiles y fallidas a que el mundo esté al borde de una posible Tercera Guerra Mundial.
La invasión militar de Rusia en Ucrania no sólo es responsabilidad de Putin, sino también de un Biden inútil, débil e ineficaz que no sólo ha sido incapaz de detener esta intervención armada, sino que también está poniendo a Estados Unidos y al mundo en un riesgo muy elevado de una Tercera Guerra Mundial con sus decisiones.
Llegados a este punto, es necesario señalar que con Donald Trump en la Casa Blanca nunca se produjo semejante crisis y de estar ahora, Putin no hubiera invadido Ucrania. Muchos se preguntan cómo es posible que Trump lograra parar a Putin durante sus años de presidencia, pese a las ganas que ya tenía de invadir Ucrania durante estos pasados años. Son muchos los estrategas y analistas que miran al pasado reciente y al manual de Trump para lograr este objetivo. Visto lo visto, el papel de Trump como freno a la Rusia militarista de Putin es un hecho histórico que merece ser analizado.
Para empezar, nada como el final. Putin ordena la intervención militar en Ucrania y se desata la mayor operación de propaganda e hipocresía en Occidente. Todos llorando como nenazas, haciendo pucheritos y postureos, poniendo lucecitas de colores con la bandera ucraniana, haciendo declaraciones grandilocuentes sobre la paz, lo horrible que es Putin (el mismo con el que han hecho y siguen haciendo negocios todos), y tomando decisiones imprudentes, malas y, a veces, peligrosas para el futuro de todos.
Trump resumió bien hace poco el panorama: "el problema no es que Putin sea inteligente o no, que lo es, sino que el verdadero problema es que los líderes que tenemos ahora son tontos". Y es cierto, empezando por Biden, que está cognitivamente incapacitado, seguido por una inepta e ignorante Kamala Harris, por la vendida a intereses globalistas Ursula von der Leyen, y terminando por el último mono que no pinta nada en esta crisis, como es el caso del presidente español, Pedro Sánchez, un socialista radical de la peor ralea. Definirlos como tontos se queda corto y es generoso.
Muchos han vuelto la vista a Donald Trump como quien mira a quien le puede puede salvar en situaciones de emergencia, y esta lo es. Trump sí era y es un líder respetado y temido por Putin. De hecho, el miedo a Trump impidió que el presidente ruso invadiera Ucrania estos pasados años. De hecho, el liderazgo de Trump no solo disuadió con éxito a Putin y a Rusia de intervenir en Ucrania, sino que también disuadió de manera efectiva una gran cantidad de potenciales conflictos bélicos en todo el mundo. Ya es hora de que la gente lo sepa y lo vaya asumiendo, sea cual sea su ideología.
Trump se centró en poner fin a las guerras extranjeras de Estados Unidos y prevenir otras; en lugar de lanzar nuevas guerras, negoció la paz en Oriente Medio y alcanzó los acuerdos de Abraham, un hito histórico. En cambio, con la debilidad e incompetencia de la Administración Biden para detener a Putin, tenemos al mundo en riesgo de una Tercera Guerra Mundial y una situación humanitaria gravísima.
La opinión pública estadounidense mantiene esta postura. Una encuesta reciente de Harvard-Harris encontró que el 62% cree que Rusia no habría invadido Ucrania si Donald Trump todavía estuviera en el Despacho Oval. Este porcentaje aumenta cada día que pasa y ya es un clamor. La mayoría de oficiales y agentes de inteligencia están de acuerdo con esta afirmación.
Recapitulemos un poco para coger perspectiva. Rusia invadió Georgia en 2008 cuando George W. Bush era presidente; invadió Crimea en 2014 cuando Barack Obama era presidente; y ahora ha invadido Ucrania con Joe Biden en la Casa Blanca. Hay un período de tranquilidad y paz, cuando Donald Trump era presidente, cuatro años en los que Rusia no arrebató territorio a ninguno de sus vecinos. Y no es casualidad.
Lo cierto es que el ejercicio del poder como presidente para disuadir a los adversarios lo hizo mejor Trump que los tres presidentes anteriores y, por descontado, mejor que Biden. No es una tarea sencilla y conlleva aplicar diversas estrategias y acciones políticas, militares, económicas, diplomáticas, de presión y negociación al más alto nivel que combinadas lanzan un mensaje diáfano sobre el coste de amenazar los intereses nacionales de Estados Unidos o la paz mundial.
La capacidad de gobernar reside en este punto en la forma en que el presidente estadounidense proyecta el poder y la fuerza estadounidense para disuadir a los adversarios y enemigos. Trump supo proyectar este poder con eficacia como no lo hacía ningún presidente desde Ronald Reagan, resumido en su política de "Paz a través de la fortaleza". En cambio, la debilidad del presidente y su gobierno, en este caso, la de la Administración Biden, envalentona a los adversarios de Estados Unidos y hace que se muestren muy gallitos.
Para encontrar la salida a esta situación de guerra en Ucrania, necesitamos recuperar esa política de Trump y, en última instancia, a Donald Trump. El presidente republicano mantuvo a raya a Putin y a otros tiramos de distinto pelaje mediante una política inteligente basada en varias iniciativas:
Trump reconstruyó las fuerzas armadas estadounidenses, las modernizó y las financió de forma adecuada, evitando imponer chorradas entre los soldados como la teoría crítica de la raza, la cultura woke y otras tonterías progres que debilitan el estamento militar; llevó a cabo una política eficaz de independencia energética aprovechando todo el potencial productor de gas y petróleo de Estados Unidos, convirtiéndolo en líder mundial en el sector; marcó la pauta de respuesta militar con un ataque de misiles de precisión en Siria a principios de 2017 cuando el régimen sirio se puso muy chulo; de forma paralela, desarrolló relaciones y negociaciones sólidas con las naciones del Medio Oriente basadas en intereses mutuos que propiciaron diversos acuerdos de paz y un entorno pacífico; llevó a cabo operaciones contundentes contra los talibanes mientras se encaminaba hacia el fin de la guerra en Afganistán; derrotó y destruyó al califato del ISIS sin pamplinas; en todo momento hizo frente a los enemigos de la libertad; ató en corto al régimen comunista de Corea del Norte; se enfrentó a China y le paró los pies a nivel comercial, económico y militar; depuró su política de imprevisibilidad para utilizarla como un activo estratégico a nivel mundial que siempre dio resultados positivos; urgió a la NATO (OTAN) a aumentar la parte de financiación europea y modernizarse, eliminando burocracia y corrupción, y frenando políticas expansivas (si bien, los países europeos estaban a pájaros y sólo ahora han espabilado); brindó ayuda de tipo económica, científica y militar a Ucrania, y estableció la política más dura contra Rusia de los últimos treinta y cinco años a la par que mantenía abierto los canales de diálogo.
Si analizamos las diferencias de políticas entre Trump y Biden, vemos que la invasión de Ucrania ya estaba cantada desde que éste entró en la Casa Blanca, tal y como algunos analistas y estrategas ya avisamos que sucedería.
El factor desencadenante fue la caótica salida americana de Afganistán, provocada por la Administración Biden, una auténtica bandera blanca para que Putin lanzara su operación militar en Ucrania meses después.
Es necesario que la opinión pública sepa que cuando el presidente Trump inició el proceso para poner fin a la guerra en Afganistán, un grupo de miembros del gobierno, asesores y altos funcionarios se reunieron en la Sala de Situación en la Casa Blanca para analizar los desafíos tácticos sobre el terreno. Trump recordó a este grupo la vergonzosa retirada de Estados Unidos de Saigón al final de la guerra de Vietnam y dijo muy claro que deberíamos hacer lo que fuera necesario para salir de Afganistán de manera segura, ordenada y digna. Cuando algunos líderes militares se quejaron de los costes y los desafíos logísticos de llevar de regreso a Estados Unidos a nuestras tropas y nuestro equipo militar, Trump aseguró que no le importaba si era un helicóptero o un enfriador de espuma de poliestireno. Si tenía una bandera estadounidense, o bien regresaba a casa o se destruía para evitar que cayera en manos de nuestros enemigos. Y prometió que nos iríamos en nuestros términos, o no nos iríamos en absoluto del país.
Desgraciadamente, todos sabemos lo que sucedió. Hubo un fraude electoral, Biden fue colocado en la Casa Blanca y cambió el enfoque político y militar, que incluyó la decisión de abandonar la base aérea de Bagram, de importancia estratégica, antes de la evacuación, algo que costó la vida a 13 militares estadounidenses y llevó a los talibanes a desfilar victoriosamente por Kabul y al abandono de más de 85.000 millones de dólares en equipo de combate estadounidense. La asombrosa incompetencia demostrada por la Administración Biden, hizo que Estados Unidos pareciera débil y vulnerable en el escenario mundial, tal y como reconocemos todos los líderes militares y de inteligencia. Por supuesto, Putin estaba contemplando los acontecimientos y se dispuso a ejecutar la invasión de Ucrania tanto tiempo planeada. Él sabía que era ahora o nunca porque Trump sigue en la escena política y muy bien podría volver a la Casa Blanca en 2024, momento en el que volverá a agarrarle por los huevos para que no se mueva.
El presagio se hizo realidad. Putin aprovechó la debilidad del gobierno estadounidense para lanzar la invasión. A nadie de los que conocemos la situación de cerca, nos pilló por sorpresa. Ni tampoco lo que ha venido después, ni lo que ha de venir.
Putin sabía que los días de firmeza americana habían acabado con Trump. Atrás quedaba ese mundo en el que la fortaleza militar y de inteligencia estadounidense se manifestó con Trump cuando ordenó eliminar al general terrorista iraní Qassem Soleimani, quien había operado con impunidad en todo Medio Oriente hasta que Trump dio la orden al ejército estadounidense para enviar dos misiles Hellfire que hicieron volar por los aires su vehículo. La debilidad de Biden ya se puso de manifiesto en aquel momento, cuando el aún candidato demócrata emitió una declaración en la que condenaba aquel ataque justo como un "movimiento enormemente escalador" que nos llevó "al borde de un gran conflicto en todo el Medio Oriente". Esto, por supuesto, no llegó a suceder en absoluto, fue otra diarrea mental suya, pero ilustró la falta de voluntad de Biden para hacer lo que fuera necesario para establecer una disuasión creíble. Y en esas sigue actualmente, con los resultados catastróficos que estamos viendo.
Ucrania nos ocupa ahora, pero no es la única crisis internacional que podría provocar la debilidad de la Administración Biden. La falta de credibilidad y disuasión americana en este momento, ha envalentonado también a China, contenida durante cuatro años por Trump, y que ahora ha enviado aviones de reconocimiento y combate a la zona de identificación de defensa aérea de Taiwán desde que Biden asumió el cargo, y sobre todo desde que se inició la invasión de Ucrania. Tampoco es casualidad esa alianza entre Rusia y China para enfrentar a Estados Unidos.
La conclusión de todo esto es que Trump fue mucho más duro y efectivo con Rusia y China de lo que los medios han hecho creer a la gente, mientras que Biden ha sido mucho más débil, predecible y manipulable. Trump implementó las sanciones más fuertes y eficaces contra Rusia y se retiró de los tratados unilaterales que paralizaban a Estados Unidos mientras Rusia violaba los términos. Para decirlo claramente, cogió a Putin por el cogote y no lo soltó en cuatro años, impidiendo que se moviera ofensivamente.
Por el contrario, Biden ha adoptado un enfoque opuesto, apaciguando a Putin, comprando su petróleo y gas, entregándole sus dos principales prioridades geopolíticas en bandeja de plata; extendió incondicionalmente el Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, permitiendo que Rusia continúe construyendo armas nucleares tácticas mientras restringe nuestra capacidad de modernización. Y aunque Trump impuso sanciones para detener en seco el oleoducto Nord Stream 2 de Rusia, se permitió que la construcción se reanudara cuando Biden asumió el cargo.
El presidente Trump comprendió y utilizó el poder de construir una independencia energética estadounidense. Al eliminar regulaciones onerosas, Trump hizo posible un auge energético americano que aseguró que no dependiéramos de ninguna otra nación para satisfacer nuestras necesidades energéticas. A nivel geopolítico, la mayor capacidad de exportación de Estados Unidos de petróleo y gas redujo la capacidad de Putin de presionar y chantajear a nuestros aliados europeos, que sí dependen de Rusia para el 40% de su gas y más de una cuarta parte de su petróleo.
Recordemos que Trump aprobó el oleoducto Keystone XL en Estados Unidos y cerró el gasoducto Nord Stream 2 de Rusia en Europa del Este. En cambio, Biden revirtió ambas decisiones y sólo unos días antes de que Rusia invadiera Ucrania, cerró todos los nuevos contratos de arrendamiento y permisos de energía en tierras federales americanas, lo que significa que en realidad ha sido más duro con los productores de energía de Estados Unidos que con los de Rusia. Para colmo de males, mientras el ejército ruso avanzaba hacia Ucrania, el enviado para el cambio climático de Biden, John Kerry, decía en voz alta como un panolis que "el presidente Putin nos ayude a mantener el rumbo con respecto a lo que debemos hacer por el clima".
Lo cierto es que las ansias de expansión de Vladimir Putin no disminuyeron durante los cuatro años que Trump estuvo como presidente, pero el mundo era un lugar más seguro, y no de forma milagrosa, sino gracias a Trump, que está siendo reivindicado ahora una vez más. Putin sabía que debía contenerse o lidiar con las consecuencias de un Trump que no se anda con rodeos ni amenazaba en vano; en suma, con un líder más fuerte que él.
Para desgracia de Estados Unidos y del mundo libre, la incompetente Administración Biden ha debilitado al país, a nuestros aliados, y ha dado más poder a Putin. El resultado lo estamos viendo: Rusia ataca militarmente y China se prepara.
Donald Trump es la gran esperanza para Estados Unidos y para el mundo. Mientras tanto, nos espera un camino lleno de dificultades, incertidumbre y peligros de guerra y crisis muy reales.