Tras el fracaso de la pandemia del coronavirus para derrotar al presidente Trump, que los medios progresistas y el Partido Demócrata siguen utilizando con desvergüenza para perjudicarlo de cara a las elecciones, ahora han puesto sus esperanzas en las turbas de ultraizquierda de Antifa y BLM y los disturbios, derribos y vandalización de monumentos. Estos grupos de descerebrados fanáticos, con la cobertura y el apoyo del Partido Demócrata y de gran parte de los medios de comunicación y la prensa, están derribando estatuas, profanando monumentos y purgando disidentes ideológicos. Evidentemente, no es el comportamiento de un movimiento político pacífico, sino que es el comportamiento de totalitarios y tiranos y personas que no quieren a los Estados Unidos ni sus tradiciones y valores. De hecho, uno se pregunta por qué no se marchan a Siberia, por poner un ejemplo, o a China, si tanto les gustan las dictaduras de izquierda.
Ante este nuevo ataque, el presidente Trump está tomando las medidas oportunas sin perder la cabeza y sin que le tiemble el pulso. No sólo ha avisado con el despliegue de tropas, algo que podría hacer si la crisis llegara a un punto culminante, sino que ha lanzado todo el peso de la ley contra los vándalos y terroristas para defender los monumentos históricos y estatuas de nuestra nación. En definitiva, para defender nuestra historia compartida.
El presidente Trump ha firmado una Orden Ejecutiva que garantiza que cualquier persona o grupo que destruya o vandalice un monumento o una estatua, sea procesado en toda su extensión. La Ley de Preservación del Monumento al Veterano de 1993 y la regulación de propiedad del Gobierno federal del Código de EE.UU autoriza una pena de hasta 10 años de prisión por lesiones intencionales contra la propiedad federal. La Orden Ejecutiva también ordena que quienes inciten a la violencia y la actividad ilegal también sean procesados de acuerdo a la ley.
Asimismo, las agencias policiales estatales y locales que no protegen monumentos y estatuas estarán sujetas a la retención del apoyo y la financiación federal. El Fiscal General tomará todas las medidas apropiadas contra las personas y organizaciones que hayan participado en actos ilegales, relacionados con disturbios y la destrucción de bienes federales.
El gobierno federal se asegurará de que haya personal disponible en todo el país para ayudar con la protección de los monumentos, estatuas y bienes de propiedad federal. Trump ya ha encargado la protección de las estatuas a los U.S. Marshalls y ha movilizado en Washington D.C. a 400 soldados de la Guardia Nacional. Es la mayor ofensiva legal contra la ultraizquierda en décadas y ya han sido arrestados más de 100 miembros de Antifa y BLM implicados en los disturbios y la vandalización de monumentos.
De esta forma, el presidente Trump está cumpliendo con su deber de defender la vida, la propiedad y los derechos del pueblo estadounidense, combatiendo activamente el extremismo violento de la ultraizquierda que desea destruir nuestro legado cultural e histórico. Estas medidas, que sólo son el principio de una campaña contundente para luchar contra los grupos de violentos, lanzan un mensaje poderoso a la sociedad americana y mundial: el presidente Trump no tolerará la violencia desenfrenada y la destrucción que ha ocurrido en las últimas semanas en las ciudades estadounidenses.
Todos vemos que los extremistas de izquierda están saqueando, destruyendo propiedad federal y pidiendo la destrucción del sistema de gobierno de los Estados Unidos. Es uno de los mayores ataques contra la democracia americana de la historia y el Partido Demócrata se ha equivocado a elegir bando. Esto le costará las elecciones en noviembre. Trump es el estandarte de la mayoría silenciosa que defiende nuestra historia común, con sus luces y sombras, sin querer borrar o reescribir esa Historia.
En estas semanas, hemos contemplado cómo a través de la intimidación de estos extremistas violentos de ultraizquierda, intentan imponer su ideología a los ciudadanos respetuosos de la ley de este país. Y, lo que es más grave, con el apoyo tácito del Partido Demócrata, que se ha convertido así en un enemigo de la propia nación y del pueblo estadounidense. Lo vemos con claridad en los estados y ciudades que gobiernan, donde algunos gobiernos estatales y locales están fallando a sus ciudadanos al no distinguir entre protesta pacífica y caos violento, permitiendo una vandalización extrema y una destrucción sin sentido. Todos hemos visto a esos aprendices de terroristas sin cerebro alguno desfigurar y destruir sitios históricos, monumentos y estatuas en honor de algunas de las figuras más importantes de la historia de Estados Unidos. Por ejemplo, en Portland, las turbas progresistas derribaron las estatuas de nuestros Padres Fundadores: George Washington y Thomas Jefferson. En San Francisco, los idiotas de izquierda derribaron una estatua en honor a Ulises S. Grant. En San Francisco, los manifestantes desfiguraron y derribaron una estatua de Grant, quien dirigió el Ejército de la Unión durante la Guerra Civil, y derribaron las estatuas de San Junípero Serra y de Francis Scott Key, que escribió la letra de nuestro himno "The Star-Spangled Banner".
Una estatua de Hans Christian Heg, quien murió luchando por el Ejército de la Unión durante la guerra civil, fue demolida en Wisconsin.
Y actualmente hacen llamadas para eliminar estatuas de Abraham Lincoln en Boston, Washington, D.C. y otras ciudades. E incluso las estatuas de Jesucristo.
Estos monumentos conmemoran la historia que todos compartimos como estadounidenses, y merecen ser defendidos por las generaciones actuales y futuras. Destruirlas es destruir nuestra historia.
Sin embargo, la mayor patada en el culo a estos ultraizquierdistas que no tienen ni media bofetada ante cualquier ciudadano conservador, vendrá en un futuro próximo cuando se levanten estatuas en honor a Donald Trump, uno de los mayores y mejores presidentes de la historia americana. Serán, sin duda, estatuas más resistentes al odio y la violencia, edificadas sobre la roca de los valores compartidos por los patriotas.
El presidente Trump está exponiendo de forma nítida a los Gobernadores y alcaldes que son débiles, incompetentes y cómplices en esta locura de permitir la eliminación de estatuas y monumentos de figuras históricas, ya sea oficialmente o al no detener a los terroristas que vandalizan. Su perfil presidencial y fuerte ha quedado más claro en esta crisis, superada ampliamente, al igual que el coronavirus y el impeachment antes.
Las acciones de Trump llegaron justo a tiempo de evitar el derribo de la estatua de Andrew Jackson en el Parque Lafayette en Washington D.C. frente a la Casa Blanca. Es el ejemplo más claro de cómo el presidente se ha convertido en la última línea de defensa de nuestro patrimonio histórico y cultural frente a una izquierda enloquecida por el odio ideológico.
Trump está de acuerdo en trasladar a los museos determinadas figuras controvertidas, tras un debido proceso legal, pero no destruirlas. Su posición es equilibrada y acertada. También ha declarado su oposición a renombrar las bases del Ejército nombradas en honor a los generales de guerra confederados y esta Administración ni siquiera considerará el cambio de nombre de estas instalaciones militares, que se han convertido en parte de la herencia cultural estadounidense.
El presidente se ha manifestado con contundencia al declarar que no tolerará la destrucción de estatuas que representan a Jesucristo, los Padres Fundadores y otros personajes históricos mientras él esté en la Casa Blanca. Y es una razón de peso más que apoya su reelección en noviembre.
Ha llegado el momento de que los ciudadanos comencemos a luchar con fuerza también contra esta locura. Gran parte de la sociedad está harta de esta estúpida destrucción de estatuas, del invento de crímenes de odio falsos, de que se le falte el respeto a la policía y de mentir sobre Trump cada día. La movilización de la sociedad americana está creciendo y es una ola imparable que apoya a Trump, un presidente comprometido con la acción frente a los anarquistas y la ultraizquerda, a la que está combatiendo de frente, dando la cara y sin arrodillarse. Mientras tanto, el candidato demócrata, Jose Biden, se esconde en su sótano y no contesta a las preguntas sobre la destrucción de monumentos y estatuas. Lo cual dice todo sobre él y su visión llena de prejuicios sobre este país.
Trump es la gran esperanza para América. Tenemos la opción de defender y mejorar nuestra civilización, o dejar que los fanáticos de la izquierda radical destruyan América como la conocemos. Cada estadounidense puede defender nuestro país y apoyar nuestra Historia, la libertad y la justicia con un compromiso claro de votar a Trump.