Pocas veces ha habido una figura tan extravagante en el mundo de la política como el actual presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump. Su forma de actuar, con bravuconadas en las redes sociales o comportamientos poco ortodoxos, como tener esperando diez minutos a la reina de Inglaterra en su última visita a las Islas Británicas, ha despertado muchas fobias y antipatías hacia su persona, sin duda justificadas.
No obstante, el comportamiento de Trump, indigno de un presidente de una nación tan importante como Estados Unidos, puede impedir que se juzgue su política con un mínimo de objetividad. Dicha falta de objetividad provoca que en gran parte de la opinión pública europea, al menos española, caiga en algunas contradicciones: tradicionalmente se ha acusado a Estados Unidos de ser una potencia “imperialista”, que no dudaba en intervenir en cualquier parte del mundo para mantener su hegemonía aunque ello supusiera centenares de miles de muertos, destrucción y caos. El actual presidente Trump se propuso acabar con estas intervenciones, denominadas “de cambio de régimen”, y ha criticado en varias ocasiones la intervención en Irak.
Con respecto a Corea de Norte, pese a que el mundo estuvo en vilo durante casi un año por la escalada de tensión, provocada sobre todo por las bravatas de los dos presidentes, finalmente se produjo una reunión en Singapur entre ambos líderes y la paz en la península coreana parece más cercana que en cualquier otro momento desde que se firmara el alto el fuego en 1953.
En el caso de Siria, Trump ha dejado claro que prefiere que la guerra acabe cuanto antes en vez de perpetuarla, pese a haber llevado a cabo dos ataques contra suelo sirio. En primer lugar decidió cortar el apoyo financiero a las distintas facciones de la oposición siria, incluidos los yihadistas. Además ha manifestado en más de una ocasión que tiene intención de sacar a las tropas estadounidenses de territorio sirio, aunque no ha confirmado cuando se producirá dicha salida. Otra muestra del cambio de rumbo que el actual presidente norteamericano quiere dar a la política exterior de su país.
Sin ninguna duda el escenario en el que más se ha vilipendiado al presidente Trump ha sido en sus negociaciones con Rusia. En Estados Unidos, se le ha llegado a acusar de traición y de ser, prácticamente, un pelele de Putin. Pero pese a todas las críticas recibidas, en lo que respecta a la paz y la seguridad mundial, es fundamental que las dos potencias más potentes desde el punto de vista militar -y que tienen el 90% de las armas nucleares que hay en el mundo- establezcan un diálogo y puedan mantener una relación cordial. Frente a una nueva Guerra Fría, en la que sólo saldría ganando el complejo militar-industrial, Trump propone cooperar con Rusia, rebajar las tensiones y alejar el fantasma de una guerra nuclear.
En lo que respecta a la política interior, Trump se ha podido apuntar dos importantes tantos: bajada del paro y subida de los salarios. En estos momentos Estados Unidos tiene una situación de pleno empleo, y está cumpliendo su promesa electoral de mejorar las condiciones de vida de los obreros estadounidenses.
Si Donald Trump se ha convertido en un personaje con tan poca simpatía en la mayor parte del mundo, no ha sido por su falta de modales, sus fanfarronadas o sus salidas de todo; sino por cuestionar el modelo de crecimiento y enfrentarse a las élites financieras. Está por ver que pueda llevar a cabo sus objetivos con la oposición de tan poderosos enemigos.