Las elecciones presidenciales de noviembre se han convertido en un punto de inflexión decisivo para el futuro de Estados Unidos. Hasta tal punto esto es así que la decisión para elegir al próximo presidente es una cuestión entre Trump o el caos que supondría la elección de Hillary. O más bien habría que puntualizar el amaño de Hillary, pues una gran mayoría de lobbies y de los medios de comunicación trabajan a destajo para manipular la dirección del voto de los ciudadanos con mentiras descaradas o el amaño en las urnas. Todo el mundo sabe por qué los lobbies quieren a Hillary en la Casa Blanca. Sería su marioneta para llevar al país por un camino que no es el que marcaron los Padres Fundadores de esta nación ni generaciones anteriores y actuales de patriotas americanos.
Lo hemos visto con la presidencia de Obama, y con Hillary sería incluso peor. Por eso millones de estadounidenses están reaccionando y se niegan a entregar su país a un establishment podrido de corrupción y vendido a los intereses especiales, que es lo que representa Hillary. Por eso millones de ciudadanos van a votar a Trump. Porque el candidato republicano, más allá de su retórica incendiaria, sus declaraciones conflictivas y su personalidad, defiende un programa coherente con el liberal-conservadurismo, con propuestas verdaderamente interesantes en materia de empleo, defensa, seguridad, antiterrorismo, inmigración, comercio, economía, infraestructuras...
El mensaje de Trump ha calado en la sociedad y conecta con millones de ciudadanos que ven cómo el país ha sido conducido por el mal camino en estos años de Administración demócrata, y que iría a peor con Hillary en el Despacho Oval. Una tragedia nacional porque empezaría un mandato amañado desde las primarias y hasta la elección presidencial.
Ese escenario sólo lo pueden cambiar los ciudadanos con su voto a Trump en noviembre. No sólo electores republicanos e independientes van a votar a Trump, sino también millones de demócratas. En las últimas semanas líderes hispanos se han posicionado a favor de Trump, como Jerry Natividad, candidato al Senado por Colorado, Massey Villarreal, expresidente de la Cámara de Comercio Hispana de EE.UU y George Rivera, exmiembro del senado del estado de Colorado, entre otros muchos. Un llamamiento con lógica para atraer el voto latino, ya que las políticas de Trump beneficiarán a los hispanos mucho más que las de Hillary.
El discurso político de Trump, que ha tocado temas polémicos sin miedo y con un enfoque abierto a buscar soluciones realistas, es la clase de discurso ganador y que rezuma liderazgo. Mientras Hillary y cuantos la apoyan siguen empeñados en defender su status quo, sin moverse de lo políticamente correcto que cada vez implica más una dictadura que un sistema de libertades auténtico, y se olvidan de los ciudadanos y del país, Trump ha puesto el dedo en la llaga y encabeza una revolución conservadora que nace del pueblo. Al denunciar la deshonestidad y la manipulación brutal de los medios que apoyan a Hillary, al reclamar que las empresas americanas traigan los empleos de vuelta al país, al apostar por fortalecer nuestra defensa y la política exterior con firmeza, y al proponer renegociar los tratados comerciales internacionales, Trump identifica problemas que los ciudadanos conocen perfectamente y propone soluciones realistas, no bellos discursos que no conducen a nada.
Al margen de las polémicas artificiales de los medios y de Hillary, esto es lo que cuenta de verdad y lo que decidirá el voto en noviembre. Un voto que debe ir a Trump si queremos volver a hacer grande a América otra vez y la nación que soñaron generaciones de patriotas americanos.
En suma, es Trump o el caos.