Expertos consideran que gane Trump o Hillary, es prácticamente imposible revertir la apertura de EE.UU con Cuba. Y es que aunque La Habana se ha demorado, a la hora de dar señales para ser recíprocos con las iniciativas de Washington, todo lo que ha ocurrido después del cambio de posición diplomática, supera lo esperado por quienes permanecieron más de 5 décadas sin avanzar al respecto.
Muy por el contrario. Puede suceder que después de noviembre el ritmo de los cambios y las aperturas pierda velocidad, porque no este como agenda prioritaria del próximo presidente, llámese Trump o llámese Hillary, el tema Cuba.
A ciencia cierta, la polarización de EE.UU como gran nación, la seguridad nacional, el enfrentamiento al estado islámico, la reforma migratoria y las inversiones económicas estarán por delante en las gestiones iniciales.
Es evidente que aunque de manera desacelerada, una presidencia Demócrata mantendría las maniobras de Obama en pie, por un problema de coherencia y continuidad.
En caso contrario, una presidencia Republicana, pondría más condiciones al gobierno de La Habana para darle continuidad al acercamiento.
Hillary sería más precavida. Trump más exigente.
Para el Gobierno de La Habana no hay marcha atrás. A pesar de la búsqueda desesperada de aliados y suministradores, ninguna de las potencias socorridas han mencionado la palabra regalías. Los trueques de petróleo, alimentos y materias primas por ideología ya no existen, especialmente cuando potencias distantes como Rusia y China llevan la voz cantante en el último mambo que se baila en La Habana.
La Habana deberá fomentar dentro de sus posibilidades el comercio con los Estados Unidos e irse beneficiando de su popularidad, ahora que nuevamente está de moda como destino turístico del mundo y especialmente de los norteamericanos.
Gane quien gane, de momento, dicho en buen cubano: el cuartico está igualito….
Con imágenes cortesía de Monosapiens, Diario de Cuba y Perú.com.
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