Pocos lo creían, yo tampoco. Y lo ha conseguido. Un tipo capaz de meterse con las mujeres, los inmigrantes, los homosexuales, los negros y otros colectivos ha conseguido llegar a lo más alto. ¿Qué nos está pasando?
Ha cabalgado con el viento en contra, con insultos y desvaríos, con mensajes propios del siglo XIX, en contra de muchos de los suyos y, sin embargo, ha alcanzado la meta. ¿Qué le pasa a un pueblo capaz de votar a un energúmeno como éste? Está enfermo.
Lo más grave es que no es él solo. El mundo está enfermo. Un mundo donde reina la insolidaridad, donde se deja morir a los más débiles, donde mandan poderes que no se someten al voto popular. Países donde se vota a políticos corruptos y propiciadores de la desigualdad como en España, o a fuerzas fascistas en auge como Francia, Holanda, Dinamarca o Grecia. O se vota a personajes ridículos y lamentables como en Italia (Berlusconi)…
Se sabe qué está pasando pero no se termina por encontrar el porqué. De la causa se habla en términos generales, que si la crisis económica, que si el populismo, que si el cambio de valores, que si la incultura, pero la Izquierda sigue sin reaccionar.
Desgraciadamente, se apunta poco a la otra parte, la que está perdiendo las batallas, en Europa, en America Latina y ahora en USA, las fuerzas políticas que están tomando el poder, democráticamente, son claramente de derechas. Conservadores, neoliberales, fascistas o una mezcla de todo eso, con algo en común: el nacionalismo exacerbado.
¿Y dónde está la Izquierda? Hablo de la izquierda de verdad, no de la falsa izquierda. Si hoy Trump es presidente del país más poderoso del mundo es también porque su adversaria, Hillary Clinton, no sólo no es progresista, sino que simplemente era la encarnación del sistema que existe, el que nos ha llevado a tantos fracasos. Muchos americanos entre dos opciones malas han elegido la que estaba más lejos de lo convencional, de las instituciones, de lo que se llama el establishment.
Hoy es un día triste, otro más. Día tras día, elección tras elección, desde la Izquierda vamos perdiendo batallas, camino de perder la guerra final, camino de un mundo donde detrás del elemento nacionalista más egoísta se esconden actitudes totalitarias que olvidan la cooperación, la solidaridad y, por tanto, la democracia.
Estamos dejando un mundo desastroso para los que nos siguen. Hoy estamos en manos de un poder invisible (los Mercados, los Poderosos, El Sistema) que nos abofetea y nos está destruyendo democráticamente. O nos ponemos las pilas para encontrar respuestas, porque las que hemos dado no sirven, o dentro de poco estaremos sepultados por regímenes que desprecian la democracia y los derechos humanos. No podemos perder más tiempo, está en juego la supervivencia de la Democracia. Ni más ni menos.
¿Qué hacer? Es hora de encontrar las razones últimas de lo que ocurre, entre ellas la incapacidad de la Izquierda de dar respuestas que sirvan, y la necesidad de encontrar las soluciones que no ahonden más en dónde más nos duele. O reflexionamos entre todos y encontramos soluciones, o estaremos condenando a las sucesivas generaciones a volver a revivir la primera mitad del siglo XX, que más vale no recordar.
Y, ahora, con su permiso, me retiro a cabrearme y reflexionar. Estoy de luto.
Salud y República