El Reportero del Pueblo
Donald Trump gana prestigio, avanzando en su proyecto particular y compartido, caminando entre la realeza británica para asentar que es el único líder que puede sobrellevar la crisis mexicana y china a feliz término. Junto a su maleta de viaje lleva una agenda de trabajo para estimular a los jóvenes en sus nostalgias y, en una verdadera campaña nacionalista, enaltecer de una manera pertinaz las bondades de algunos partidos centroderechistas y los favores del capitalismo.
Su objetivo es lograr una economía circular, un sistema que apuesta al futuro. Donde las empresas tienen que laborar desde un objetivo claro, decente y crecimiento económico. La izquierda internacional debe definir su significado como apostolado político para dejar de ser leyenda, dejando atrás la crisis constitucional de los pueblos. La agenda 2030 del ex canciller Henry Kissinger es de visión, un plan o legado, una caja de instrumento y un lenguaje común, donde China, México, Reino Unido, Colombia, Panamá y Canadá tienen que tener un solo nicho de planificación igual a EEUU, donde verdaderamente se puedan implementar políticas públicas.
El mensaje retuiteado por los portavoces del gobierno norteamericano es diáfano como claro. “Se debe avanzar en el proceso político venezolano y, es un nuevo tiempo, como comienzo para el sufrido pueblo de Venezuela”. Trump, trabaja conjuntamente con sus aliados europeos en modernizar la economía, donde China como los países aliados deben sincerar sus impuestos y sistemas de aranceles. Nada de rebatiñas y venta de chatarrerías.
» para alcanzar los objetivos de la Agenda 2030 y afrontar las transformaciones sociopolíticas hay que encarar las plataformas electromagnéticas como el sistema comercial”.
Avanzar en la Agenda 2030, exige que las políticas se han de centrar en impulsar el capital humano, la formación, transición ecológica y energética, la ciencia y la innovación, el mercado laboral, la administración y la transparencia. Se tiene que compartir y compatibilizar entre todos y ha subrayado la urgencia de aplicarla como «excelente tratamiento para un planeta y una civilización que está empezando a dar señales de que se enfrenta a un futuro que puede que no sea tan próspero» a causa de factores como el calentamiento climático y la pérdida de diversidad.
Fuera del micrófono y la prensa informada se originan muchos fake news. Esto abate a los pueblos hasta el cansancio por lo comprensible. Después de varias campañas electorales sucesivas y muy viajadas. Europa, Reino Unido y Venezuela deben revisar sus programas económicos, porque es necesario restablecer las Repúblicas como una emergencia patriótica.
Mientras Pablo Iglesias comienza ya a esgrimir verbalmente su ministerio como si se dispusiera a desenfundarlo; mientras las primeras maniobras parlamentarias justifican los augurios más pesimistas acerca de las trazas de la nueva Transición -que aniquila a una derecha civil que ni para pisar la calle tranquila ha de encontrar sosiego-, existe un arquetipo burgués incipiente que recuerda al maravilloso personaje del conde Rostov en Un caballero en Moscú (Amor Towles) que, confinado en una buhardilla del hotel Metropol bajo amenaza de muerte si osa pisar la calle, observa cómo todo cuanto constituyó su mundo es agredido, avillanado, y va disolviéndose en nostalgia.
Trump, lo arrincono y Putin lo golpeo fuerte en España por sus errores cometidos en el asesoramiento a Hugo Chávez Frías y ahora, a Nicolás Maduro Moros. Sin olvidar a dos líderes españoles más, José Luis Zapatero y Juan Carlos Monedero. Ahora deben enfrentar a Elías Jaua Milano, el verdadero socialista, único de esta saga de socialcristianos que se plegaron al movimiento revolucionario y se ufanaron de colocarse sus gorras rojas y boinas negras.
La única excepción a esa tristeza de «las derechas» la constituye Rivera, que va avanzando en su proyecto particular de apropiación del hábitat del PP, que de momento le resulta suficiente. Rivera, de hecho, es el único que ha comprendido, antes incluso del desenlace electoral de ese domingo, que el único personaje posible para sobrellevar lo que viene es el que ocupa la posición defensiva en El Álamo y se arroga el paladinazgo último de un régimen por cuyas alfombras parlamentarias corretean ya sus peores enemigos. La única alternativa es envidiarle a Estanislao Figueras el tren que lo llevó a París.
Claro, buscando una orientación de Donald Trump, quien debe estar muy pronto en Argentina, aún, cuando esa fecha es desconocida, lleva en su maleta, los pormenores del desenlace del submarino y la muerte de sus tripulantes, donde la investigación rusa fue acertada y, que ahora en su visita a Inglaterra esta una de esas llaves que le abrirán la llave del suministro petrolero y gasífero en el Sur.
Algunos países, como Alemania o Francia, quieren frenar a China. Berlín se ha dado cuenta de que Pekín es un competidor tecnológico directo. Los industriales alemanes están preocupados. Se están proponiendo políticas económicas que, hasta hace pocos años, nadie hubiera relacionado con la «ortodoxa» Alemania. Algunos ejemplos: crear grandes monopolios europeos para competir con las enormes empresas estatales chinas o restringir las inversiones en ciertos sectores calificados de «estratégicos». El libre mercado puro es tachado como una opción naíf e idealista que favorece a Pekín. La situación es curiosa: si hace escasos años la UE pensaba que China se parecería cada vez más a ella, ahora sucede lo opuesto. Los gobiernos tantean políticas chinas estatalistas con el objetivo de frenar a Pekín.
Por otro lado, los países europeos que menos barreras y límites al mercado quieren poner, los que menos sinizan sus prácticas, son, irónicamente, los más pro-chinos. Muchos de ellos se han sumado a la Nueva Ruta de la Seda, el megaproyecto de infraestructuras e influencia exterior mediante el que China quiere modelar la globalización y el mundo. Grecia, Portugal, Hungría o Italia, entre otros, se han unido a este plan, del que esperan obtener inversiones, infraestructuras y favores comerciales. Washington y Bruselas han mirado este proceso con mucho recelo, pero sin demasiadas opciones de evitarlo. Simplemente, desean sincerar los aranceles, porque EEUU se retroalimenta de China.