El presidente de EEUU, Donald Trump, apareció en público el pasado sábado con una mascarilla de color azul oscuro que, en un extremo, tenía estampado el sello de color dorado de la Presidencia y estaba sujeta a sus orejas. Era la primera vez que la usaba desde el inicio de la pandemia del coronavirus, en un momento en el que el país debate si su uso debe hacerse obligatorio. El presidente la utilizó durante una visita al hospital militar Walter Reed, a las afueras de Washington, donde tenía previsto reunirse con el personal sanitario y con militares que están recibiendo tratamiento.
Hasta ese momento, Trump se había resistido a llevar una mascarilla en público porque consideraba que “da una imagen de debilidad” y había puesto en duda su eficacia, algo que contradice los consejos de las autoridades sanitarias del país. En declaraciones a la prensa, el mandatario había puntualizado: “Nunca he tenido nada en contra de las mascarillas, pero sí creo que tienen un tiempo y un lugar adecuado”. Y aunque, al fin, había cedido, intentó ofrecer una imagen de fortaleza, rodeándose de militares y de miembros del servicio secreto que no se detuvieron ni un minuto ante las cámaras mientras el mandatario, al frente, dirigía el rumbo de la comitiva.La decisión de Trump fue tomada en medio de un debate sobre la necesidad de que los gobernadores obliguen a sus ciudadanos a taparse la boca y la nariz para evitar que aumenten aún más los contagios, que están alcanzando niveles récords, especialmente en el sur y oeste del país. Por primera vez en meses, creció la tasa de mortalidad al registrarse un total de 4.200 decesos en todo el país, sobre todo, en los estados de Texas, Arizona y Carolina del Sur, mientras que, en otros cinco estados (Florida, Misisipí, California, Tennessee y Luisiana), experimentó un aumento del 20% en el mismo periodo, según The Washington Post.Pero el carácter obligatorio de las mascarillas creó una división entre aquellos estadounidenses más progresistas que quieren que todo el mundo sin excepción cumpla la norma y aquellos más conservadores que se oponen por motivos políticos al considerar que el coronavirus es una “farsa” como dijo Trump al comienzo de la pandemia. Una “farsa” que ya suma casi 3,23 millones de casos y 134.600 muertes, según la Universidad Johns Hopkins. Todo lo cual obligó a Trump a ponerse la mascarilla.