Rambla Méndez Núñez 3
03002 Alicante
Habitación: 2105
Fecha de entrada: 11/03/2015
Tarifa:
Es sólo el tercer edificio más alto de la ciudad, pero posiblemente sea el más representativo del skyline alicantino. 28 plantas, estrecho, alto, rodeado de balcones con preciosas vistas al mar y a la montaña y con una fachada formando un gran mosaico que dibuja un sol. Ubicado a pie de la Explanada de España y de la Rambla, en la zona más comercial y turística de la ciudad.
Una estrecha puerta giratoria nos deja en el pequeño lobby del establecimiento. Suelo de mármol blanco y negro algo trasnochado, y varios grupos de sofás de piel marrón raídos y bastante deteriorados. La luz de la calle entra por los enormes ventanales de dos de sus cuatro paredes. A la izquierda encontramos la pared con los ascensores y la escalera y justo de frente el mostrador de recepción algo desordenado y lleno de papeles, registros y fichas de viajeros.Una amable señorita nos atiende pero no es capaz de encontrar nuestra reserva. Otro compañero viene a ayudarle pero tampoco la encuentra. Miramos por el nombre, por el apellido, por el segundo apellido, por el localizador del bono, pero allí no aparece. Desde recepción llaman a algunos hoteles de la ciudad a ver si tienen disponibilidad de habitaciones. La cosa no parece fácil. Nos invitan a sentarnos en uno de los sofás mientras se busca una solución. Me veo durmiendo fuera. Cosa que seguramente hubiera agradecido, pese a tener que desplazarme hasta otro establecimiento. Pero al final hay suerte, o no. Y aparece mi reserva.
Rápidamente se rellenan los formularios, firmamos y nos entregan la llave junto con la clave del wifi que es gratuito y funciona con algunas interrupciones.
Un estrecho ascensor algo oscuro y con un espejo casi tapado con carteles del hotel nos sube rápidamente hasta la planta 21. A partir de la planta 15 se escuchan algunos ruidos extraños y parece como si la ascensión fuera más costosa. Salimos a un vestíbulo como de vivienda con 6 o 7 habitaciones que se abren a él y dos grandes columnas con espejos a cada lado. Todo respira antiguo: el mármol del suelo, los carteles, los espejos de las columnas, las puertas de madera con molduras, el color beige de la pared, incluso la campanita que suena al llegar el ascensor.
Tras la puerta, un pasillo estrecho con terrazo rojo en el suelo y paredes blancas gira al fondo a la izquierda para llevarnos a la habitación. A mitad de pasillo, antes del giro hay una pequeña mesa y justo en el giro, al lado de una puerta que debe comunicar con otra habitación contigua, una silla pasada de moda. Huele a una mezcla de cerrado, tubería, tabaco y antigüedad. Al girar el pasillo encontramos a la derecha la puerta de madera del baño. Y unos pasos más adelante, el marco de la puerta -la puerta en sí ha desaparecido, aunque no las bisagras- que nos deja en el dormitorio.
En él el suelo cambia a terrazo negro y marrón. El espacio es pequeño. Un armario empotrado con puertas de madera pasadas de moda, con un colgador corto, una balda y una caja fuerte, un galán de noche metálico dorado, una cama colocada frente a un cabecero de madera de rejilla con dos pequeñas mesillas. Sobre el cabecero dos apliques de luz algo trasnochados y dos cuadros de motivos marineros. A continuación de la cama y delante del balcón, una silla como la que había en el pasillo y un minibar exento, que obstaculiza la salida a la pequeña terraza, desde donde las vistas son absolutamente formidables. Quizá lo único bueno. Especialmente al amanecer. En la pared que hay a los pies de la cama se ha colgado torcido un plasma moderno con los cables colgando y junto a él, un aplique de luz, que también cuelga su cable hasta el enchufe del suelo.
Bajo la ventana hay un equipo de aire acondicionado de esos antiguos que salen hacia el exterior del edificio. Ni nos atrevemos a probarlo. Y junto a él un radiador que no funciona. La temperatura de la ciudad no lo precisa. La ventana se cubre con un foscurit y un visillo bastante desgastados y desgarrados que hacen que los primeros rayos de luz llenen la habitación. Pese a que la carpintería de aluminio parece nueva, la insonorización externa es horrorosa y pese a estar en un piso 21 se escuchan los coches, motos, autobuses... que pasan por la Explanada que queda dos calles más allá. La insonorización interior también es escasa y escuchamos llegar al resto de vecinos de planta (menos mal que son pocos). Además, cada poco tiempo se escucha un ruido como de algo rozando (quizá sea el ascensor) que parece que hace contraerse al edificio entero. Toda la noche.
No hay sitio donde dejar la maleta. No hay mesa trabajar. No hay una butaca algo cómoda en la que sentarse. No hay enchufes en ningún sitio, así que tenemos que desconectar la nevera para enchufar el portátil. Como el espacio es muy reducido llega el cable hasta la cama.
La cama puede tener los mismos años que el hotel. Es una. Grande para ser individual. Pequeña, muy pequeña, para ser doble. El colchón de muelles, incomodísimo y desgastadísimo se comba nada más tumbarnos. Acabamos clavándonos en la espalda el somier de abajo. Menos mal que la lencería es blanca, limpia y suave, aunque la colcha color arena que la cubre está remendada y recosida por varios puntos. Las dos almohadas son más grandes que la cama, invadiendo el espacio de las mesillas. Una es más gruesa que la otra.
El baño es diminuto. La mínima expresión. En mármol marrón. Apenas 2 metros cuadrados para recoger una bañera, un pequeño radiador, un lavabo con una pequeña encimera y un inodoro situado delante del lavabo. A tan escasa distancia que es imposible sentarse sin golpearse las rodillas con la encimera y el toallero. La grifería aparece roñosa y antigua. El agua sale como si fuera una ducha con varios chorrillos sin caudal ni presión. Tanto que hay que frotarse las manos para quitarse el jabón ya que el agua no tiene suficiente potencia para arrastrarlo.
El set de lencería es adecuado. Dos toallas de ducha, dos de baño. Limpias y correctas. Las amenities son generosas: peine, cepillo de dientes, gorro de baño, esponja, lustrazapatos y un bote de gel anclado a la pared junto al lavabo y otro en la ducha. La bañera es nueva, recrecida sobre la anterior lo que la eleva considerablemente y la deja exactamente a dos metros del techo, por lo que toca ducharse en cuclillas. Una cortina blanca separa el espacio del resto del baño. Ni presión ni caudal en el grifo. Cuesta mojarse y cuesta aclararse y difícilmente despertarse.
El desayuno comienza a las 7.30 así que salimos antes del hotel. En la recepción no hay más preguntas que por el minibar... Supongo que no se atreven... Factura, al sobre y nos vamos. Adiós.
Calidad/precio:
Servicio: 6
Habitación: 3
Baño: 3
Estado conservación: 1
Valoración general: 3.5