Revista Cultura y Ocio

Tsunami, por Juan Ignacio Colil

Publicado el 02 noviembre 2014 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Tsunami, por Juan Ignacio Colil Editorial Das Kapital. 243 páginas. 1ª edición de 2014.
Ya comenté en el verano de 2010 el libro de cuentos de Juan Ignacio Colil (Santiago de Chile, 1966) titulado Al compás de la rueda. El libro me llegó gracias al poeta Leandro Hernández, a quien conocía gracias a un foro literario. Juan Ignacio es profesor de Historia en el mismo colegio de Santiago de Chile en el que Leandro da clases de Lengua, y ambos publican en la pujante editorial chilena Das Kapital. Este año ha aparecido un nuevo libro de cada uno de ellos casi por las mismas fechas en que se publicó mi novela El hombre ajeno. Así que en verano intercambiamos libros.
Hace tres años Al compás de la rueda me causó una grata impresión, eran cuentos escritos por un autor maduro, con oficio, y tenía ganas de acercarme a la nueva novela de Colil. Al repasar ahora lo que escribí sobre ese conjunto de relatos, me percato de la fuerte relación que existe entre ese libro y esta novela titulada Tsunami. “El tono de amenaza es constante en este relato, como en casi todas las páginas de Al compás de la rueda.” “Como Bolaño, Colil también usa a la figura del escritor o el poeta como protagonista de sus historias”, estas dos frases que escribí sobre Al compás de la rueda las rescato ahora para hablar de Tsunami.
Tsunami comienza con un escritor de cuarenta años -que en la página 115 sabremos que se llama Juan Colil- recibiendo una llamada telefónica. La municipalidad de un pueblo de la costa de Chile le invitar como ponente para celebrar un homenaje al escritor Emilio Fontana, muerto en la localidad diez años antes. El escritor acepta porque no está en condiciones para rechazar un trabajo, aunque no siente mucho entusiasmo por las novelas brevísimas y los poemas crípticos de Fontana.
Un jueves por la tarde llega al pueblo con la idea de irse el domingo. Se aloja en el hotel, conoce a los demás invitados, a los representantes del municipio… y su visión de lo que ve será siempre crítica, inmerso en el sarcasmo propio del desencanto y el fracaso. “No sabía que mi libro se pirateara. De hecho ni siquiera sabía que se vendía; los únicos ejemplares vendidos eran los que yo había comprado para revenderle a amigos”, nos dice el narrador sobre su obra en la página 34, cuando está a punto de firmar a una admiradora uno de esos ejemplares pirateados de su libro; pero ahí está de nuevo el fracaso para caer sobre él: la supuesta admiradora le ha confundido con otro escritor.
Nuestro escritor acabará la noche del jueves huyendo de los escritores veteranos que admiran a Fontana y bebiendo en el último bar con Fernando Montenegro, un no ya tan joven escritor que es descrito así por Colil, inmisericorde con sus compañeros literarios: “Un pedante que escribía cuentitos en los que narraba sus supuestas aventuras sexuales y su vida callejera colmada de excesos. Había leído uno de sus libros. Sus narraciones parecían traducciones españolas de algún gringo. Los tipos eran tíos que jodían y todo era pollas, coños, gilipollas, ostias y así interminablemente” (pág. 14). Además de despotricar contra el mundillo literario, Colil intentará ligar con Julieta, una poeta de su edad y mirada triste.
La novela pasará de ser metaliteraria a negra cuando Fernando desaparece dejando tras de sí un abrigo ensangrentado. ¿Se ha suicidado imitando a Fontana, quien según la versión oficial se adentró románticamente en el mar para poner fin a su vida? ¿Se ha ido del pueblo sin despedirse? ¿Ha sido asesinado? A partir de aquí un aire de amenaza se cierne sobre el pueblo costero, ya que además de la desaparición de Fernando, puede que en breve se produzca un tsunami. Además, se empieza a preguntar Colil, ¿quién era en realidad Emilio Fontana? Fernando la noche de la borrachera le había dicho que no era quien todo el mundo pensaba, que había recabado información sobre él que lo alejaba de la inmaculada imagen de prócer de las letras. ¿Por qué Recaredo, vecino del municipio y trabajador del ayuntamiento, había afirmado ante Colil que “Fontana era una mierda”?
Sobre la figura de Emilio Fontona empiezan a cernirse sombras, ¿quién es en realidad Fontana?, se pregunta Colil, quien no duda de servirse de una estratagema para entrar en la habitación de Fernando (antes de que se haya anunciado su desaparición) para hacerse con un cuaderno en el que éste ha recabado información sobre el escritor.
La influencia de Roberto Bolaño me parece relevante en la composición de Tsunami: en una novela metaliteraria se crea un misterio policiaco sobre desapariciones y muertes, además de iniciarse una búsqueda sobre un escritor –Emilio Fontana- cada vez más inquietante.
La primera parte de la novela acaba en la página 175. Al principio pensé que realmente Tsunami acababa ahí, porque existe un cierre que bien podría haber funcionado como final de la novela; y que después Colil y sus editores habían decidido añadir al volumen algunos relatos más. Pronto me di cuenta de mi error: tras la sección del libro titulada Apariciones encontramos unos relatos que podrían funcionar como composiciones independientes, pero que están narrador por personas que de una forma u otra tienen relación con lo leído en la primera parte, como alguno de los personajes que conocemos, ahora en la edad infantil, en el pueblo donde fue a morir Fontana. La figura de Fontana aparecerá en estas composiciones siempre como una figura lejana, ominosa, aunque gracias a la información velada que va recibiendo el lector ya conoce en gran parte la esencia de sus secretos. Esta presentación elusiva del escritor buscado me ha vuelto a recordar a Roberto Bolaño, a la escritura de una novela como Los detectives salvajes. Los narradores de la segunda parte de esta novela hablan de su relación con Belano o Lima pero siempre desde la bruma; de esta forma aparece Fontana en estas narraciones que componen la segunda parte. Lo cierto es que en esta segunda parte cambia el tono narrativo del libro; de cínico y rítmico pasa ahora a intimista y lírico.
Además de un relato final, titulado Mirando desde la vereda, también podemos acercarnos en este tramo final del libro declaraciones en los juzgados, que nos ayudan a comprender cómo acabó la historia del homenaje a Fontana en el pueblo de la costa, con sus desapariciones y muertos; además de noticias de distintas época que, de forma elusiva de nuevo, nos aportan nuevos datos para comprender la posición de Fontana en el canon literario de su país.
La primera parte de Tsunami se hace muy entretenida; me interesa ese narrador que el autor hace coincidir con su nombre, y su visión desencantada del mundo literario. El misterio que se va creando sobre la figura de Emilio Fontana incita a seguir leyendo. Quizás el punto negativo de esta primera parte sería que en algún momento se pone en juego la verosimilitud narrativa, con Colil metido a detective aficionado, pero en cierto modo este escollo se salva porque al finalizar la primera parte y reflexionar sobre lo leído todo adquiere un aire de sueño, de novela casi expresionista, sobre los silencios de una comunidad y su violencia contenida. Quizás también la longitud de la primera parte queda descompensada respecto a las otras y resulta raro acercarse a más capítulos de una historia cuando uno ya ha tenido la sensación de haber leído un final adecuado para la misma. Creo que Tsunami hubiera ganado en hondura con un simple juego de montaje narrativo: colocando los relatos finales, las declaraciones ante el juez, las noticias relativas a Fontana… entre los capítulos de la primera parte. De este modo el misterio hubiera ido creciendo y aunque en cierto modo se hubiera adelantado el final, la novela hubiera quedado más compensada. O bien, haber extendido la parte final hasta que alcanzara una longitud similar a la primera. Y esto muestra que me quedé con ganas de más, quería leer más sobre la juventud de Fontana, sobre su vida durante la dictadura de Pinochet, quería que se alumbrasen para mí más zonas oscuras del personaje. Quedarme con ganas de más nunca lo considero un demérito de un libro, si no que me sirve de indicador para saber que he disfrutado de la lectura, de que el autor ha conseguido interesarme en los temas y en los personajes. Y lo único que le puedo reprochar a mi amigo cibernético Juan Ignacio Colil y a su Tsunami es una mayor ambición compositiva, haber pasado de escribir una notable novela como es ésta, una novela que se lee sin perder nunca el interés, a haber podido escribir una grandísima novela sobre los silencios y las zonas oscuras de una sociedad, la chilena, que ha tenido que convivir con una dictadura (como la española) sobre la que no se aplicó la justicia debida.
Desde aquí, porque sé que tiene el talento suficiente, animo a Juan Ignacio Colil a escribir esa gran novela sobre la sociedad chilena que sé que puede darnos. 

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