Revista Opinión

Tsundoku

Publicado el 21 junio 2019 por Carlosgu82

Tsundoku

Hace no mucho quise dedicarme a escribir en torno a la manera en que había ido surgiendo mi biblioteca personal. Me parecía la forma más apropiada para volver a escribir tras un largo tiempo de ausencia, y un buen comienzo en esta plataforma.  Sin embargo, al poco escribir me percaté que mi relato, aunque fluido, era bastante romantizado, casi llegando a lo cursi.

Mi biblioteca no es muy amplia. Sin embargo, había nacido de la necesidad de mis padres por tener un material de lectura propio, dado que ellos nunca contaron con estos cuando eran jóvenes, solo con las bibliotecas públicas. Yo le había dado continuación a ese proyecto. Y, a pesar de que había comenzado a comprar mis propios libros en la Universidad, logré que esta creciera de una manera acelerada. Observo en mi habitación que se han ido acumulando, poco a poco, con cada ida a la librería y que, tras pasar un breve instante, ya me he hecho de algún libro, incluso cuando no he terminado con el libro que lleve en la mano ese día. Es otro que irá a la pila de libros sin terminar de leer.

Hace tiempo se empezó a popularizar el término Tsundoku para este tipo de actitudes. La palabra de origen japonés despertó en muchos columnistas la necesidad de mencionarla para hablar de esta curiosa actitud, y para empezar polémica en torno a qué tan saludable puede ser el realizarla. Una de las primeras en aparecer como opositora del Tsundoku fue Marie Kondo, conocida por tener un método de organización aplicable en la vida diaria. Es difícil no darle la razón cuando explica sus razones para no realizarlo más. Puede ser que sea lo necesario.

Sin embargo, me veo contemplando mis libros que se han ido acumulando, y les buscó una justificación no solo a su existencia, sino que trato de encontrarle esa misma razón al Tsundoku. Primero, comenzando con en el artículo de Jessica Stillman acerca de los beneficios de rodearse de libros. Es breve, más dice lo que quiero oír, que debo de seguir rodeándome de ellos. Busco creerle, y es entonces cuando encuentro otra manera.

Puedo justificarlo con una imagen, o más bien, con un video: Umberto Eco caminando entre su biblioteca en búsqueda de un libro. El video, fácil de encontrar en Youtube, no requiere de mucho para legitimar a todos aquellos que, como yo, deseamos el seguirnos rodeando de libros, a pesar de que muchos no vayan a ser leídos nunca. El andar por su laberinto personal, recordando tal vez a Borges, le lleva por caminos que dejan a la imaginación el saber que clase de obras le acompañaban, cuántos de ellos habrá leído; cuales, al igual que varios que están en nuestros estantes, no fueron más que hojeados una vez.

Al igual que Eco, uno puede hallar imágenes de escritores reconocidos que, sin conocer la palabra Tsundoku, fueron practicantes de este hábito. Y eso me alegra, a medias. Porque sé que no sólo se trata de acumularlos y ya.

Se trata de equilibrar el impulso, crear una mejor biblioteca para nosotros mismos. Pero eso implica tener que ser crítico con nuestros comportamientos. No puedo creer en una biblioteca totalmente reducida como pide Kondo, pero si en una mejor pensada. Menos romantizada como la vi por primera vez al buscar relatarla.

Vuelvo la vista a aquellos libros que me rodean. Sé que algunos de ellos sería mejor que los vendiera o los regalara. Unos fueron hojeados y noté que no eran lo que buscaba. Otros ni siquiera los he visto. Es momento de hacerlo y descubrir cual será el destino de ellos. Puede que terminen en una biblioteca personal mejor.


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