Una alcancía
Una alcancía, es un recipiente que sirve para guardar dinero con el propósito de ahorrar. Su origen proviene de la palabra árabe kanzîya que significa tesoro escondido, la cual describe su nombre a la perfección.
Imagínese que usted paga el autobús y le sobra un cambio, luego paga algo en la tienda y le devuelven unas monedas más. Al llegar a casa, en vez de tirarlas por allí, las deposita en una alcancía y si esta costumbre de ahorro se convierte en un hábito, en algún momento contará con un tesoro acumulado que será de gran utilidad.
Suponga por un momento que un día decide hacer uso de tal tesoro y al abrirlo se encuentra con un reconfortante ahorro que podrá canjear a disposición. Estará orgulloso de haberlo ahorrado. Pero deténgase un momento aquí por favor. ¿Sería capaz de reconocer dónde y cuándo recaudó cada pieza ahorrada?
Aunque quizás haya una o dos piezas especiales que sí pueda identificar, lo más probable es que las demás solo pueda apilarlas por tamaño o valor, sin reconocer su origen, siendo todas el resultado de haberlas atesorado sin realmente importar la fuente. Aun así, entre más haya colectado, mayor será el ahorro y por derivación mayor su beneficio.
Ahorre esos momentos
Lo mismo sucede con nuestras experiencias diarias. Por más simple que parezca, cada momento tiene un valor especial, como si se tratara de unas monedas de cambio que si las ahorramos, crearíamos un tesoro. Quizás conviene meditar qué hacemos con todos esos momentos que vivimos día con día. ¿Los derrochamos ó los atesoramos?
Muchas personas sienten que sus vidas han transcurrido simples o sin sentido y que están vacías. De igual forma muchas personas se quejan de nunca tener dinero. Si comparamos los dos escenarios, parece ser que ambos evidencian la carencia de un hábito que les permita ahorrar para conseguir un capital.
Al igual que una alcancía no se llena comprando lotería (por ser algo muy improbable), la vida no se llena con golpes de suerte (también muy improbables), sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días. Si quieres disfrutar de un tesoro, primero tienes que empezar por hacer del ahorro una práctica constante. No podrás disfrutar de él, hasta que no lo hayas construido.
No clasifique los ahorros, enfócate en aumentar el capital
En una conversación que sostuve, alguien me dijo: -Mis momentos especiales están asociados a personas que no deseo recordar; por eso prefiero olvidarlos.-
Como ejemplo, supongamos que tuviste una cena especial con alguien que luego te lastimó. Aquí tenemos dos hechos distintos. Tuviste una “cena especial” con alguien, quien luego “te lastimó”. Si se tratara de una cuenta de ahorros, la primera incrementaría el saldo (ahorro + ) y la segunda le restaría (débito – ). ¿Cuál aplicarías? Entonces podrías pensar, que las dos van juntas por tratarse de la misma persona… Negativo. Claro que podrías elegir eliminar todo recuerdo asociado (bueno o malo) como consecuencia de lo sucedido, lo cual podría sonar más sencillo. Si fuera una cuenta de ahorros, sería como retirar lo que habías depositado y dejar el balance en cero. Pero esto sería como negar que sucedió y estarías derrochando un ahorro a tu favor por culpa de un hecho fuera de tu control, resultando ambas en total pérdida de tiempo para tu vida.
Aunque suene frío, si reconocieras los momentos como experiencias personales, prescindirás de los nombres y ahorrarías la “cena especial” a tu alcancía de vida aumentando en positivo tu capital de vida, que llamaremos tesoro. El que luego “te lastimó”, no debería restar mérito a las otras experiencias ya vividas. Quizás no suceda, pero si algo sale mal, solo ignora ese nombre o ese asunto de tu vida y sigue adelante, sin alterar negativamente tu tesoro.
No se trata de omitir a las personas, pero si clasificas cada recuerdo con nombres, estarías endosando lo ganado, a la suerte de otras personas de las que no tienes control. Sería un ahorro condicionado y sin garantía.
Con esto no quiero decir que las personas a tu alrededor no merezcan el crédito, pues al final son indispensables en la vida, ya sea de forma positiva o no. Pero al igual que no clasificas el cambio del autobús o de la tienda, a la hora de ahorrarlo en la alcancía, no tienes que mancomunar tus vivencias personales. Al final tu tesoro personal valdrá por lo que eres como persona individual y por lo que has logrado construir a partir de ello, pero no por lo que otros han hecho en tu vida.
Conclusión
Quizás suene irracional, pero son muchas las personas que viven una vida sin sentido dependiendo de la complacencia ajena, a merced de satisfacer a otros. No saben ahorrar y no pueden construir un capital de vida propio. Por eso sus vidas están vacías y son regidas por la suerte del destino. Sienten envidia de los méritos ajenos y se sienten fracasados o simplemente no encuentran complacencia en sus vidas.
Al igual que ahorramos en una alcancía valores pequeños, que con el tiempo se incrementan y se convierten en un tesoro, de la misma forma momentos positivos deben atesorarse para aumentar el valor y disfrute de nuestra vida.
Vive la vida intensamente y atesora esos momentos especiales que darán el sentido a tu existencia. Construye un capital de vida (tesoro) que te permita valer más todos los días. Como un consejo, intenta no “categorizar” o “poner nombre” a las fuentes de tus ahorros, para que estos no estén condicionados, ni nadie te los pueda arrebatar.
Retribuye a quienes sean parte del desarrollo de tu vida y a quienes te permiten intensificarla. Pero recuerda que la alcancía de tu vida se llena con esos momentos personales que decidas ahorrar. Entre más disfrutes y abones momentos, mayor será el tesoro tu vida.
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