Está bien, lo reconozco, el título es un pelín sensacionalista. Pero ni punto de comparación con los típicos slogans de los anuncios de coches: “siente el poder en tus manos”, “sigue el camino de la libertad”, “soy tuyo por 1 euro al día”…
Tras recibir la notificación del juzgado informándome de que la próxima comparecencia no será hasta la segunda quincena de septiembre, he decidido irme unos días a la costa. No he debido ser muy original ni en el destino ni en el día ni la hora de partida, pues nada más salir de la ciudad me he encontrado con la carretera colapsada. Y precisamente durante ese largo trayecto he gestado este artículo, más una decisión personal irrevocable: deshacerme de mi coche.
En este artículo trataré de analizar las implicaciones en la salud que conlleva el disponer de vehículo propio (de ahí su título). Para ello he diferenciado 4 ámbitos: salud personal, salud financiera, salud medioambiental y salud social. ¿Arrancamos?
Es harto sabido que los accidentes de tráfico representan una de las principales causas de mortalidad no natural (de hecho la primera entre los jovenes de 16 a 25 años), pero no es mi intención centrarme en este fatídico punto. En cualquier caso, y más que nunca en este mes de agosto: “precaución amigo conductor”. Si me gustaría introducir otro aspecto menos dramático y más cotidiano: el uso diario del vehículo propio es una de las principales causas de obesidad. Muchas son las personas que tienen la “suerte” de disponer de parking en su vivienda y en su lugar de trabajo. De esta manera, durante la jornada apenas necesitan dar unos centenares de pasos, que requiere horas y horas de gimnasio para compensar los efectos nocivos sobre la salud de ese sedentarismo extremo. Y el coche no solo afecta al físico; agria el carácter y saca lo peor de nosotros mismos. Si dudáis de ello tan solo tenéis que tomar el primer taxi que se os aparezca y mantener una breve conversación con el conductor…
En segundo lugar, la salud financiera de nuestra economía también se resiente sobremanera por los costes asociados a la tenencia de vehículo propio: préstamo para la adquisición, seguro, gasolina, parking, impuesto de circulación (IVTM), peajes, mantenimiento, reparaciones… Calcular la suma anual es escalofriante; sin duda representa un porcentaje más que considerable del presupuesto familiar. Por otra parte están proliferando diversas iniciativas de “carsharing” (coche compartido) que ofrecen una interesante alternativa al coche de propiedad. En Madrid ya están en funcionamiento Connect by Hertz y Respiro, y en Barcelona Avancar.
Pero, contrariamente a lo que se podría pensar teniendo en cuenta la lista de dispendios del punto anterior, el precio que se paga por tener un coche propio es tan solo una pequeña fracción del coste total, ya quien soporta el mayor coste son: el medioambiente, las personas que no disponen de vehículo (la inmensa mayoría de población del tercer y cuarto mundo) y las generaciones futuras. Esto es lo que en términos técnicos denominamos externalidades; cuestiones irrelevantes para la teoría económica ortodoxa, pero a largo plazo el “peaje” es tan elevado como inevitable, y quizás hasta irreversible. No faltarán las voces que digan que la compra-venta de coches es imprescindible ya que es uno de los principales motores de la economía. Esto más que un argumento es un chantaje. Y además se puede refutar por la vía del reductio ad absurdum: si aceptamos ese planteamiento también podemos hacer lo propio con la industria armamentística, y aún con más fundamento, pues cuando se utilizan esos “bienes”, quedan arrasadas ciudades enteras que requerirán ser reconstruidas (y por ende proporcionarán mayor crecimiento económico). ¿Exagerado? Bastaría hacer un sucinto repaso al origen y desarrollo de los principales conflictos bélicos actuales para comprobar que no, pero entrar en ello supondría tomar un desvío que hoy no viene al caso.
Y ya entramos en el último de los 4 ámbitos: el social. Si preguntamos a cualquier familia de nuestro entorno porqué tienen coche propio, la respuesta más recurrente será un categórico “porqué lo necesitamos”. Sin embargo, suponiendo que se trate de una familia urbana estándar, si profundizamos un poco esa supuesta “necesidad” comenzará a tambalearse hasta metamorfosear en una simple “comodidad”. La publicidad automovilística es las más omnipresente en los medios y también la más elaborada y persuasiva (nos guste o no, todos tenemos grabados en nuestro subconsciente un sinfín de spots de coches). Si la necesidad fuese tan real, ¿haría falta semejante artillería propagandística? ¿Necesitamos coches, o necesitan que tengamos coches? 2 cuestiones que dejo para la reflexión.
Y es que la tenencia de vehículo propio lleva implícita un arraigado factor social. El célebre escritor vallisoletano Miguel Delibes ya lo plasmó en su inmortal novela “Cinco horas con Mario”:
“… hoy un seiscientos lo tiene todo el mundo, Mario, hasta las porteras si me apuras, que a la vista está. … A una mujer le humilla que todas sus amigas vayan en coche y ella a patita. … Porque yo no digo hace años, pero lo que es ahora, si parece que los regalan. Mario, lo que se dice todo el mundo.”
La visión machista por fortuna ya se ha superado. Sin embargo, ese componente de status reflejado en el texto (que es de 1966) desgraciadamente aún sigue vigente.
En fin, está decidido. A la vuelta de vacaciones me desharé de mi vehículo. No será fácil, y me daría con un canto en los dientes si alguien que lea estas líneas llegara a plantearse dar ese mismo paso. Porque ocurre como con el tabaco, una vez lo has probado y te acostumbras, cuesta mucho renunciar a él. Y las nuevas generaciones crecen rodeadas de un auténtico culto a esos amasijos de hierros. Por ejemplo durante el trayecto hacia la costa un escalofrío ha recorrido mi cuerpo al contemplar una escena en el coche que tenía parado justo ante mí. En él había 2 niños hieráticos, absortos con la película “Cars” de Disney en la pantalla incrustada en la parte posterior del reposacabezas del asiento delantero.
Pero la realidad es tozuda, y más tarde o más temprano se reconocerá que el que cada individuo disponga de un vehículo particular no es una necesidad, sino un despilfarro de recursos y una fuente de polución física, mental y medioambiental insostenibles. Yo he decidido bajarme ya. Y considero que aparcando definitivamente el coche podremos llegar más lejos.
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