Revista Cultura y Ocio

Tú decides

Por Aceituno
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No siempre las cosas son como parecen. Hoy escribo este post más tarde de lo habitual porque hemos tenido que pasar todo el día en el hospital. Pues bien, lo que a primera vista puede parecer una mala noticia (a nadie le gusta pasar todo un día en el hospital) en este caso se torna casi buena por los resultados obtenidos. Mi enfermedad está estancada: el tumor no crece, lo cual parece ser la mejor de las noticias porque nadie espera que se haga más pequeño (eso entraría ya en la categoría de “milagro”) así que, el hecho de que no se haga más grande ya es todo un notición. Esto quiere decir que mi vida seguirá igual, ni mejor ni peor, simplemente igual.

Entonces ¿son buenas o malas noticias? Pues depende de por dónde las quieras mirar. No creo que en este caso pueda haber una respuesta objetiva. Habrá quien opine que son buenas noticias porque el tumor no ha crecido y habrá que considere que no son tan buenas porque al fin y al cabo mi vida va a seguir igual y, la verdad, no es una vida muy fantástica que digamos.

Esto suele suceder con más frecuencia de la que percibimos. Hay muchas cosas que nos parecen verdades incuestionables y sin embargo resulta que hay gente que opina lo contrario. Incluso cuando creemos que se trata de algo indiscutible, siempre existe una voz disonante que se posiciona en contra. Si la escuchas puede que hasta te haga dudar. Por eso la gente de derechas escucha poco, porque puede ser que si escuchan cambien de opinión y eso, para ellos, es impensable porque sus verdades son, han sido y serán verdades universales. Cambiar de opinión en algo sería peligroso porque se podría tambalear todo su mundo y derrumbarse como un castillo de naipes.

En cambio, según mi punto de vista, no hay nada mejor que cambiar de opinión, porque supone que has dado un paso adelante, que has aprendido algo que no sabías o te has dado cuenta de que estabas equivocado en algo. También supone que tenías una opinión previa y que a base de leer, escuchar y reflexionar has decidido que resulta más valioso el nuevo punto de vista que el que tú tenías. Y hay que ser muy valiente para admitir que estabas equivocado. Sobre todo en cosas importantes.

En cambio, hay que ser muy imbécil para seguir pensando que tienes razón pese a quien pese. Hay que abrir la mente, dejar que salga de paseo y que se ventile para que le lleguen ideas nuevas y refrescantes.

O no, también puedes dejarla ahí, anquilosada en un rincón, llenándose de telarañas y de moho con las viejas creencias de tu abuelo.

Tu decides.


Tú decides


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