“De Santa Teresa del Niño Jesús todos tenemos necesidad.” (S.S. Juan XXIII)
“Aunque fue llamada a la vida contemplativa, Teresa del Niño Jesús vivió en plena sintonía con la realidad misionera de la Iglesia universal. Su máximo deseo era amar y hacer amar al Señor, trabajando para la glorificación de la Iglesia y la salvación de las almas, como afirmaba en la oración en que se ofrecía a sí misma como víctima de holocausto al amor misericordioso.
La experiencia de la pequeña Teresa representa un camino singular de entrega a la causa de la evangelización, que se enraíza en el itinerario de santidad, requisito indispensable de toda vocación misionera. Como recordé en la encíclica Redemptoris Missio, “la vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a la misión. Todo fiel está llamado a la santidad y a la misión. Esta ha sido la ferviente voluntad del Concilio al desear, “con la claridad de Cristo, que resplandece sobre la faz de la Iglesia, iluminar a todos los hombres, anunciando el Evangelio a toda criatura”. La espiritualidad misionera de la Iglesia es un camino hacia la santidad” (n. 90)”.