Para cambiar las inercias de nuestra vida que no nos gustan hay dos caminos: el de la voluntad impuesta, que se basa en luchar contra nuestra realidad, es decir contra nuestra propia creación, y el de la imaginación capaz de seducir a nuestra realidad cotidiana. Para seguir esta última vía es necesario entrenar, fortalecer, a nuestra imaginación diariamente, reservar un espacio propio para imaginar sin límites ... para llegar a donde jamás nos habíamos atrevido.
La imaginación que deja de ser esclava de deberes autoimpuestos es la mariposa que nos recuerda nuestra auténtica esencia como seres libres. Sólo a través de ella, de sus alas, podremos levantarnos del suelo de una realidad en la que no nos podemos reconocer. Dejémosla volar ... que nos lleve a descubrir los sueños que aguardan nuestra presencia para poder ser realizados, para hacer de nuestra vida algo auténtico.
Te preguntarás, querido lector, de qué me sirve imaginar, como mucho, dirás, para huir de la realidad que no me gusta, una mera evasión por unos instantes. Esto es así si cuentas sólo con tu don Quijote, saquemos a tu don Sancho ... él representa lo que hay, es decir el punto de partida. Te propongo que dividas en dos con una raya una hoja, en un lado escribes lo que has imaginado, en el otro cómo es tu realidad diaria, ya tienes lo imprescindible para que exista un camino: un punto de partida y otro de llegada. Ahora sacas a tu ingeniero de caminos, canales y puertos y le propones que construya un puente entre el ahora y el futuro anhelado. Tu tiempo sagrado diario pasa a estar reservado al diseño de ese puente, a estudiar los pilares que tendrás que colocar ... Deja que tu ilusión habite el proyecto, acuéstate pidiéndote que en las dimensiones oníricas se te inspire. Verás, si eres constante, como sin darte cuenta tu mente empezará a disfrutar del diseño, hasta el punto que te sorprenderás pensando en él fuera de tu tiempo sagrado: es tu futuro anhelado viajando hacia ti.