Este lunes se celebró la festividad de la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad y de Zaragoza. Pasamos allí el fin de semana, en casa de mis padres, y por supuesto nos acercamos a ver a la Virgen.
A los niños y no tan niños que se acercan por la imponente Basílica hay dos cosas que les llaman poderosamente la atención. Por un lado dos de las tres bombas que el ejército republicano lanzó contra la Basílica en agosto de 1936 y que no llegaron a estallar. Hoy se exhiben en una columna junto a la Capilla de la Virgen.
Por otro lado, las diecinueve banderas de naciones hispanoamericanas que junto con la de España, Aragón y el Vaticano decoran varias paredes de la Capilla y del Coreto de la Virgen. Estas banderas son una ofrenda de los países hermanos de América al cumplirse el centenario de los Sitios de Zaragoza. Todas ellas fueron previamente bendecidas en Roma por el Papa San Pío X, que unió fervorosamente su bandera a la ofrenda.
Cuentan que en cierta ocasión, los sabios profesores de una congregación religiosa fueron recibidos por este Papa en el Vaticano. Con ellos viajaba un anciano hermano, el cocinero de la casa, que nunca había visto a su Santidad. Cuando el Papa entró en la sala de audiencias le llamó la atención la barba blanca del cocinero y se dirigió directamente a él preguntándole qué ciencia enseñaba.
- Santo Padre - tartamudeó el hombre, confuso-, yo soy solamente cocinero.
- Estupendo -replicó el Papa-. Usted es el más importante de esta sala. ¿Que harían todos estos profesores y que sería de su ciencia si usted no pensara en sus estómagos?
Y es que casi nunca lo más necesario es lo más brillante. Los esfuerzos mudos, y a veces no recompensados, que hacemos cada día en nuestra mejora personal tampoco brillan sobre nuestras cabezas. Acabarán brillando algún día, pero mientras tanto los cambios son casi imperceptibles, pero necesarios para no dejar de mejorar un poquito cada día, aunque sin brillo, sin notarlo.
No desesperemos si nuestros objetivos de lucha a veces parecen lejanos e inalcanzables. Sigamos batallando por cambiar. La gasolina no luce en el coche, ni siquiera se ve. Pero es quien lo mueve.