“¡Esta niña tiene mamitis!” o “eso es porque está enmadrada” son algunos de los comentarios que escuchamos las madres con mayor frecuencia. Ya sabemos que en esto de la crianza todo el mundo puede opinar y soltar perlas de este tipo por la boca. Y esos comentarios a veces duelen, sobre todo cuando vienen de círculos cercanos.
Desde el momento del nacimiento, los bebés necesitan estar con sus madres, crear un fuerte vínculo con ellas. Los primeros meses, la madre es lo más importante para el bebé. Con el tiempo, este círculo de apego seguro se va ampliando y los bebés comienzan a querer estar con otras personas. Pero por lo general, su madre sigue siendo su principal punto de referencia.
Los primeros meses de Sara, no quería que nadie la cogiera. Si alguien me la quitaba de los brazos, ella se ponía a llorar y ya llegaba la consabida frase: “¡qué mamitis tiene esta niña!” a lo que yo siempre respondía “¡menos mal que le ha dado por querer estar conmigo y no con el cartero o con la vecina!”
En realidad, la mamitis no existe. Lo que sucede es que los niños, que son muy pequeños y no saben gestionar sus emociones, se angustian cuando se separan de sus madres y lo expresan llorando. Es un proceso normal y natural del desarrollo evolutivo de los niños.
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En estos 4 años, hemos pasado muchos momentos de angustia por separación. La peor época fue cuando empezó la guardería y se quedaba llorando. Claro, la culpa era de la teta…si no tomase teta, seguro que no lloraba. ¿Me vas a decir que los bebés alimentados con leche de fórmula no lloran al inicio de la guardería? Pues como en todos los casos, no se puede generalizar. Unos niños se angustian más que otros por la separación de sus madres, da lo mismo que tomen teta, biberón o chuletones.
El año pasado, cuando cambié de trabajo y empecé a trabajar algunas noches, volvimos a pasar por un periodo angustioso. Tenía que dejar a Sara a dormir en casa de los abuelos. Imagina el panorama, siempre hemos dormido las dos juntas y de pronto, no sólo tiene que dormir en otra casa y en otra cama, sino que lo tiene que hacer sin mí. Esto ha generado algunos pequeños conflictos, sobre todo con mi padre, que lejos de entender que la niña estaba angustiada y asustada por tener que separarse de mí, decidió que la niña tenía mamitis y que la culpa era mía por haberla dejado dormir conmigo.
Ahora de nuevo pasamos por un periodo en el que mi hija necesita más de mi presencia y mi contacto. Desde que volvimos de las vacaciones de Semana Santa, no quiere ir al colegio ni a las clases de baile. Llora amargamente porque no quiere quedarse sola y que me vaya. Y también llora cuando se queda en casa de los abuelos. Sé de sobra que en el colegio lo pasa de maravilla, es más, si la lleva el abuelo, se queda feliz y contenta. Pero cuando está conmigo, no quiere que nos separemos. No tiene mamitis. Ella no entiende que tengamos que separarnos y sufre. Yo me agacho a su altura, la abrazo, hablo con ella calmadamente y le cuento todo lo que vamos a hacer juntas cuando la recoja del colegio o cuando vuelva del trabajo.
Es importante dejar que nuestros hijos se expresen, aunque sea llorando. Debemos estar ahí para calmarlos, para darles seguridad, para que sientan que pueden contar con nosotros. De esa forma se sentirán seguros.
Nuestros hijos no tienen mamitis. Eso no existe. Lo que tienen es necesidad de amor, de cariño, de seguridad. Son etapas normales en el desarrollo de cada niño. Todos los niños, en mayor o menor medida sufren esta angustia y nosotros debemos estar ahí para apoyarles, para darles nuestro amor. No debemos castigar ni penalizar estos comportamientos. Tratar a nuestros hijos con amor y cariño les hará crecer felices y con una alta autoestima.