Pasé un par de años de mi vida estudiando libros de filósofos con apellidos impronunciables…Casi tanto como sus teorias.
Pero finalmente comprendí, que quizás no querían ser entendidos.
Y logré imaginarlos ahi, jóvenes, soñadores y aturdidos. Escribiendo en papeles, que alguien juntó e hizo un libro.
Pude verlos queriendo ser lo que hoy son.
Los incomprendidos.
Tal vez, todos queremos eso, ser la incógnita de alguien, de un momento, de un instante. Que nos lean con ojos investigadores, nos descifren, nos desarmen.
Y nos hagan sentir un libro importante, de esos que huelen a historias que andan de boca en boca.
O que no nos comprendan, mejor aún, para sentirnos superiores a un entendimiento, que tal vez, no entendió nada, porque no habia nada que entender.
Así parece que andamos. Como libros cerrados, que dejan caer unas lineas sugerentes, escritas estrategicamente, para que alguien nos lea.
Desempolvamos día a día aquellas anécdotas que juramos que sólo las contamos a personas cercanas, de confianza, cuando en realidad, amamos, ¡amamos!, contarlas. Y a quién sea. A la primer persona que nos de la oportunidad de hacerlo. Que nos preste un oido y unos ojos. Porque por supuesto, no es una buena historia si no está dramatizada, porque miramos hacia abajo inventando detalles que no pasaron, porque nos acomodamos de manera tal que el viento nos sople la cara al momento de contar el final. Achinamos los ojos como queriendo recordar mas, cuando hay poco que recordar.
Y si conmueve, y si gusta, y si sorprende… Somos patéticos, pero que hermosa sensación.
Cuando nos miran, queriendo saber mas, y un destello de ego nos ilumina la cara, y nos permite ser estrellas durante unos segundos.
Miramos la hora, arreglamos nuestro cabello. Es nuestro momento.
Y somos eso.
El capitalista, el religioso, el bohemio, el soberbio, el neutro.
Publicistas de nuestro propio cuento.
Y vendemos. Siempre vendemos.
Una merecida comisión de amor propio.
Trabajada, en secreto, frente al espejo del baño y en la ducha.
Yo no te vi, vos a mi tampoco, pero lo sabemos.
Y es un trabajo que lleva tiempo.
Practicar la sonrisa.
La palabra justa.
La mirada en el momento clave.
Las manos.
Las respiraciones
Acto por acto.
Repasamos los personajes, primarios y secundarios.
Los diálogos.
Las suposiciones.
Las intervenciones.
Los vestuarios.
Asi estamos, jugando.
A ser superhéroes, magos, luchadores.
Millonarios, famosos, rompecorazones.
Quizás en el espejo del baño.
Quizás ahi esté la incógnita.
De los filósofos.
De ellos.
De nosotros.
El núcleo de las teorias.
La raiz de todas las cosas.
En el espejo del baño, jugando.
Ahi estamos.