Un día cualquiera llega un burofax: debes abandonar tu vivienda. Vence el contrato, no vas a renovar o te disparan el precio. Como tú, hay más familias afectadas en el mismo bloque. Empezará la pelea, a veces habrá ofertas para cambiar a un alquiler mucho más caro, algunos vecinos resistirán, otros se irán ante el temor de que todo vaya a peor. Tu edificio lo ha comprado un fondo de inversión.
El escenario se repite en las grandes ciudades de España y otros países. El objetivo de estos fondos es hacer negocio con activos inmobiliarios, mientras el acceso a la vivienda es cada vez más difícil en todo el mundo. Los movimientos de los fondos de inversión no explican por sí solos problemas de vivienda como la subida de precios, la escasez de vivienda asequible, el aumento de los pisos turísticos o la gentrificación, pero sí han cambiado el sector en los últimos años.
En España, el mercado inmobiliario ha cambiado radicalmente. A los fondos de inversión nacionales se suman gigantes internacionales como Blackstone y otros que acumulan viviendas en zonas urbanas clave. Esa entrada masiva de capital extranjero impulsa la especulación y ha contribuido a elevar los alquileres hasta poner en jaque la accesibilidad para las familias de clase media y baja. No es sólo un asunto de oferta y demanda; es una nueva forma de poder blando que está transformando las economías nacionales.
Crisis económica, oportunidad de negocio
La crisis de 2008 marcó un punto de inflexión en el mercado inmobiliario internacional. España, Irlanda, Portugal o Grecia, países abaratados por la recesión, se convirtieron en destinos más atractivos para el capital extranjero. La explosión de la burbuja inmobiliaria dejó a bancos y cajas de ahorros con millones de euros en activos tóxicos, desde hipotecas impagadas hasta promociones inmobiliarias inacabadas. Ante el colapso del sistema financiero, España y otros países europeos tuvieron que reestructurar el sector bancario, lo que dio lugar a una oportun...
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