En uno de los viajes de esta semana pasé a repostar en una estación de servicio de una autopista. Al terminar el carril de deceleración, la carretera se dividía en dos: una para ir hacia la zona de repostaje de camiones, y otra para ir a la zona de repostaje de coches y para salir del área de servicio.
En la bifurcación me encontré un camión de gran tonelaje con un remolque intentando hacer una extraña maniobra de giro. Por delante se subía al jardín, y la parte de atrás del remolque se subía en uno de los quitamiedos que protegían la zona. Pienso que el camionero al verse "atrapado" perdió los nervios y aceleró con fuerza hacia atrás. El remolque saltó por encima del quitamiedos y las dos ruedas traseras reventaron con sonoro estruendo.
Cuentan que hace años un reo había sido sentenciado a cadena perpetua en una vieja, sucia, húmeda y oscura mazmorra en el interior de una torre. No queriendo arrepentirse de sus faltas, gritó orgulloso que de allí escaparía. El rey, misericordioso, le dijo que le perdonaría si encontraba la única salida existente.
La celda tenía techo, suelo -con un registro de desagüe- y cuatro paredes. En una de ellas una alta ventana, y en otra una gruesa puerta de hierro con poderosos cerrojos. El preso consiguió alcanzar la ventana, y durante años estuvo intentando aflojar los barrotes. Cuando lo consiguió, se dio cuenta que la altura de la torre era tal, que intentar saltar, le costaría la vida. Intentó el desagüe, pero tampoco era el camino, ya que se ahogaría antes de llegar al río. Trató de romper la pared, pero después de años horadando la piedra, descubrió que al otro lado había una celda igual. La soledad era brutal.
Antes de morir de viejo, gritó al rey: "Tú me prometiste libertad, pasé mi vida buscándola con todas mis fuerzas y no la hallé. De haberla.. ¿cuál era la única salida?". El rey respondió: "Nunca me buscaste, no te arrepentiste. La puerta estaba abierta. ¡La salida era yo!".
Muchas veces cerramos el corazón al amor, a la verdad, al arrepentimiento, a la ayuda. Buscamos, hacer salidas encerrándonos en nuestros errores, hasta que nos damos cuenta que hemos pinchado nuestras ruedas, que estamos rodeados de gruesas paredes de necedad, rutina, autosuficiencia y orgullo. Ahora que termina la semana, piensa... ¿en cuantas cosas te has equivocado dejándote llevar por tu orgullo en vez de pedir ayuda o aceptar un consejo de alguien sabio?