“En tu tierra – dijo el principito – los hombres cultivan cinco mil rosas en el mismo jardín…y no encuentran lo que buscan…” (Antoine de Saint-Exupéry)
Los niños ven el mundo a través del cristal de la pureza, de la curiosidad, del amor. Quieren tocar todo, oler todo, preguntar todo, imaginar que hay dentro o detrás de todo, en pocas palabras aprovechan y disfrutan cada instante de sus vidas. Viven el presente, no se preocupan por el mañana y mucho menos por el pasado. Su mirada es transparente, sincera y te puede hacer sentir que quien te está mirando es Dios. Dicen simplemente lo que sienten, y no están midiendo sus palabras, a menos que tu disciplina para con ellos los obligue a hacerlo. Y es justamente allí cuando comienzan a perder la pureza de la infancia.
El mismo día que comenzamos a repetirles: “No digas eso” “Compórtate” “Cierra las piernas” “No te caigas” “No te ensucies” “Hazle caso a tus tíos” “Cuando los mayores hablan, los pequeños callan” “Si la maestra dice que así es, así es” “¿Vas a saber más que la maestra?” “Deja la inventadera” “Las hadas no existen, ¿No te parece que estás muy grande para seguir creyendo en esos cuentos?” “¿Hasta cuando me vas a estar inventando historias?” “Compórtate bien en la reunión, no quiero que me avergüences frente a los invitados”Estas mismas frases con las que tuvimos que crecer, fueron las que nos cerraron la ventana mágica al mundo de la infancia, nuestro verdadero mundo. Hubo una vez en que nosotros también soñamos despiertos todo el día, hablamos con duendecitos, imaginamos a una banda de hombres pequeñitos que tocaban música dentro de la radio, nos detuvimos a observar cómo las hormigas se llevaban pieza por pieza a un grillo muerto, soñamos cómo algún día pisaríamos la luna o nos enteraríamos de nuestra verdadera identidad de superhéroes y descubriríamos nuestros superpoderes extraterrestres, nos encantaba revolcarnos en la grama sin que nos importara que la ropa que llevábamos puesta le había costado un dineral a nuestros padres. Un día fuimos también niños, solo que lo olvidamos para poder ser gente grande.
A pesar de tu adultez, de tu status de gente grande y tus múltiples compromisos serios con otras personas serias, siempre te quedarán momentos para volver a ser niño si así lo deseas. Siempre puedes alejarte un momento, cerrar los ojos y reconciliarte con el niño que vive en ti y que alguna vez tuvo que dejar de jugar y de creer por la constante presión de los grandes para que se enseriara y se volviera uno de ellos.
Siempre puedes encontrar tiempo para ser niño y jugar con niños. Los niños son recelosos con la gente seria; pero cuando llegas a ellos como un niño, abren su mundo para tí sin ningún tipo de prejuicios o etiquetas. Si tienes hijos, es mucho más fácil por que ellos te guiarán y te recordarán las claves para reencontrar el camino a ese mundo mágico, puro y repleto de risas. Te aseguro que cuando comiences a visitar tu verdadero mundo, cada vez querrás permanecer más tiempo en él…….se puede seguir siendo gente grande y al mismo tiempo el niño que una vez fuiste y que te obligaron a encerrar bajo llave.
Encontrarte con tu niño interno es encontrarte con tu verdadero yo, los demás niños siempre te reconocerán y te darán la bienvenida por que no verán el cuerpo de gente grande en el que vives ahora……recuerda que ellos siempre ven lo que hay dentro o detrás de las cosas!!!!!!!!
Por Elvis Canino