Tienes una voz vibrante que haría temblar las mismísimas entrañas de la tierra.
Me sacudes cual río de lava quebrando la piedra.
Me agitas como el arroyo turbulento a los cántaros rodados.
Me zarandeas al igual que el viento a las hojas de los árboles.
Y con tu voz las hojas caen, las piedras entrechocan y la lava es fría comparada con tus besos en mi garganta.
Y si caemos en el arte del susurro, tu voz se vuelve almíbar que anega mi boca y sumerge mi vientre en un dulce arrullo de piedras quebrándose ante la fuerza de dos cuerpos temblando bajo el sonido de dos gargantas secas de esperar lo que nunca va a llegar:
tu susurro al alba y tu murmullo al crepúsculo.