Revista Viajes
Cantabria está llena de opciones y variedad para pasar un soleado domingo de este, ya avanzado, otoño disfrutando del aire puro, los verdes e infinitos paisajes que componen prados y montañas que abrazan los valles y cómo no, de la gastronomía autóctona de la zona. Esta vez nos decantamos por pasar la jornada dominical en la lejana localidad de Tudanca, encaramada a las laderas del bellísimo Valle del Nansa. Esta pequeña aldea fue declarada merecidamente conjunto histórico nacional en el año 1983 y como veremos más adelante, y a pesar de su pequeño tamaño, ha estado íntimamente ligada a la literatura española del siglo pasado.
La pequeña iglesia parroquial de San Pedro de Tudanca, construida en el siglo XVII, y las empinadas cuestas del pueblo reciben al visitante que tendrá que dejar aparcado su vehículo en un aparcamiento para visitantes justo a la entrada de la aldea. Previamente disfrutamos de las vistas panorámicas de Tudanca desde la enrevesada carretera de acceso. Desde esa elevada y privilegiada atalaya se aprecia como las casas de piedra se encaraman a la ladera y también se divisa los cultivos en "terrazas" para salvar el escollo de la pendiente del terreno, muy al estilo de las terrazas de arroz en el sudeste asiático.
Sin duda uno de los edificios más importantes es la blanca Casona de Tudanca, cuyo último morador fue José María de Cossío. Tras la donación en vida de la casona a la antigua Diputación Provincial de Santander, ésta la convirtió en museo junto a los tesoros que albergaba en su interior, una espléndida biblioteca, manuscritos de famoso escritores de principios del siglo XX y su singular mobiliario. La visita al museo debe hacerse con antelación, previa reserva telefónica. Cuesta sólo tres euros, aunque los domingos es gratuita. Esta preciosa casona también fue el escenario de la novela "Peñas Arriba", la novela más conocida de José María de Pereda. Pero eso no es todo. Por esta casona han pasado y pernoctado Alberti, Cossío, Unamuno, García Lorca, Cela o Marañón entre otros. Pinchar aquí para más información del museo.
Así describió Miguel de Unamuno al pueblo de Tudanca: "A un lado y otro del río Nansa, en el valle de Tudanca, se alzan montañas y riscos, revestidos de robledos y hayedos, con avellanos y otras especies además de altas praderías que cierran el azul del cielo con la verdura de los pastos, a los que viene a acariciar la bruma tutelar. En el fondo, junto al río, los maizales ponen su nota de cultivo casero. Y entre los maizales, junto a la pobre iglesiuca, está cerrado el huerto de la muerte, el cementerio de Tudanca, sobre el que vigila una cruz de piedra"
Pero el estómago no entiende de arte ni de patrimonio cuando el hambre aprieta. Y en estas zonas rurales de Cantabria, antaño casi aisladas del mundo exterior, la gastronomía refleja esos duros tiempos. En los restaurantes de la zona no hay lugar para las decoraciones espectaculares y minimalistas, ni experimentos de "quimicefa". Aquí manda el producto de la zona, de los huertos locales y de carnes autóctonas de calidad. Todo sencillo, en la presentación, pero grande en sabor y tradición. Dimos buena cuenta de un contundente cocido montañés, lleno de sabor pero nada pesado al estómago, y de dos formas de disfrutar de la mejor carne de vaca tudanca, la reina de las carnes por estos lares, en albóndigas y en entrecot.
Tras el almuerzo continuamos disfrutando de la pequeña localidad. El buen tiempo, los bellos paisajes y un estómago agradecido hace brotar fácilmente la sonrisa en el rostro. La tranquilidad que se respira en Tudanca y el patrimonio que nos íbamos encontrando a cada paso en forma de arquitectura popular cántabra fue un bálsamo para el espíritu y una explosión para los sentidos. Las escenas rurales aparecen en cada rincón. A ello ha contribuido que la única forma de llegar a la aldea sea por la enrevesada carretera comarcal que salva el valle del Asón. Y tal como refleja la Consejería de Turismo del Gobierno de Cantabria es una buena muestra de núcleo barroco con su mezcla de edificios nobles y populares. La mención más antigua conocida se remonta al año 1094. Hoy en día apenas posee cien habitantes.
Y poco más dio de si nuestro paso por Tudanca. Un bonito pueblo que sin duda merece una visita y del que además parten varias rutas senderistas que harán las delicias de los amantes del treckking y la naturaleza. Nosotros en esta ocasión no llevábamos ni la ropa ni el calzado adecuado para hacer alguna de sus rutas. Eso si, continuamos camino a uno de los rincones más lejanos y aislados de Cantabria, el valle de Polaciones. Pero eso es ya otra historia.
Posted in: Cantabria , España Enviar por correo electrónico Escribe un blog Compartir con Twitter Compartir con Facebook