Tulku Lama Lobsang es doctor en la tradición de la medicina tibetana. Fue reconocido como la reencarnación de un importante lama a la edad de 13 años, cuando ya impresionaba por su capacidad para curar a la gente. Especialista en medicina, astrología y la tradición budista, a los 17 años se trasladó a la India para completar sus estudios, y allí fundó el centro médico Nangten Menlang. Desde hace varios años viaja por Europa, Asia y América, donde imparte cursos, seminarios y consultas personales sobre medicina, psicología y, en definitiva, la búsqueda de la armonía y la felicidad.
¿De qué hablamos cuando hablamos de la mente?
En occidente se tiende a identificar la mente y el pensamiento, pero no son lo mismo. La mayor parte del tiempo nos dejamos llevar por el pensamiento, reflexionando sobre las cosas, en una reflexión que, generalmente, nos aleja del silencio, la paz, la claridad, que es realmente la naturaleza de la mente. La felicidad es precisamente no pensamiento. En cualquier momento de felicidad que tengas, observarás que no hay pensamientos. Sin embargo, siempre estamos buscando la felicidad a través del pensamiento; buscando razones, técnicas o estrategias para ser feliz. Cuando, en realidad, para ser feliz sólo necesitas acallar el pensamiento y abrirte.
Sin embargo, aunque en la felicidad no haya pensamiento, ¿el pensamiento sí puede ser una forma de empezar a acercarnos a la felicidad, de comenzar su búsqueda?
Un pensamiento adecuado puede ayudarte al principio, aunque sea para destruir con argumentos nuevos los viejos pensamientos que te impiden ser feliz. Pero seguir pensando, sumar pensamientos, no te va a hacer más feliz, sino que puede ir sumando capas que cubren y esconden la felicidad que ya tienes dentro. Puedes usar el pensamiento, al principio, para acabar fuera del pensamiento.
¿Es complicada nuestra mente o son nuestros hábitos de pensamiento los que la hacen complicada?
Nuestra mente no es complicada. Lo que son complicados son nuestros pensamientos. El pensamiento puede ser muy útil, pero nos ciega, nos dejamos arrastrar por él. Comprendes las cosas, las ves, no necesitas más, pero sigues pensando aunque no lo necesites. Y lo complicas todo.
¿Cuáles son los principales enemigos de la mente, para conseguir la felicidad?
Básicamente, la ignorancia. Especialmente, esa ignorancia de no saber que no sabes. Creer que sabes todo lo que hay que saber, te hace mantenerte en tu postura y repetir errores. Repetir situaciones que te conducen a la infelicidad. Actitudes dirigidas por el miedo, el enfado, el apego, la confusión…
¿Cómo afrontar la ignorancia?
El primer paso es reconocerla. Decir: no sé nada. Eso te mantiene abierto a aprender. Lo que pasa es que mucha gente no puede aceptar esa incertidumbre, necesita respuestas rápidas, ya, y si no, se llenan de ansiedad, y para evitarlo se inventan las respuestas. Cualquier respuesta que les funcione durante un tiempo. Pero eso les sigue manteniendo en la ignorancia y en la repetición de errores y, por lo tanto, en el sufrimiento. Lo mejor que puedes hacer es aceptar que no sabes y que no necesitas saberlo todo para ser feliz.
¿Cómo afrontar el miedo?
El miedo aparece precisamente por la ignorancia y porque no la aceptamos. Nos aterra lo que no sabemos. Por eso, el mejor antídoto del miedo es la aceptación. El miedo es resistencia a lo desconocido y, a veces, resistencia a lo conocido también. La mejor forma de afrontarlo es la aceptación.
¿Cómo afrontar el enfado?
La mejor medicina contra el enfado es el amor. Cuando una persona está enfadada con alguien, todo en esa persona lo ve mal, feo, criticable. Y por extensión, se enfada con el mundo, que es feo y criticable también. Entonces hay que practicar el amor; meditar en el amor y practicarlo.
Pero amar resulta difícil cuando estás enfadada.
Es cierto, no llegas al amor de repente cuando estás enfadada, porque estás bloqueada. Quieres amar y te encuentras como un grifo que lo abres y no hay agua. Cuando eres presa del enfado, el amor no llega de repente, pero tienes que seguir intentándolo, seguir practicando. Sólo tú puedes llegar a sentirlo, nadie te lo va a hacer sentir. Es tu elección.
¿Cómo afrontar el apego?
De la misma manera que el enfado. Con el amor. En castellano decimos “te quiero”, y en ese concepto está intrínseco el apego, la propiedad. Sustituye la palabra “amor” por “dar”. Cuando digas “yo te amo” piensa en “yo te doy”. Practica el dar, más que el controlar, en el amor. Deja a un lado las expectativas y las exigencias. Ama con libertad. A las personas, las cosas, las situaciones que más te gustan en la vida. Entrégate a la experiencia, disfrútala, pero no quieras retenerla. El mejor antídoto del apego es el amor; y sin embargo, demasiado a menudo cometemos el error de identificarlos y nos convencemos de que cuanto más apego hay (celos, posesión, exclusividad, control, etc.) es mayor el amor. Uno de los más grandes errores.
¿Cuál es la diferencia entre meditar y practicar?
Meditar significa acallar la mente, observar los pensamientos que aparecen, dejarlos pasar, afrontar sin miedo los sentimientos que aparecen, recuperar la calma, instalarse en la claridad. Puedes meditar en quietud o en movimiento. Por otra parte, la práctica consiste en ponerse en acción: practicar el amor, la paciencia, desbloquearse, lo que sea. A través de ejercicios y, finalmente, en la vida cotidiana. La meditación es una buena preparación para la práctica.
¿Cómo afrontar la confusión y la ignorancia?
Cuando te sientas demasiado confusa, deja de pensar, porque pensar en exceso te lleva a más confusión. Párate un rato, abandona el tema y dedícate a otra cosa que no requiera más pensamiento. Al igual que cuando está cansado tu cuerpo le permites descansar, deja descansar tu mente. ¿Cómo? Muévete, haz ejercicios físicos, estira tu cuerpo, salta, sal a correr… Y luego, retoma el tema otra vez. Lo más difícil es dejar de pensar cuando te sientes arrastrada por una obsesión. Pero hay que parar, y volver a empezar más tarde, más fresca.
Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. ¿Por qué nos enfrentamos tantas veces al mismo problema (celos, exigencias, perfeccionismo, etc.) aun cuando lo vemos venir? ¿Forma parte de la naturaleza humana o es que no aprendemos? Y si es así, ¿por qué no aprendemos?
Todos los cambios son difíciles, requieren un esfuerzo, un pequeño dolor. Pero la elección está entre un pequeño dolor (el cambio) o un gran dolor (seguir presos de nuestros errores, bloqueos, sufrimiento, y repetirlos a perpetuidad). Cada vez que tengas un problema, cuando lo veas venir, míralo y pregúntate: ¿puedo controlarlo o no? Si está en tus manos, lo resuelves, y si no, lo aceptas. Una vez que aceptas la situación, ya no repetirás el problema a nivel mental; es decir: ya no lo vivirás más con ansiedad, miedo, rechazo, enfado, etc.
Por una parte, queremos simplificar nuestra vida y conseguir un estado de armonía tranquila. Por otra parte, social y culturalmente (en el cine, en la literatura, en los mitos sociales) se nos presentan como mucho más interesantes los personajes más complicados, con tormentas emocionales. Esto resulta una gran contradicción a la hora de educar a nuestros jóvenes, o de autoeducarnos. ¿Cómo transmites la importancia de ser buenas personas, sencillas y amables cuando el mensaje mediático es que “los chicos malos heredarán la tierra”?
Con el ejemplo. Si eres una persona feliz, probablemente intentarán repetir tus pautas de vida, antes o después. Quizás no durante la adolescencia, porque se perderán y se encontrarán mil veces en su propia búsqueda, pero sí más adelante. Pero, finalmente, cada cual toma sus propias opciones y eso no depende de ti: pueden elegir el camino del amor y la felicidad o el de los torbellinos emocionales y seguir sufriendo. Déjales. En ese caso, quizás lo que necesitan es sufrir mucho más, hasta el límite, hasta que no lo soporten más. Hay personas que sólo entonces reaccionan y aprenden a amar a los demás: por necesidad de supervivencia. Otras personas eligen la vía del amor por puro cansancio de sufrir, por puro aburrimiento. Entonces descubren que el amor hace la vida más intensa, alegre y gratificante.
- Fuente: Crece Joven