Imagen de archivo de tunecinos esperando para votar
Resulta que los países árabes no son una fábrica de islamistas radicales. En sus primeras elecciones para elegir por completo la composición del Parlamento desde la revolución de 2011, Túnez ha elegido a Nidá Tunís, el partido secular.
Los laicos tendrán 83 asientos en la Cámara, mientras los islamistas de Enahda, el partido que ha dominado la política tunecina desde la Primavera Árabe, se queda con 68, según los resultados oficiales provisionales. El batacazo es tremendo para los defensores del Islam, que eran bastante moderados y que habían liderado el proceso hasta ahora llegando a escribir la nueva constitución.
Enahda había tenido una trayectoria parecida a la de los Hermanos Musulmanes en Egipto: se había labrado su popularidad entre los pobres a base de tejer una red de solidaridad para los desabastecidos por el régimen de Bel Ali. Pero las acusaciones de mala gestión económica y de inexperiencia en el gobierno -lideraron la transición, que vino sin avisar-, les han acabado pasando factura. La historia muestra que los primeros gobiernos en gestionar países después de una revolución acaban “a menudo” en una situación difícil, decía en Al Jazeera Ahmed Gaaloul, miembro del Consejo de Estado tunecino.
Todo pinta muy bonito, pero lo cierto es que el partido laico está formado por las élites establecidas del país. Beji Caid Essebsi, su líder, fue ministro del interior, de defensa y de asuntos exteriores con el presidente Habib Bourgiba, que estuvo en el cargo 30 años, durante el proceso de independencia. Hay más: fue portavoz en el parlamento durante la dictadura de Ben Ali.
Sus críticos le acusan de querer restaurar la dictadura. Sus seguidores, creen que es la única alternativa creíble a los islamistas. Lo cierto es que la polarización de la sociedad tunecina ha estado muy presente durante la campaña. Aún así, la participación sólo ha alcanzado el 60% -en España en 2011 fue del 71%-, un descenso que las encuestas preveían por lo tensa que ha sido la transición desde la revolución, que ha acabado desilusionando poco a poco a los tunecinos.
Ahora les toca a los conservadores recuperar esa esperanza diluida. Empiezan las negociaciones y las posibles coaliciones. Túnez tiene pocas oportunidades más para demostrar su madurez. Seguiremos informando.