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Turco

Publicado el 25 septiembre 2014 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro
El turco camina por las sombras evitando charcos que le manchen el sobretodo, el pucho clavado en la comisura izquierda, la pelada brilla contra el alumbrado público, las manos en los bolsillos. Cruza alguna prostituta buscando buena suerte y a un tipo tirado tapado con cartones hasta llegar a la puerta del bar. Se apoya con el hombro en la puerta de vidrio que abre con un chirrido, el pucho está casi consumido. Nadie habla nunca en ese bar, a nadie le llama la atención nada. Un tipo está meando en el piso, una pareja se besa con la pasión que deja las tetas al aire, dos tipos juegan al truco mirándose fijo susurrandose los cantos, un oficinista es dormido de un trompazo por un viejo. El turco se sienta en la barra, le sirven un gin tonic que bebe con los codos apoyados en la madera húmeda. Un travesti se acerca y al turco no se le mueve un pelo, claro que no tiene ninguno pero si lo tuviera, no se le movería. El puto le toca la rodilla a lo que el turco responde con un certero escupitajo en la cara, el trava se va. El turco prende otro pucho.
Diez minutos después del turco una morocha petisa entra al bar, va directamente a sentarse al lado del turco. Lo saluda con un beso largo en la mejilla. La morocha lleva puesta una pollera corta y una campera de jean. La morocha se sienta con las piernas abiertas dejando entrever su ropa interior, le sirven una cerveza traspirada que la guacha apura de un trago. El oficinista golpeado se acerca y rodea con su brazo a la mina que rápida de reflejos le agarra las bolas tan fuerte que el grito distrae a los que están jugando al truco. La morocha prende un pucho finito, largo y se guarda el paquete en el corpiño. La primer bocanada de humo va a la cara del pelado que la mira de costado, el turco se calza unos lentes oscuros y pide un martini. Apura unos manices incomprobables y le hace una seña a un tipo de jopo que está sentado en la punta de la barra. El turco prende otro pucho.
El tipo del jopo lleva un traje de mago de barrio, tiene las piernas flacas. Su perfume es de pino, eso casi dice todo de él. Se sienta enfrente del turco y la morocha y coloca dos ceniceros,no sin antes limpiar la mesa con la manga del traje. Los tres permanecen en silencio durante los próximos dos cigarrillos. El oficinista se cae arriba del meo y el travesti se va con el que estaba meando. Uno de los del truco está apuñalado en la mesa al lado de un toco de guita.  La pareja fogosa semidesnuda no está más en el bar.
“Listo” dice el turco, la morocha asiente. El tipo del jopo empieza a revolver las cenizas de ambos ceniceros, está en trance, transpira y el olor es cada vez más nauseabundo. Un mechón grasiento le llega hasta el cachete izquierdo de la cara. El tipo deja de revolver el cenicero, se acerca al oído de la morocha y le susurra: “él siempre amó a otra”. La morocha hace una especie de puchero con los labios y pide otra cerveza. El tipo del jopo le susurra al turco “ella te amó siempre, desde piba. Estuvo embarazada, ya no”. El turco tira a la mierda el cenicero, besa a la morocha, se calza el sobretodo y se va. En la puerta mira un segundo, uno solo hacia atrás, y no, no hay mirada de vuelta. La morocha toma la mano del mugriento del jopo y le dice “Yo sabía que esto de la verdad iba a arruinar todo”. La morocha llora un poco y se va del bar. Las luces del antro se apagan, el primer sol sale en Buenos Aires, que no es mejor que anoche.

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