Revista Mundo animal
Esta es la historia de Turco, un precioso labrador al que nadie puede imaginar lo mal que le trató la vida. Pero el destino de turco, que se encontraba abandonado y al borde de la muerte, tenía unos mejores planes preparados para el, llegando a convertirse en un auténtico héroe a 4 patas que ha pasado de ser un vagabundo a un auténtico orgullo en el cuerpo de bomberos.
El inicio de un héroe:
Un tajo en el cuello. Ese fue el método que los anteriores dueños de Turco usaron para extraerle el microchip y así poder abandonarle sin temor a represalias legales, una práctica desgraciadamente muy habitual entre los propietarios de los 150.000 perros que se abandonan cada año en nuestro país ya que sin chip no puede haber denuncia, se pierde la identidad del animal y, casi siempre, perderá la vida. Y en este estado deplorable, además de absolutamente famélico, muerto de sed, lleno de pulgas y parásitos y, por si no fuera bastante, con un buen "pedruscazo" en la nariz (seguramente fruto de algún otro "amante de los animales") unos militares encontraron a este perro andaluz en un campo de maniobras, vagabundeando en pleno verano del 2008.Tal era el trauma causado hasta animal que el pobre incluso olvidó de como ladrar.
Y ese fue el camino que el destino quiso marcar para que turco se encontrara con la soldado Cristina Plaza Jorge, quién con todo el amor de su corazón acogió a Turco, que se encontraba en un veterinario de Algeciras, y le dio un hogar. Turco pudo casi milagrosamente recuperarse de sus heridas, gracias sin duda a los mimos de Cristina, y recobró también la alegría. Durante 8 meses vivieron muy felices, a Turco le encantaba correr por la playa e incluso recuperó un peso normal, aunque seguía sin ladrar.
La llamada del destino:
Una mañana cayó una gran tromba de agua: 160 litros por metro cuadrado. Y la casa de alquiler de Cristina, una planta baja, se inundó de tal manera que quedó absolutamente inhabitable. Por este motivo, Cristina tuvo que regresar al cuartel, dónde no podía quedarse con Turco por lo que fue trasladado hasta casa de su madre en Castronuevo de Esgueva, un pueblo de Valladolid.
Fue allí dónde el sobrino de una vecina, bombero del grupo de especialistas en rescates de la Junta de Castilla y León, lo vio corretear por el pueblo e intuyó enseguida que aquel chucho alegre, vivísimo, que lo olfateaba todo con la curiosidad de un detective, sin despistarse jamás, tenía madera de héroe. Pidió permiso a Cristina para hacerle una prueba de aptitud para ingresar como perro de rescate, ya que no resulta nada fácil encontrar candidatos que puedan ser capaces de superarlas, y Cristina aceptó aun con todo el dolor de su corazón. Cristina sólo les puso a los bomberos tres condiciones antes de donarles a `Turco´: que no le cambiasen el nombre, que le dejasen verlo cada vez que fuera a Valladolid y que, si el perro no superaba las pruebas, se lo devolviesen.
Pero había un inconveniente del que Cristina avisó: Turco no ladraba. ¿Cómo se las podría arreglar un perro mudo para alertar si encontraba un superviviente entre los escombros? Pero afortunadamente, y tras un entrenamiento, a los quince días Turco recuperó la potencia de su voz y comenzó entonces el durísimo entrenamiento de un rescatador canino. Fue Eugenio, su adiestrador del parque de bomberos de Tordesillas, quién enseñó a Turco el oficio, y es que son muchos los entresijos que ha de aprender un héroe a 4 patas: moverse en las mil trampas de un derrumbamiento, adentrarse en la oscuridad por huecos inverosímiles... No basta con detectar un olor y ponerse a ladrar, un buen perro de rescate intentará seguir profundizando y encontrar un camino hasta llegar lo más cerca posible de la víctima sepultada.
La prueba de fuego:
Una vez completado su entrenamiento, llegó la prueba de fuego. Turco voló hasta Haití acompañado de Dopy, otro perro de resctado, y de un equipo de siete bomberos de los parques de Valladolid, Tordesillas y Palencia. Fueron nueve días de trabajo tan intensos como atroces, trabajando 16 horas diarias en condiciones inimaginables, entre réplicas del terremoto y actos de pillaje o de mera supervivencia. Participaron en 18 rescates, y nadie piense que es una cifra escasa pues cuando hay 150.000 muertos sobre el terreno, hablar de 18 finales felices es como aferrarse a un clavo ardiendo.
Entre esos 18 rescates, nadie podrá olvidar el rescate del niño Redjeson Hausteen Claude, de dos años, un milagro que dio la vuelta al mundo. El pequeño estaba entre los escombros de la vivienda familiar, abrazado a su abuelo muerto. Cuando el bombero Óscar Vega lo sacó en brazos, la familia lo rodeó y empezó a bailar alrededor, entre gritos de alegría. «Cuando lo vi por televisión, me puse a llorar y no podía parar. ¡Ése es mi `Turco´! Es lo más grande que me ha pasado en la vida», fueron las palabras de Cristina.
Turco ya está de vuelta en España, graduado tras salvar 18 vidas, y ahora se encuentra mordisqueando palitos (su gran afición) jugando con Dopy y sobretodo entrenándose diariamente para seguir salvando vidas. ¿A alguien le queda alguna duda sobre la nobleza de los perros?¡Bravo Turco!
Abrazos fieros para todos.