Bajábamos de Austria y decidimos pasar un día en Turín, conocida por sus numerosos museos de arte, sus restaurantes, sus iglesias, sus palacios, sus teatros de ópera, sus plazas, sus parques, sus jardines y sus bibliotecas, entre otros atractivos. Turín es ampliamente reconocida por su arquitectura barroca, rococo, neoclásica y Art Nouveau. Pero no por sus carreteras y alrededores como pudimos apreciar cuando nos estábamos aproximando al Hotel. Una vez instalados salimos a recorrerla.
Nuestra primera parada fue la iglesia del SS. Sudario de Turín, allí está protegido el Santo Sudario o Sábana Santa, una de las reliquias más importantes de la cristiandad. El sudario (de la palabra griega que significa “sábana”) es el paño o lienzo fúnebre que se utilizó para envolver el cuerpo de Jesús al darle sepultura y que encontraron los apóstoles, más tarde, en el sepulcro vacío, después de la resurrección. Los análisis realizados sobre el tejido no han conseguido garantizar su autenticidad ni explicar la presencia de la imagen de un hombre impresa en él, dado que no se tiene constancia de ningún tipo de tinta o pintura, hecho que preserva, sustancialmente, el misterio que encierra el sudario.
Seguimos nuestra marcha y nos paramos en la Piazza Castello, el corazón de la ciudad de los monumentos. Fue diseñada en 1584 por Vitozzi; rodeada de pórticos, fue el centro neurálgico del Turín de la etapa romana y del renacimiento. En su centro está situado el Palazzo Madama, el castillo medieval de viejas puertas romanas, después reestructurado con la imponente fachada del setecientos de Juvarra. De la plaza nacen las grandes directrices de Via Roma, Via Pietro Micca, Via Po y la peatonal Via Garibaldi (una de las más largas de Europa). Se asoman otros edificios en importantes puntos comerciales y administrativos: el Palacio Real, el Teatro Regio, el Palacio della Giunta Regionale, de la Prefectura, de la Secretaría, la Armería y la Biblioteca Real (que alberga obras de Leonardo da Vinci) y en Piazzetta Mollino, el Archivo del Estado.
Continuamos por la Via Po y pasamos cerca de su famoso museo Egipcio hasta llegar a la Mole Antonelliana el edificio más emblemático de Turín. Se empezó a construir en 1863 para ser la primera sinagoga de la ciudad, pero después de seis años se abandono y la adquirió el Ayuntamiento de Turín, la Mole fue terminada en el año 1889, alcanzando una altura final de 167,5 metros y convirtiéndose así en el edificio más alto de Italia. Desde el 2000, la Mole Antonelliana alberga el Museo Nacional del Cine. Lo mejor del museo es el ascensor de cristal que atraviesa el edificio por su parte central y lleva a los visitantes hasta lo alto de la torre. Desde allí pudimos ver la mejor panorámica de la ciudad. Hay una leyenda entre los estudiantes italianos que dice que quien sube a la Mole antes de terminar la carrera, nunca se licencia.
Volvimos nuestros pasos por esos soportales de la Via Po, via que surgió en un barrio de pescadores y obreros que trabajaban la cal y fue ampliada por deseo de Carlo Emanuele II con un proyecto de Amedeo de Castellamonte en el siglo XVII. Era lo bastante ancha para permitir el tránsito de tres carrozas alineadas contemporáneamente en los dos sentidos. Llegamos
a la Plaza Real (actualmente piazza San Carlo comocido como “El salón de Turín”) donde pudimos apreciar las Iglesias gemelas de San Carlos y Santa Cristina, otorg adas para su gestión, por parte de la reina, a los agustinianos descalzos y a las carmelitas descalzas, respectivamente. En el centro de la plaza está la famosa estatua ecuestre de Emanuele Filiberto, conocida por los turineses por ‘l caval ‘d brons.Teniamos hambre y decidimos buscar algo de comer en una de las calles peatonales mas largas de Europa, la Via Garibaldi. Toda la historia de Turín transita por esta calle rectilínea de más de un kilómetro que desde la Piazza Castello conduce a la Piazza Statuto.
Via Garibaldi
Creo que la recorrimos entera, y no llegó a convencernos ningún sitio para comer, al final, de vuelta, encontramos un sitio de pasta donde pudimos comer. Lo curioso del paseo es, que
cuando volvíamos al coche para ir al hotel, encontramos una zona, con mucho ambiente, que nos gustó mucho, creo que allí hubiéramos comido mejor…