Dediqué cuatro días de la pasada semana (de lunes a jueves) a realizar un viaje de turismo (con motivación más o menos vagamente vinícola) por la provincia de Zaragoza, con extensión a la Ribera de Navarra. En otro momento os contaré algunos detalles muy interesantes de esos días.
El río Duero, a su paso por San Esteban de Gormaz
(Soria). Allí empieza la Ribera del Duero vinícola.
(JMBigas, Julio 2012)
Os puedo asegurar que, en muchos momentos, he llegado a pensar que era el único suficientemente excéntrico como para abordar un viaje de ese tipo, incluso en el período más o menos vacacional que es el mes de Julio. El Turismo de Interior es minoritario. No hay que confundirlo con el turismo rural, donde se han creado pequeñas infraestructuras dedicadas a acoger turistas y visitantes. Cuando se practica el Turismo de Interior se están compartiendo las infraestructuras existentes con otros ciudadanos que tienen unas motivaciones e intereses muy diferentes de los nuestros. Y, por lo tanto, el turista o visitante no siempre encuentra aquello que precisaría y en el momento en que lo querría tener disponible. Cuando uno se instala una semana en Benidorm (por poner un ejemplo), resulta prácticamente inevitable compartir el hotel elegido con algunas docenas, o incluso algunos cientos, de otros ciudadanos que están allí básicamente por las mismas razones que nos han llevado a nosotros. Entre todos forman una masa suficiente como para desarrollar unos ciertos patrones de conducta que a su vez generarán infraestructuras adecuadas para servirles. Los bares definirán una Hora Feliz cuando a la mayoría le apetece tomarse una cervecita (o lo que sea) con tranquilidad, después de haber estado en la playa, tostándose al Sol. Y el bañador y las chanclas serán el vestuario habitual.
Un hotel de carretera será un alojamiento habitual para
un Turista de Interior.
(JMBigas, Julio 2012)
Lógicamente, este tipo de turismo (al que habitualmente se denomina como de Sol y Playa) tiene algunos problemas difíciles de resolver. El primero es su fuerte estacionalidad. Más allá de unos pocos meses de verano, la mayoría de negocios instalados para atender a grandes masas de ciudadanos de vacaciones puede que no resulten rentables. El invierno generará un cierto letargo, con muchas persianas cerradas. Los hoteles que no quieran cerrar sus puertas fuera de temporada deberán espabilarse mucho, aplicarle mucha creatividad, para conseguir que no les resulte ruinosa esa decisión. Acogerán a turismo de la tercera edad o a gente para quien los quince grados de un invierno mediterráneo ya represente un cierto verano, aunque sólo sea en comparación con sus países de origen.
Parque Natural del Moncayo (Zaragoza)
(JMBigas, Julio 2012)
Por el contrario, cuando uno practica el Turismo de Interior, es muy fácil resultar el raro, el forastero. En el salón de desayunos de un hotel del interior podemos encontrar de todo. Al fondo hay una pareja con dos niños, que están de vacaciones y pararon aquí camino del pueblo de sus padres, o están dedicando unos días a conocer el país profundo. A la derecha hay tres operarios alemanes, que están instalando una maquinaria compleja en alguna fábrica de las inmediaciones. A la izquierda hay un señor pegado al móvil, que probablemente sea viajante de comercio, buscando nuevos clientes o pedidos de los que ya lo son. El señor de pantalón corto y prominente barriga es un camionero que tuvo que parar anoche para que el tacómetro no delatara una jornada demasiado prolongada. En el rincón hay tres hombres, uno del país intentando desengrasar su escaso inglés y los otros dos, visitantes de ultramar, que han venido a verificar la idoneidad de una cierta industria de los alrededores para convertirse en su presunto proveedor. El caballero de pelo blanco y apariencia de profesor universitario, es un americano que ha venido para estudiar las pinturas recién descubiertas en la restauración de la Catedral. La parejita de la esquina se ha cogido unos días de vacaciones y odia las aglomeraciones; han decidido visitar las (escasas) atracciones turísticas de la región, que incluyen un Parque Natural, dos Monasterios y la Catedral del profesor. Y, sentado en mi mesa, de perfecto uniforme con pantalón corto, zapatillas cómodas y prominente barriga, está un Turista de Interior a quien le apetece aproximarse a una región vinícola que apenas conocía. A las ocho de la mañana, todos coinciden en el desayuno. Pero a las nueve, cada cual estará haciendo lo que sea que ha venido a hacer a este lugar.
Típicas bodegas tradicionales, excavadas en las colinas.
Estas en Tabuenca (Campo de Borja - Zaragoza).
(JMBigas, Julio 2012)
A diferencia del Turismo de Sol y Playa, el Turismo de Interior se desarrolla con total proximidad a la vida cotidiana de los ciudadanos corrientes. Y esto, lógicamente, provoca algunas veces la sensación ciertamente incómoda, pero soportable, de pensar que este no es mi territorio. Hay que habituarse a que te identifiquen con rapidez como el forastero, y hay que aprender a sobrevivir con ello. Posiblemente, uno de los temas más complicados sea el de lidiar con los horarios. Además, en España, los horarios son un auténtico galimatías, como ya he detallado en otra ocasión. De una a dos de la tarde es buena hora para almorzar un Menú del Día. Pero si has conseguido un buen restaurante para comer a la carta, aparecer antes de las dos o dos y media será de mal tono. Aunque te apetezca cenar a las ocho (porque a las siete se te acabó la gasolina de rondar todo el día), aquí nadie cena antes de las nueve. Para visitar cualquier atracción turística (que, muy probablemente, será minoritaria) deberás atender a los horarios publicados y confiar en que los respeten. Que seguro que algunos decidirán ni abrir ese día, confiando en que nadie se entere (afluencia cero). Lo de cerrar al mediodía en España significa que entre la una y las seis de la tarde puedes encontrarte un comercio cerrado, sin ningún derecho al pataleo. Cada negocio, como es natural, adecuará sus horarios a las necesidades y disponibilidades de sus clientes más habituales. Convéncete, el raro eres tú, el forastero. Algunas veces te apetecería una cena gastronómica (para acompañar los buenos vinos de la región). Pero, lógicamente, no va a existir un buen restaurante solamente para ti. Los bares y restaurantes no están pensados para los turistas o los visitantes de fuera. No significa esto para nada que no acojan al turista con los brazos abiertos, pero todos sus recursos y la orientación de su negocio está dirigida a sus clientes más habituales. Si al mediodía vas a algún lugar para tomar un almuerzo, te verás de modo inmediato sentado en una mesa con vino y gaseosa y empapuzándote con el Menú del Día, a buen precio, eso sí, pero que se supone que te vas a tomar en veinte minutos y luego desaparecerás a tus cosas. En la puerta (cerrada) de una bodega cooperativa de la zona de Cariñena, un letrero casero reza que abren, de martes a viernes, entre la una y la una y media de la tarde, para el despacho de vino. Obviamente, no están esperando a ningún enoturista a su puerta. En diversos momentos, coincides con otros turistas o visitantes. Pero la coincidencia es casual, porque en el Turismo de Interior cada cual tiene sus propios intereses e inquietudes. Para nada se parece a ese habitual de once a dos nos encontraréis en la playa.
Evidentemente, no esperan que un enoturista acuda a
su puerta (Almonacid de la Sierra - Zaragoza).
(JMBigas, Julio 2012)
La mayoría de los otros turistas que ves son nacionales. Incluso muchos son locales, que aprovechan un día de asueto para visitar el Monasterio próximo a su pueblo, y para comer en el restaurante que está al lado. Pero también hay algunos extranjeros, que, en general, o bien son alternativos, de una u otra forma, o están ya de vuelta de los caminos más clásicos y los senderos más batidos. A algunos les interesa el vino, a veces incluso más allá de lo que resulta saludable. Otros están obsesionados con la historia de la piedra vieja. Algunos buscan parajes naturales diferentes de lo habitual. Pero todos, todos, se sienten felices de haber superado los convencionalismos y las multitudes, y están satisfechos de someterse a un baño de cotidianidad, de contacto con la población real de la España profunda. Viajero, si vas a abordar un viaje de interior, tienes que desprenderte del temor a ser el forastero y tienes que superar la vergüenza de ver que están hablando de ti. . Tienes que saber que ni hoteles ni restaurantes te estarán esperando específicamente a ti, pero todos te acogerán con los brazos abiertos, porque representas su negocio adicional. En algunos momentos seguramente te tocará también tragar polvo (literalmente). Tu coche (o moto, o caravana) será lo único de lo que nunca querrás desprenderte, porque es tu seguro de poder volver a tu mundo, cuando esto acabe. Cuando vuelvas a casa, es probable que lleves en el maletero algunas botellas, o incluso algunas cajas, de vino de los lugares que has visitado. O algún recuerdo de esos que acaban ocupando espacio en los estantes de tu salón. En el equipaje, tu ropa estará para echarla a lavar. El polvo del camino habrá manchado tu coche y tus zapatillas. Pero seguro, seguro, que a la vuelta de un viaje de Turismo de Interior llevarás contigo la experiencia única y genuina de haber compartido, durante unos días, un cierto territorio con sus habitantes habituales. JMBA