Turismo político.
La comunidad lgtb no es un refugio de malas prácticas.
Por: IG, psicologocano
18 de octubre de 2019 nuestro país se revela frente al experimento social, económico, cultural y político que nos tenía sumergido en un largo letargo y que nos impedía avanzar, crecer y ser nosotros mismos.
Los senderos de nuestro andar eran dirigidos y coordinados por una casta de privilegiados que a fuerza de arrastre o marketing lideraban nuestras acciones, como bien dice Nito Rojas, la caja de TV solo nos mostraba los límites de una realidad que jamás sería nuestra.
Un 18 de octubre del año 2019 Chile despertó, iniciando la revuelta social los jóvenes de nuestro país, agotados de los constantes azotes de la fuerza policial, meses antes y la criminalización de su demanda por algunos alcaldes de turno, decidieron unirse y comenzar a dar vida, rostro y cuerpo a lo que sería la revolución social más esperada por toda la población, la comunidad lgtbi no se quedaría expectante frente a esta lucha y decide entrar. Ya no sería la demanda por el matrimonio igualitario sino por la total inclusión.
Las banderas se bajaron y las marchas que unían solo a un grupo de afectados desaparecieron y se transformaron en la marcha de todos. Cada grito nos representaba y en cada andar estábamos
presente, diversidad sexual, se cruzaba con salud y educación, mos jóvenes esperaban pensiones dignas y agua fresca para vivir, los pueblos originarios exigían reconocimiento y reparación.
Demandas cruzadas que tejieron una sola bandera que se repartió por todo el país. Medios de comunicación intentando apaciguar la ineficacia de un presidente sobrepasado que sin dudarlo y como parte de su ADN represor, volvería a recordar su estrecho vínculo con las fuerzas militares que ayer llenaron las calles de sangre, esta vez no sería distinto, mutilados, muertos, violados y atropellos a los derechos humanos serían parte de su recorrido nocturno.
La agitación social era imparable, los partidos políticos y quienes los conforman no podían ser voz en una masa sedienta de justicia, poco a poco iban apareciendo sus fraudes, arreglos de media noche, la institucionalidad de todo un país se caía a pedazos y sobre ellos mismos, el rechazo popular superó la sangre de miles y ya se había transformado en un “asco político”.
Luego, entre gallos y media noche un 15 de noviembre del 2019 se firma un acuerdo por la paz, al cual no muchos estaban invitados, más bien era un orden a resguardar los privilegios que está masa alienígena quería romper.
La calle no fue invitada.
Entre los participantes de la repartición del nuevo poder figuran. Fuad Chain, presidente del Partido Demócrata Cristiano; Álvaro Elizalde, presidente del Partido Socialista de Chile; Heraldo Muñoz, presidente del Partido Por la Democracia; Luis Felipe Ramos, presidente del Partido Liberal; Catalina Pérez, presidenta del Partido Revolución Democrática; Jacqueline van Rysselberghe, presidenta del Partido Unión Demócrata Independiente; Mario Desbordes, presidente del Partido Renovación Nacional; Hernán Larraín, presidente del Partido Evolución Política; Javiera Toro, presidenta del Partido Comunes; Carlos Maldonado, presidente del Partido Radical y Gabriel Boric, firmaron este acuerdo que sienta las bases de un Proceso Constituyente para Chile. Fuente http://www.bcn.cl
El acuerdo por la paz no solo buscaba terminar la furia social, sino también asegurar su gobernabilidad y beneficios de un estado creado a su medida, prometieron todo, siempre y cuando sea bajo sus condiciones, desde ahí que junto con una canasta de huevos cocidos también prometieron una nueva constitución, una con letra chica, con reconocimientos pequeños, otro bono político de engaño y de falta de representación, en esos momentos la estrategia era más simple que el juego firmado, políticos regresaban de sus tumbas a liderar el cambio, mientras otros renunciaban a sus partidos para disfrazarse de pueblo embestido de movimiento social.
Llenaron los espacios sociales, las organizaciones y claramente como recuerdo de la dictadura muchos se refugiaron en los espacios LGTBI para dirigir sus cambios, al punto de ver a ex promotores y educadores de AFP en movimiento homosexual hoy luchando contra lo que ayer educaban, en ese momento los dineros dirigidos desde el gobierno a sus pares y amigos era seguro, volver a ocupar el traje político de pueblo movilizado era fácil y cómodo, lástima que para ellos la memoria sigue siendo un arma que pocos activistas conservamos. Dentro de todo esto aparece el “turismo político” repartidas de poder entre gentiles que jamás han conocido la realidad, si bien nuestra frágil democracia presenta falencias “made in Chile” el turismo político se aleja de toda fuente de ética y moral.
Una de las cosas que llama la atención es que muchos de los que ejercen el turismo político señalan tener un gran respaldo ciudadano y a la vez una importante trayectoria. Lo que no saben es que su trayectoria nace desde el confinamiento a causa de la pandemia, por lo tanto las reuniones virtuales no cuentan como trabajo en terreno y el video “tic toc” tampoco es válida como propuesta política. La ciudadanía conoce sus rostros y sus nombres, y les hace falta más que un rostro que los avale, les falta decencia, valor y respeto por quienes dieron la vida para estos simbólicos triunfos. El turismo político no puede ser la nueva lacra que llegue a gobernar, debemos parar la tómbola de repartida territorial como si fuera un juego de niños.
Hoy partidos políticos y movimientos deben hacer que la lucha que costó vida valga la dignidad que se busca y no fomentar ni patrocinar un turismo que no trae ganancias para el territorio pero si para el bolsillo.
A días de definir nuestro futuro ciudadano debemos denunciar y castigar el turismo político que se apodera de medios y que son patrocinados por partidos que cambiaron su nombre, pero simplemente representan más de lo mismo. Por un cambio y renovación de la clase política hoy digamos no al turismo político partidario y subamos las voces del pueblo sediento de justicia y dignidad.