
Día de turisteo por Madrid. Bajamos en tren que así nos quitamos el engorro del coche y su aparcamiento en el centro; nos bajamos en Recoletos y la ciudad nos recibe con un sol espléndido y una temperatura muy llevadera. Es una bendición después de los días que hemos pasado de viento y nieve; además hay que aprovecharlo porque han dicho que la cosa esa, explosiva, vuelve mañana.
Vamos paseando por La Castellana cuando nos damos cuenta que todos tenemos necesidad de un baño. Aprovecho que estamos pasando por la puerta del Café Gijón para hablarles de él; entramos dispuestos a tomarnos algo y hacer uso de los lavabos.
Salgo yo del baño y entra la chica que hace pirámides, llego a la barra y mi sobrino inicia un turisdiálogo con el camarero:
-Disculpe ¿Tienen jamón?
-¡Por supuesto señor!
-¿Y cómo lo sirven?
-Tenemos raciones y medias raciones, también podemos hacerle un bocadillo ó un montado.
Dolega, que empieza a mascar la tragedia, se apresura a decirle al camarero:
-Él lo que quiere es un montado
Pero hoy es día de globos y serpentinas, así que el Sobrino inmediatamente aclara:
-No, yo no lo quiero con pan, yo quiero ración de las que sirven en plato.
En ese momento me recordó el chiste del negro que quería un pupitre como los blancos. Este igual, no lo quiere en pan, lo quiere en plato como los blancos…
-Ponga media ración, por favor-dice firmemente.
Pero luce el sol y eso anima mucho así que medio segundo después, conmina al camarero:
-¿Sabe qué? Mejor ponga la ración completa.
Traen la ración de jamón y el Sobrino y el Quinceañero, que otra cosa no, pero el jamón y embutido del bueno lo come a dos carrillos y cuatro manos, se ponen a dar buena cuenta de él. Mientras, hablamos de la historia del café, de sus mesas emblemáticas dedicadas a grandes escritores de su casi cierre de la terraza de verano…
Terminamos, la Chica que hace pirámides pide la cuenta, saca la tarjeta, firma y salimos a la calle. En ese momento, Dolega en modo guerra nuclear es una monjita de la caridad comparada con la madre del Quinceañero.
-¡Te voy a advertir una cosa! Acabas de gastarte todo tu presupuesto de comida en el día de hoy. Así que tienes derecho a una botella de agua ¡pequeña! Hasta mañana.
-¿Qué hice?- pregunta sorprendido el Sobrino.
-¡Acabo de pagar 4 dólares por las bebidas y 75 por el jamón!
-¿AHHHHH? La cara del Sobrino es un poema. Inmediatamente se vuelve hacia mí y me reprocha:
-¡¡Tía, me hubiera dicho!!
-¡¡Yo te dije!! Le dije claramente al camarero que lo que tú querías era un montado. ¡Pero tú lo querías en plato! No sabía que la opción correcta era darte una patada en los tobillos y decirle al camarero “ni puto caso, que este no tiene ni idea y además en casa tiene todo el que quiera…”
Ahí está, hecho polvo y encima el Quinceañero haciendo sangre diciendo
-¡No importa! Si estaba bien rico…
Llegamos al centro y él sigue rumiando su desventura…
-Tía ¿Cómo cuanto había en esa ración, como 100Grs?
Yo, que me he tirado años haciendo escandallos de hostelería, me siento incapaz de ensañarme con él.
-¡Sí! Por ahí le anda…
Callejeamos, bajamos al Teatro Real, desembocamos en el palacio Real, hacemos el tour y ya de vuelta recalamos en el Mercado de San Miguel.
Allí empezamos a picotear y de pronto vemos al sobrino que viene con una tosta de jamón. Cuando nos ve las caras, inmediatamente exclama
-¡He preguntado antes el precio! Y me han dicho que 2,50€ y me ha parecido razonable.
-No sé sobrino, pero creo que te acabas de beber la botella de agua y debes dinero. Este vicio tuyo con el jamón te va a salir caro, te lo advierto.
Seguimos picoteando y ahora quiere un cucurucho lleno de virutas de jamón que ha visto…
