Nos despertamos de buena mañana y al correr las cortinas se divisaba una increíble estampa del Bósforo y la Torre Gálata de Estambul.
Hace casi veinte años que visitamos esta fascinante ciudad pero queríamos volver y conocerla más a fondo. Nos alojamos por el barrio del Bazar y paseamos entre mezquitas, mercados y el bullicio de la gente.
A escasos minutos de nuestro hotel, ubicada en una de las siete colinas, se encontraba la Mezquita Soleiman.
El edificio fue construido por Mimar Sinan en 1557, siendo una de las mezquitas más antiguas de Estambul. El interior era austero pero con una cúpula espectacular.
En otro recinto yacían las tumbas de los sultanes de la época, una de ellas la del Sultán Kanuni de 1566.
Justo al lado se encontraban las tumbas de las mujeres (una de ellas la esposa de Soleimán llamada Roxelana).
Había un devoto rezando y leyendo el Corán en voz alta. Estos dos mausoleos se encontraban decorados con cerámicas de Izmir.
En los jardines había un cementerio de tumbas con inscripciones en turco antiguo.
Desde los jardines habían unas vistas espectaculares del Bósforo y el barrio de la Torre Gálata.
Salimos y fuimos al encuentro del barrio de Molla Hüsrev con casas de madera y madrassas, además de un establecimiento típico de 1877 donde servían boza, una bebida de cebada fermentada y canela.
Entramos para probarla, tenía un rico sabor y era espesa, se podía beber directamente o tomarla con una cucharita. Aquí se mezclaban algún turista que venía acompañado del guía y la gente local.
Continuamos nuestro trayecto entrando por los jardines donde se encontraba la Mezquita de Șehzade Mehmet.
En el recinto había una caja de delicias turcas de coco para los fieles. El interior se dividía en dos secciones (hombres y mujeres) para el rezo.
Conocimos a una iraní de Isfahan que nos quiso hacer una foto en una de las puertas de la mezquita. Llevaba 3 años viviendo en Estambul, así estaba a caballo entre Irán y Alemania, donde vivían sus hermanas y nos decía que el único problema de su país era única y exclusivamente el gobierno.
No podía estar más de acuerdo pues hace muchos años visitamos Irán y una cosa es los que gobiernan y otra la gente del país, en este caso los iraníes que conocimos nos parecieron personas excepcionales.
Cruzamos la carretera del parque llegando a la escultura de Mehmet el Conquistador y el edificio del parque de bomberos.
Rodeamos el acueducto de Valente del año 378 D.C. que antaño abastecía de agua a la ciudad y comunicaba las dos colinas.
Pasamos bajo uno de sus arcos y allí se encontraba el Mercado de las Mujeres donde había también una mezquita y allí mismo en la calle se encontraban los fieles rezando. Apenas se podía pasar.
Hicimos una pequeña pausa en un Bahçesi de la Plaza Beyazit. El Erenler Café se encontraba en un edificio al aire libre y entre los aromas de los nargiles, tés y cafés se creaba una atmósfera exótica dando la sensación de pararse el tiempo.
Dimos una vuelta por el Gran Bazar y después nos fuimos a comer en el restaurante Fasulyesi Ali-Babá donde servían un plato típico de alubias con guindilla y ensalada.
A última hora de la tarde paseamos por el Puente Galata viendo a los hombres con sus cañas pescando, alguna boda y las gaviotas revoloteando junto al mercado de pescado de la Torre Galata.
El piso inferior del puente se había reconvertido en restaurantes de mantel, aún y así no le restaba encanto pues en el puerto aún se podían comer los Balik Elmek, bocadillos típicos de filetes de caballa.
El sol se ponía sobre la ciudad de Estambul y la luz del Cuerno de oro se iba tornando de matices anaranjados.