Este domingo, día 12, se celebrará en Turquía un referéndum para cambiar la Constitución, y cuyo previsible “si” situará a sus 77 millones de habitantes en la puerta de la Unión Europea, con la que negocia su adhesión desde 1995, cuando era una semidemocracia gobernada por seguidores del laico Ataturk.
El referéndum democratizará las instituciones básicas del país, pero a la larga instaurará posiblemente un Estado islámico, sustituto del laicismo gobernante desde hace 87 años: las mayorías electoras menos ilustradas siguen siendo religiosas.
Y será muy difícil rechazar la entrada en la UE de un país miembro del Consejo de Europa desde 1949, y de la OTAN desde 1952, que formalmente se democratiza desde 2002 bajo el gobierno de un partido religioso musulmán.
Cuyo fundador, el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, fue condenado a prisión en 1998 por proclamar que "las mezquitas son nuestros cuarteles, las cúpulas nuestros cascos, los minaretes nuestras bayonetas y los creyentes nuestros soldados".
La sentencia obedecía a la legislación radicalmente laica de la República fundada en 1923 por Mustafá Kemal Ataturk, tras la destitución del califa-sultán Mehmed V.
Ya libre, Erdogan fundó en 2001 el Partido Justicia y Desarrollo (AKP), que llegó al poder en 2002.
El referéndum es profundamente democrático. Pero permitirá eliminar elementos sustanciales del laicismo: los guardianes y herederos del espíritu de Ataturk, como los tribunales supremo y constitucional, y el ejército, serán infiltrados por militantes musulmanes nombrados por un Parlamento de mayoría religiosa que volverá a la era otomana.
Gadaffi no bromeaba al decir días atrás en Roma que el islam dominará Europa con la alta natalidad de sus emigrantes y la adhesión de Turquía, que tiene solamente cinco millones de habitantes menos que el país más poblado de la UE. Alemania.