Revista Educación

Tus muertos

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Tus muertos

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Las tradiciones con respecto a la muerte en los países de todo el mundo son muchas. Ya saben, en México se enfrentan a ella de una forma muy festiva, colorida, agarrándola por la mano y haciéndola presente y cercana (como es en realidad). Otras culturas la evitan, temen su “presencia”, lloran, le ponen apodos intentando disimular el miedo que le tienen. Algunos escritores y poetas la personifican. De hecho, maestros como Saramago le han dado vida con una genialidad incomparable (lean “Las intermitencias de la muerte“, una joya).

En los países con tradición religiosa la muerte va asociada en muchos casos al designio divino (se fue “porque dios quiso”), a un más allá glorioso (como el Valhalla, que debe ser lo más para los guerreros) o a un castigo eterno (léase inframundo, infierno, tártaro o lugar donde te van a estar haciendo la puñeta mucho tiempo -como con la hipoteca, vamos- pero que mucho, mucho).

Yo siempre he pensado que la religión es el intento de la humanidad de hacerle una finta a la muerte. Como si se hubiera podido demostrar en algún momento que podemos engañarla… Luego están los que afirman que hay algo después. Me pregunto si el simple hecho de pensar que existe otra cosa después de la muerte ha hecho a muchos seres perezosos en vida (total, ‘pa qué). O si los arrepentimientos,  los perdones o toda esa parafernalia que se montan con la reencarnación, sirven para que seamos mejores personas o para que, en un ataque de cómoda impotencia, nos conformemos con lo que se supone que nos ha tocado (el jodido “destino”, menudo invento de mierda).

La muerte está presente de manera constante. Nuestras células mueren. Nuestras neuronas mueren. Como dirán muchos, morimos desde que nacemos. Y ahí andamos, dándole vueltas al coco con esto de fenecer, en lugar de intentar ser la mejor versión de nosotros mismos con nosotros y con los demás… Supongo que no es fácil enfrentarnos a la nada. Pero si intentáramos asumir que esto es lo que hay, igual los niveles de sufrimiento descenderían ligeramente. Tememos envejecer porque eso nos lleva a la muerte. El tiempo corre y nos empuja inevitablemente al desenlace final. Nos vamos a morir. Todos. En realidad, lo único que podemos hacer es añorar a los que sabemos con certeza que ya se han ido (qué poético, todo para no decir que rememoras a tus muertos). Y sé de alguien que cuando lea esto me va a mirar fijamente a los ojos y me va a soltar precisamente eso… “Tus muertos”.

P.D.: Iba a poner algo en esta postdata para intentar que pareciera una reflexión final sesuda, de esas redondas que cierran el discurso, pero no se me ocurre nada digno. Tal vez sea porque últimamente, tal y como está la actualidad, el humor ante la muerte no se me antoja nada gracioso… aunque, por respeto a mi salud mental, no pueda evitar intentar quitarle hierro al asunto. Qué le vamos a hacer…


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