Se puede decir que la historia detrás de
Tusk es más interesante que la película en sí. Como el cartel de una película de Roger Corman -o en la línea de Sharknado (Anthony C. Ferrante, 2013)- la idea parece más atractiva sobre el papel que en una pantalla de cine. Veamos. Una -falsa- oferta de alquiler -en la que se cede una habitación gratis a cambio de que el inquilino se disfrace de morsa- llamó la atención del director Kevin Smith. En un podcast compartido con su productor Scott Mosier -el SModcast 259- ambos se dedicaron a desarrollar la historia detrás de semejante anuncio. Las extravagantes ideas surgidas en esa grabación llevaron a un guión y a la película que ahora nos ocupa. Seamos sensacionalistas ¿Es Tusk de Kevin Smith una broma que se agota una vez enunciada?-AVISO SPOILERS-Un podcaster (Justin Long) responde a un anuncio y es secuestrado por un psicópata (Michael Parks) que le convierte -¿quirúrgicamente?- en una morsa. La idea parece una parodia de The Human Centipede (Tom Six, 2009) y al menos yo me esperaba algo parecido al Torture porn. Pero Tusk sorprende porque se vertebra alrededor de conversaciones -de diálogos- en el estilo clásico de Smith, que evocan loquísimos flashbacks narrados con absoluta seriedad por un actor dotado como Parks, que repite con el director tras Red State (2011). El contrapunto son los tres protagonistas interpretados por Long, Génesis Rodríguez (¡la hija de El Puma!) y Haley Joel Osment, sí, ese que en ocasiones veía muertos. Estos son los típicos héroes de Smith -parecen sacados de Persiguiendo a Amy (1997)- a los que se une otro personaje con un registro completamente diferente: un Johnny Deep sin acreditar bajo el absurdo nombre de Guy Lapointe y hablando con el acento francés de Pierre Nodoyuna. El mayor logro de Smith es haber conseguido una mezcla de su humor "generacional" y un terror atmosférico basado casi exclusivamente en la palabra. Lo dicho, antes que en el gore, la película se apoya en las interpretaciones. El resultado no es una obra a la altura de su enloquecida premisa -quizás eso era imposible- pero tampoco el desastre que esperan aquellos que dan por terminada la carrera cinematográfica de Kevin Smith.