Revista Comunicación

Tussam quiere matar al mensajero

Publicado el 15 abril 2011 por Jackdaniels
Tussam quiere matar al mensajero
Tussam quiere matar al mensajero
Tussam quiere matar al mensajero
Tussam quiere matar al mensajero
Tussam quiere matar al mensajero

Ante esto que veis aquí arriba caben pocas explicaciones. Las voces críticas siempre son molestas para quienes viven instalados en el poder, eso ya es sabido, y resulta más cómodo matar al mensajero que rebatir sus argumentos y datos.

El gerente de Tussam, Carlos Arizaga, cree que se puede silenciar a un periodista con métodos represivos como el aquí expuesto. Está claro que no soporta la crítica, que a mí entender va incluida en el cargo, aunque no tiene inconveniente ninguno a la hora de embolsarse el sueldo astronómico que cobra, entre otras cosas, para hacer actuaciones como ésta.

La empresa es responsabilidad municipal, de un Ayuntamiento que se dice democrático, aunque a veces cueste creer esto último cuando se consienten en su seno este tipo de actuaciones y pagadas con el dinero de todos los sevillanos.

En el Ayuntamiento de Sevilla, hoy por hoy, la responsabilidad primera recae sobre los dos socios de gobierno que dirigen los designios de esta ciudad; PSOE e IU, dos fuerzas en cuyas filas han morado y todavía moran la flor y nata de los defensores de la libertad de este país. Algo de lo que siempre se han mostrado orgullosos y con razón.

Si callan ante actuaciones como la que denuncio, que nada tiene que ver con el desempeño de mis funciones profesionales en el seno de la empresa, serán cómplices de quien las perpetra. Y me niego a creer que los representantes de siglas que han significado tanto en la lucha por las libertades de este país durante tantos años puedan serlo de semejante atropello.

El alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, a quien he criticado a veces con dureza desde este blog, podrá haberse equivocado gestionando la ciudad mil veces, pero me consta que es un excelente encajador de las críticas recibidas, porque entiende que son inherentes al cargo que ostenta. Así debe ser en alguien que se considere un político y ahora se le presenta una excelente oportunidad de demostrarlo.

Lo que denuncio aquí es la actitud personal de un señor que se ha creído que Tussam es suya, que ningún ciudadano ni ningún trabajador que esté a sus órdenes tiene derecho a efectuar una crítica sobre su más que dudosa gestión al frente de la empresa, ni siquiera cuando uno la hace desde su condición de periodista y ciudadano y no desde la de empleado, como es el caso. Eso es prácticamente lo mismo que implantar la mudez por decreto a cuantos vivimos en esta ciudad, algo que me trae recuerdos demasiado lejanos. Sevilla sin voz, callada y sumisa, para que algunos puedan hacer y deshacer a gusto lo que les venga en gana. No es esa la ciudad con la que sueño y tampoco "la ciudad de las personas" de la que el alcalde tanto se enorgullece.

Me niego a pensar si quiera que alguien que está tan por encima de estas cosas como el Alcalde esté tras este tipo de movimientos, no creo que sea su estilo. Pero sí que me asombra que estas situaciones se puedan producir bajo la sombra de su mandato sin que se entere y, lo que es peor, sin que eleve su voz para detenerlas y exterminarlas de raíz. A fin de cuentas, si en algo estoy seguro que alcalde y quien escribe estamos absolutamente de acuerdo es en la defensa a ultranza de la libertad de expresión.

Pero en este país, por desgracia, todavía hay gente que lleva la legítima crítica política al terreno de lo personal, que no sabe distinguir lo que es el ejercicio libre de un derecho constitucional de un vulgar atraco callejero. Y luego acaba actuando guiado por una sed de venganza que le puede y le lleva al más espantoso de los ridículos.

A pesar de ello, aquí pienso seguir, con mi verbo y mi palabra, denunciando cuanto crea criticable de quienes nos representan y viven holgadamente del dinero que abonamos religiosamente los ciudadanos a través de los impuestos. Sin importarme nunca del color que sea cada cual e intentado ser lo más honrado y honesto que pueda con quienes han depositado sobre mi persona el honor de leer todo aquello que escribo. No reconozco otro compromiso.

Como León Felipe, no tengo otras armas, ni las quiero. Me basta la palabra para denunciar atropellos como este, para escarnio de Arizaga y, si lo consiente, del propio Alcalde. Y creo a pies juntillas, como Salvador Allende, que más temprano que tarde abrirán las grandes alamedas de Sevilla por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. Sobre ellas pienso estar caminado mientras que las fuerzas me den para ello.



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