Televisión Española sigue traicionando los principios básicos que deben regir toda televisión pública, en especial dos: la neutralidad e independencia frente a los partidos políticos y el apoyo a la ética social, lo que debería impedirle difundir mentiras, manipular la información, informar con sectarismo y convertir en modelos a personajes nada ejemplares, merecedores del repudio colectivo. ---
Los españoles, abrumados durante largos años por las injusticias y las arbitrariedades del poder político, tienen ahora que soportar también los abusos, mentiras y malos ejemplos de Televisión Española, una cadena pública que, aunque se paga con nuestros impuestos y ha nacido para fortalecer la democracia, se ha convertido en una fuente de desinformación, parcialidad y sectarismo. En las circunstancias actuales, cuando el país está obligado a ahorrar de manera brutal, suprimir la principal televisión pública de España, manipuladora y habituada a la colaboración con el poder, sería más positivo que negativo y serviría, sobre todo, para sanear la nación.
Una de las últimas fechorías de TVE ha sido un "Informe Semanal" sobre la figura del viejo líder comunista Santiago Carrillo, cuajado de alabanzas, incienso, en el que se han ocultando aspectos objetivos de su biografía, como su apoyo al asesino Stalin y sus crímenes durante la guerra civil, concretamente la matanza de Paracuellos del Jarama. Convertir en héroe a un villano manchado por el totalitarismo, la violencia y la sangre, ante la opinión pública española, es un atentado contra la decencia realizado por RTVE.
RTVE ha sido cómplice de las mentiras del gobierno de Zapatero durante siete largos años y es culpable no sólo de enrarecer la convivencia sembrando la crispación, el sectarismo y el enfrentamiento entre los españoles, sino también de guardar un silencio antidemocrático sobre la crisis que afectaba a España, sobre la corrupción galopante que invadía el país y sobre el desprestigio internacional que acumulaba España bajo el mandato de Zapatero. Si no hubieran tenido otra fuente de información que TVE, los españoles habrían descubierto la crisis, el desempleo masivo y el avance imparable de la pobreza no antes del año 2010, cuando España era ya un estercolero casi deshauciado y gravemente enfermo.
RTVE ocultó la verdad e incumplió la función principal del periodismo en democracia, que es vigilar y fiscalizar a los grandes poderes, en especial al Estado, para que la verdad frene los desmanes y abusos del poder. Esa misión, esencia del periodismo en democracia, obliga a todos los profesionales, pero de manera especial a los que trabajan en medios públicos pagados con los impuestos de los ciudadanos. Al incumplir esa misión, TVE ha dejado indefensos a los ciudadanos, a los que estaba obligada a servir con la verdad.
Televisión Española ha sido y es cómplice de la estafa que los partidos políticos y gobiernos practican con la ciudadanía, a la que se le miente y oculta la verdad, incumpliendo así el mandato constituciponal de hacer circular la verdad e irrespetando uno de los derechos fundamentales del ser humano: su derecho a informar y ser informado verazmente.
La contratación de comentaristas y analistas ha sido sectaria (y lo sigue siendo); la ocultación de noticias que perjudicaban al poder era una costumbre y la lisonja y sumisión al poder político ha sido su principal rasgo de identidad. Financiar con dinero público un medio así, de elevado coste, que contribuye más al deterioro de España que a su resurgimiento y regeneración, es una mala inversión para los ciudadanos y para la democracia.
Sin una prensa libre e independiente que cumpla la misión de fiscalizar a los grandes poderes con información veraz, la democracia no es posible. Del mismo modo que la democracia no es posible sin una prensa libre, la opresión tampoco funciona sin una prensa sometida y al servicio de las mentiras e intereses del poder político.