Revista Opinión
Txeroki, con la misma ligereza con la que se las da de manso, afirmando que la lucha armada en Euskadi ya no tiene sentido, se niega a reconocer la legitimidad del tribunal que le juzga. Entonces, ¿en qué quedamos? Si ya no tiene sentido matar, deja las armas; y si las dejas, la única alternativa es entrar en política. Ahora bien, si entras -como tus colegas de Bildu- en el juego político, debes aceptar las reglas democráticas, incluida la autoridad del poder judicial que te juzga. En fin, no sé ni para qué digo todo esto; es como hablar con la pared. Este tipo de individuos andan por la vida como burros tras una zanahoria, autistas a todo aquello que les rodea, con esa sonrisa ausente de loco iluminado, convencido de que la verdad habita dentro de él. Txeroki y toda su tribu de abertzales (patriotas), por mucho que hayan decidido cambiar la lucha armada por el parlamento, siguen teniendo inoculado el discurso victimista, ultranacionalista y escatológico de siempre. No en vano "cheroqui" significa en lengua iroquesa "gente verdadera", el pueblo elegido para habitar la tierra prometida; el resto somos intrusos, txakurras colonizadores de la patria vasca. MIentras estén en el gobierno vasco, su objetivo será debilitar las instituciones, utilizando su legitimidad representativa. Si la kale borroka era el instrumento popular para desestabilizar la unidad de los vascos e intimidar a la población no nacionalista, la introducción de Bildu en los ayuntamientos supone una peligrosa carta blanca. Ninguno de los pasos dados hasta ahora por los representantes de Bildu ha ido encaminado a generar confianza en que en un futuro próximo dibuje un discurso conciliador. El candidato de Bildu a diputado general en Guipúzcoa ha declarado que para solucionar los problemas de Euskadi el gobierno debe dialogar con ETA. Con esto no hace sino intentar reactivar una línea política ya agotada y de la que el gobierno socialista salió escaldado. Bildu no se comporta como si tuviese en mente servir de gestor de los problemas de su Comunidad Autónoma; más bien, demuestra explícitamente que su objetivo es aprovechar su posición de privilegio en las instituciones para realizar su tarea mesiánica de lograr una tierra vasca libre.
Bildu no acaba de comprender que su papel dentro de las instituciones vascas debe desligarse del discurso ultranacionalista que le emparenta con ETA. Confía demasiado en que su éxito político pueda darle autoridad para reformar la política del gobierno respecto a ETA. Los partidos no nacionalistas deberían dejarle claro desde el principio cómo se juega en primera división y establecer un pacto político para estrangular el poder de Bildu dentro de Euskadi. Hoy por hoy, no podemos estar seguros de que los que hasta ahora eran lobos de dientes afilados, se transformen por arte de magia en dulces corderitos. Aunque ETA desapareciera, el peligro de introducir a Bildu en las instituciones es evidente. Podríamos estar asistiendo a otro tipo de terrorismo, el sociopolítico, menos expeditivo que el de ETA, pero no por ello menos lesivo para una Euskadi que pide urgentemente, ya, una paz perpetua.
Ramón Besonías Román